Contrapunteos diaspóricos. Agustín Laó-Montes

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Contrapunteos diaspóricos - Agustín Laó-Montes страница 32

Автор:
Серия:
Издательство:
Contrapunteos diaspóricos - Agustín Laó-Montes

Скачать книгу

tercer momento de política y pensamiento de la africanía lo situamos desde el período posguerra de la Segunda Guerra Mundial hasta la ola global de movimientos antisistémicos de las décadas de 1960 y 1970. El primer momento, aproximadamente de 1945 a 1955, estuvo marcado por un ciclo sistémico de luchas por la descolonización en África, Asia y el Caribe, y por el surgimiento de movimientos contra el régimen de Jim Crow en el sur de los Estados Unidos. La conferencia de 1955 en Bandung, Indonesia, representó el clímax de la política anticolonial/antirracista de liberación nacional que buscaba cambiar el equilibrio del poder mundial, desafiar el poder imperial de Occidente y favorecer el surgimiento de los “países no alineados” y el empoderamiento de “los pobres de la tierra”, representando la zona transnacional o región-mundo que vino a llamarse el “Tercer Mundo”, conformado por Asia, África y Latinoamérica202.

      En 1966 una conferencia en La Habana, Cuba, ondeó la bandera del Tricontinentalismo para plantear y articular una política de liberación cuyo locus principal venía de los tres continentes que componían el Tercer Mundo. En esa clave, el año 1968 representó lo que Arrighi, Hopkins y Wallerstein (1997) califican como “una revolución en el sistema-mundo”, pues las acciones combinadas de los movimientos sociales literalmente “sacudieron el mundo”, a la vez que representaban una amenaza antisistémica y la construcción de alternativas radicales a las constelaciones de poder global203.

      En la densa y profunda coyuntura histórico-mundial del decenio de 1960, que aquí no es una década sino un tiempo histórico que podemos ubicar entre 1955 y 1975, el eje principal de los movimientos afroamericanos se situó en los Estados Unidos, lo cual sirvió de inspiración a las luchas de liberación negra en toda la diáspora africana y el continente africano mismo, como se ejemplifica de manera elocuente en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. El impresionante crecimiento del movimiento contra el régimen racista de Jim Crow en los Estados Unidos, desde el caso legal de Brown contra el Ministerio de Educación en 1955 y la negación de Rosa Parks a viajar en la parte trasera de un bus en 1956, representaron uno de los “ciclos de protesta” más vigorosos en la historia moderna, y finalmente dieron lugar al desmantelamiento jurídico, así como a un importante despertar político y cultural contra el racismo sureño, cuya cumbre fue la marcha por los derechos civiles del 1963 en la ciudad capital de los EE.UU.

      En el segundo momento (1968-1975) de esta coyuntura planetaria, el Movimiento Negro de Liberación en los Estados Unidos acuñó la expresión “poder negro” que luego se tradujo en poder femenino, poder indígena, poder chicano, etcétera, inspirando así y dando un idioma político a los nuevos movimientos sociales que florecían. Este momento particular en el movimiento negro de liberación en los Estados Unidos de las décadas sesenta-setenta del siglo pasado, tuvo gran influencia en el resto del mundo, desde la proyección de figuras como Malcolm X y Martin Luther King, Jr., hasta organizaciones como las Panteras Negras y el Comité Coordinador Estudiantil No Violento (SNCC), hasta la adopción y repercusión global de la política cultural de Black is Beautiful204. Winant argumenta que esta ola de movimientos antisistémicos consolidó una transformación de fondo en el proyecto racial global, que catalogó como un cambio de la dominación racial a la hegemonía racial, cuyo indicador más claro fue el desmantelamiento del sistema de segregación racial legal en el sur de los EE.UU, al que se le llama Jim Crow.

      La ola de movimientos antisistémicos de finales de las décadas de 1960 y 1970 se correspondió con una crisis incipiente de la hegemonía estadounidense, claramente revelada en la derrota política y militar de Vietnam, y con una recesión económica mundial que se expresó claramente en la crisis petrolera de 1973. La combinación de una gran ola de movimientos antisistémicos y una crisis global incipiente de acumulación de capital, configuraron lo que se ha denominado como una “nueva guerra de clases”, más aún, como una contrarrevolución del capital, del imperio, del patriarcado y de la supremacía blanca, es decir, una suerte de reafirmación en todas las aristas de la matriz de poder moderna/colonial que implicó una estrategia de reestructuración sistémica que dio origen al neoliberalismo a finales de los decenios de 1970 y 1980.

