Contrapunteos diaspóricos. Agustín Laó-Montes

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Contrapunteos diaspóricos - Agustín Laó-Montes

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hasta el presente. En las corrientes culturales afrocubanas, destacamos el Afrocubanismo, movimiento estético de la década de 1930 que debe ser considerado, junto con el Renacimiento de Harlem, la negritude en el mundo francófono y las vanguardias brasileñas del mismo momento, pilares del Modernismo negro que nutrió la ola de movimientos antisistémicos de la época227. En suma, el uso de una variedad de significantes para negritud, como “negro”, “mulato”, “sociedades de color”, “afrocubana”, demuestra la pluralidad de rótulos raciales en Cuba como en el resto de América Latina, pero con su particular ashé y clave228.

      Brasil y Cuba, que fueron los dos últimos lugares de entrada masiva de africanos en las Américas, hasta mucho después de la abolición oficial de la trata de esclavos por los ingleses en 1807, tienen conexiones más fluidas con el continente africano tanto en sus prácticas culturales y religiosas, como en los recuerdos vivos, lo que incluye el emprendimiento de proyectos de vuelta a África. Ambos países cultivan relaciones gubernamentales activas (geopolíticas, económicas, culturales) con países africanos, lo que facilita las identificaciones del continente con la diáspora, expresos en el reconocimiento de la diáspora africana como sexta región por la Organización para la Unidad Africana229.

      Hay una tendencia a asociar el término “afroamericano” con el de “african-american” de los Estados Unidos, lo que reproduce inconscientemente el contenido imperial ejercido en la reducción de todo el hemisferio occidental a los Estados Unidos, cuando se etiqueta singularmente como “América” al territorio continental estadounidense. Una mejor vía sería rastrear la creciente importancia del significante en los Estados Unidos al momento en que la organización de Malcolm X fue nombrada Association of African-American Unity. Malcolm nombró a su última organización African-American en el contexto de su crítica al término “negro”230, significado como el vendido tío Tom. Este cambio convergió ideológicamente con la ascensión del significante “black” como una identidad política radical de autoafirmación, que expresó una política de liberación contra la opresión racista, como en el lema “Poder Negro” defendido por Stokely Charmichael en el Comité Coordinador No Violento Estudiantil (SNNC), lenguaje que también fue adoptado por los sectores más radicales del movimiento de liberación negro de los EE.UU., incluyendo a las Panteras Negras.

      El surgimiento de Black Power y African-American en la década de 1960 como idiomas preferibles de la política radical negra, marcó un cambio en la política de autodenominación en los Estados Unidos. En el decenio de 1930, el consenso era a favor de la palabra “negro” (en inglés) como puede demostrarse en agrupaciones de carácter diverso como la Universal Negro Improvement Association presidida por Marcus Garvey, la American Negro Academy, fundada en el siglo XIX y la denominación como “New Negro” al sujeto por excelencia del modernismo negro en movimientos como el Renacimiento de Harlem.

      Mientras que en los Estados Unidos fue en la década de 1960 que el término “negro” fue reemplazado por “Black y African-American”, en América Latina y el Caribe el significante “afroamericano” tiene una historia más antigua, como fue ejemplificado en el título de una revista publicada en México en 1940 (como vimos en el primer capítulo), así como en el de un libro publicado por el intelectual cubano José Luciano Franco en 1961. José Luciano Franco en su libro Afroamérica conceptualizó las américas negras como una constelación de pueblos y culturas que no se supeditaba a ninguna identidad nacional.

      El significante “negro”, convertido en categoría histórica, política y epistémica de identidad colectiva, ha servido de fundamento a movimientos sociales, corrientes intelectuales, creación estética y producción cultural; vinculada a proyectos de descolonización y liberación, cobró impulso en América Latina desde la década de 1930 hasta la década de 1950, a través de una identificación con el panafricanismo en general y, particularmente, con el movimiento de la negritud231. Entre las figuras afrolatinoamericanas más influyentes identificadas con negritud en ese momento, destacamos dos pares de hermanos, ambos intelectuales-activistas, que ejercieron su activismo a través de la producción literaria, así como de la investigación y difusión de las culturas populares negras que sirvieron de plataforma para combatir el racismo y afirmar el valor de las historias y culturas afroamericanas (Valderrama, 2013). Estos fueron Nicómedes y Victoria Santacruz en Perú, y Delia y Manuel Zapata Olivella en Colombia.