      El cuarto período que propongo para interpretar conceptualmente la política étnico-racial negra en el continente americano comienza a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990 hasta hoy. Es la época del surgimiento del nuevo imperialismo estadounidense, por ejemplo, con las invasiones de Granada y Panamá en 1986 y 1988, y de la primera guerra con Irak en 1991. Marca también el comienzo del fin de la fascinación con las políticas de Estado neoliberales, presididas por movilizaciones y movimientos emergentes contra sus efectos negativos de orden económico y político, como el Caracazo de 1989, en Venezuela, el levantamiento zapatista, en enero de 1994 y su confluencia estratégica con la firma del Acuerdo de Libre Comercio de Norte América, y las protestas masivas contra las reuniones de la Organización Mundial del Comercio, en diciembre de 1999 en Seattle, que desató una ola de protestas contra las instituciones del capital global. Fue también la era de la revolución pacífica que desmanteló el bloque soviético, exacerbando la crisis del llamado “socialismo actualmente existente”.

      En este período, ha habido tres grandes referentes para los movimientos negros e indígenas que emergieron en ese momento en el continente americano. El primero fue la ola de cambios constitucionales, en gran medida producto de las acciones colectivas de estos movimientos, que comenzaron con Nicaragua en 1986 y luego en Colombia en 1991, y que declararon a estos países pluriétnicos y multiculturales. La redefinición como Estados plurinacionales y naciones multiétnicas representó una ruptura al menos simbólica con los discursos de nación y región fundamentados en ideologías occidentalistas, en los que Europa es representada como corazón de la blanquitud y, en esa lógica, fuente de civilización, racionalidad, verdad, estética y buen gobierno, herencia recibida por las élites criollas eurodescendientes que desde un principio entendieron a indios y negros como otredades internas étnico-raciales de la nación concebida como blanco-mestiza.

      El segundo referente clave es la campaña contra la celebración de los 500 años del mal llamado descubrimiento de América en el 1992, y el tercero el proceso hacia la Conferencia Mundial Contra el Racismo de 2001 en Durban, Sudáfrica, eventos sobre los cuales hemos de discutir en varios capítulos de este libro. En resumen, esta es la época del surgimiento de una serie de movimientos sociales contra los efectos negativos de la globalización neoliberal y, en particular, de la aparición de los movimientos negros e indígenas en Latinoamérica, como veremos más adelante. Aquí uno de los argumentos que hemos de esgrimir es el de un cambio de Norte a Sur en el locus principal del activismo afroamericano, que dio pie a la emergencia de América Latina y el Caribe como centro protagónico. En realidad, en este volumen nos concentraremos en el Caribe hispano, porque el Gran Caribe ha sido centro de pensamiento y política de la africanía desde la Modernidad temprana.

      Esta voluntad de arqueología, cartografía y genealogía en perspectiva histórico-mundial para historiar205, investigar y conceptualizar lo racial, corresponde con una analítica del racismo como régimen de dominación que se articula con las otras tres aristas principales de la colonialidad del poder (capitalismo, imperialismo y patriarcado). Este marco teórico propone un análisis de intersecciones de poder e identidades, en el que se conciben raza y racismos como relaciones/procesos de poder social en articulación o “intersección” con otras formas de opresión/identificación –clase, género y sexualidad–. En este registro, la dominación/explotación implica luchas por justicia y liberación alrededor de una pluralidad de formas de opresión –étnico-racial, de clase, de género, sexual– que tienden a traducirse en una diversidad de movimientos sociales –afrodescendientes, indígenas, feministas, LGBTI, obreros, campesinos, comunitarios, ecológicos–. Entonando este son, una de las preocupaciones principales de este volumen es indagar en cómo combatir cadenas de colonialidad y opresión, con lazos de solidaridad para la liberación.

      En esta clave, la política étnico-racial necesariamente se articula con otras dimensiones

Скачать книгу