      Colombia tiene la segunda población negra más grande de América Latina y la tercera de las Américas232. Los cálculos son de 10 millones de personas de un total de 45 millones en el país. Al igual que en el resto de la región, el denominador “negro” tiene una larga historia. Es una etiqueta impuesta a un grupo racializado que se subalterniza en relación con la definición dominante del yo nacional como “blanco-mestizo”233. Pero el negro también puede ser un enunciado positivo de autodefinición afirmando una identidad colectiva que constituye una diferencia étnico-racial en el escenario nacional. Como país de gran diversidad regional, las denominaciones étnico-raciales de las/los afrodescendientes varían considerablemente, pero el significante “negro”, y ahora también “afrodescendiente”, han desempeñado un papel importante en la creación de lenguajes de solidaridad e identidad colectiva a lo largo del territorio nacional234. Existe una larga tradición de poesía negra en la costa Caribe de Colombia, que se remonta a la poesía de Candelario Obeso a finales del siglo XIX y de Jorge Artel desde los años 30 del siglo XX.

      Un hito histórico para el surgimiento de Colombia como un bastión de las negritudes fue el Primer Congreso de Culturas Negras en las Américas celebrada en Cali, Colombia, en 1977. Esta reunión continental articuló esfuerzos por todo el país para el reconocimiento de las culturas negras y en contra del racismo, colocando a Colombia en el centro de la organización política, cultural e intelectual afroamericana235. El conjunto de acciones colectivas e iniciativas organizativas que ahora se conceptualizan y denominan como Movimiento Social Afrocolombiano, se vio fuertemente impulsado por el cambio constitucional de 1991, cuando el país fue declarado pluriétnico y multicultural. Una consecuencia importante fue la aprobación de la Ley 70 en 1993, conocida como Ley de Derechos de las Negritudes. Según la Ley 70, el tema de los derechos colectivos a la tierra, la educación étnica y la representación política son las denominadas “comunidades negras”. Una de las principales organizaciones de movimientos sociales surgió en la década de 1990 en Colombia fue el Proceso de Comunidades Negras que agita la bandera de la negritud. A contrapunto, otra organización afrocolombiana clave, el Movimiento Nacional Cimarrón, rechaza el término “negro” argumentando que identificarse de tal modo es usar un rótulo deshumanizador acuñado por los colonizadores que nos esclavizaron. Pero el Proceso de Comunidades Negras defiende el uso de todos estos términos –“negro”, “afrocolombiano” y “afrodescendiente”– como categorías significativas para la autoidentificación de los afrodescendientes, no solo en Colombia, sino a través de la diáspora africana global236.

      Como se ha expresado, argumentamos que cada uno de estos términos, si se invierte con significados que implican un reconocimiento positivo de identidad colectiva y un sentido de pertenencia comunitaria, puede alentar acciones colectivas en aras de un proyecto de descolonización y liberación. Más aun, pueden corresponder a modos de autodefinición utilizados por las comunidades de base y por los movimientos sociales negros y sus intelectuales-activistas.

      La agenda aprobada en la Tercera Conferencia Mundial Contra el Racismo celebrada en Durban, Sudáfrica, en 2001, fue en gran medida el programa aprobado por la Red de Movimientos Sociales Afrolatinoamericanos en Santiago de Chile en el año 2000, en la que el significante “afrodescendiente” fue lanzado como una identidad política unificadora, como discutimos en varios capítulos de este volumen. Al explorar esta terminología necesitamos reconocer el carácter interseccional de la categoría “afrodescendiente”, que para comenzar fue utilizada por primera vez por feministas afrobrasileñas. Como señalamos anteriormente,

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