Contrapunteos diaspóricos. Agustín Laó-Montes

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Contrapunteos diaspóricos - Agustín Laó-Montes

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que algunos estudiosos llaman sociedades cimarronas, derivadas de la palabra española “cimarrón”, originalmente utilizada para estigmatizar a los que huían de la esclavitud, proliferaron y constituyeron una amenaza a la estabilidad de los regímenes esclavistas. Los palenques se convirtieron en faros de esperanza para el logro de la libertad, como inspiración ideológica para la identificación con la africanidad y la negritud. Esta memoria está viva, como se ejemplifica en nuestra identificación actual con líderes como Benkos Biohó, quien fue cabeza de una sociedad cimarrona del siglo diecisiete cuyo territorio ahora es un pueblo colombiano nombrado San Basilio de Palenque. En Colombia, a menudo, se invoca a Benkos como la figura fundadora de la historia afrocolombiana225. En 1998, la marcha que celebró los 100 años de la abolición de la esclavitud en Brasil fue nombrada para conmemorar a Zumbí, el último líder del Quilombo do Palmares, un reino de cimarrones en el noreste de Brasil, que duró casi un siglo, de 1605 a 1694, cuando finalmente los portugueses desmantelaron el asentamiento, pero no su legado.

      Brasil alberga la mayor comunidad negra de las Américas, más de 100 millones de personas que, en el censo de 2012, se convirtieron en la mayoría de la población. En el siglo XIX, muchas personas de ascendencia africana fueron identificadas como negros y pardos, y a comienzo de los años de la década de 1930, una organización política nacional fue nombrada Frente Negra Brasileira. En esta línea de organización política independiente, el Movimiento Negro Unificado fue fundado en 1979 en tiempos de dictadura. Lo negro y africano se usan a menudo de manera intercambiable o complementaria, como en la obra de Abdias do Nascimento, uno de los principales intelectuales afrobrasileños que fundaron el Teatro Negro Brazileiro en los años cuarenta del siglo pasado. Luego escribió un libro titulado Africanos en Brasil.

      El término “afrodescendiente” fue acuñado en Brasil por activistas e intelectuales feministas afrobrasileñas como Leila González, Sueli Carneiro y Edna Roland a fines de la década de 1980, buscando crear una identidad política para unir, primero el Movimiento Feminista Negro que emergía como una poderosa fuerza en América Latina, y más tarde en redes de movimientos sociales afrolatinoamericanos que crecieron desde mediados de la década de 1990 en toda la región. Leila González también creó el concepto “América Ladina”, para renombrar la región (o el subcontinente), resaltando sus contenidos de africanía en clave feminista afrodiaspórica.

      La Red de Mujeres Afrolatinoamericanas y del Caribe fue fundada en 1992 en una conferencia en la República Dominicana, país que ha sido protagónico en los feminismos negros del sur, como veremos en el capítulo nueve. La Alianza Estratégica Afrodescendiente fue consolidada en una conferencia en Santiago de Chile, convocada en 2000 para articular una plataforma hacia la Tercera Conferencia Mundial contra el Racismo que se celebró en Durban, Sudáfrica, en 2001. Romero Rodríguez, un intelectual-activista fundador de la organización Mundo Afro de Uruguay, tituló un artículo “Entramos negros y salimos afrodescendientes”, argumentando que dicha conferencia de Santiago fue crucial para el establecimiento del término “afrodescendiente” como una identidad política estratégica que unió a los movimientos negros a través de América Latina y, eventualmente, a través de la diáspora africana global. La declaración de 2011 como Año Internacional de los Afrodescendientes y el inicio del Decenio de Afrodescendientes en 2015, ambos declarados por la Organización de las Naciones Unidas, demuestran la difusión global del término “afrodescendiente”. Este uso generalizado de afrodescendiente también contribuyó a su apropiación por agencias del capital transnacional como el Banco Mundial y por ramas del Estado imperial de los EE.UU., como la Agencia de Estados Unidos para la Ayuda y el Desarrollo (USAID).

      GRÁFICO 2

      AFRODESCENDIENTES EN LATINOAMÉRICA. HACIA UN MARCO DE INCLUSIÓN. BANCO MUNDIAL, 2018.

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      AD: afrodescendientes; IMD: indicadores mundiales de desarrollo

      Nota: la proporción de AD de la población total se refiere a quienes respondieron la pregunta de raza/etnicidad. Las proyecciones de población se hacen suponiendo que las proporciones son constantes entre el censo anterior y la información actualizada de la población.

      El uso del término “afrodescendiente” es continuamente debatido en toda América Latina, como también es el identificador de “negro”. Algunas personas afirman que afrodescendiente es una manera de negar la negritud y prefieren llamarse “negros”. A contrapunto, otros afirman que, al identificarse como negros se está usando el lenguaje del colonizador incrustado en un sello creado en la esclavitud, para negar la humanidad de los pueblos africanos. Mientras tanto, otros intervienen a favor de usar el prefijo “afro” antes de significar la presencia negra o africana en cada nacionalidad, por ejemplo, afrovenezolano o afrocolombiano, como insistió el eminente intelectual Manuel Zapata Olivella. En este escenario de debate, argumento que la política de autodenominación será siempre un terreno controvertido y que el valor relativo de estos significantes depende de cómo invertimos sus significados para usarlos como categorías políticas y epistémicas, en cada contexto histórico. El término “afrodescendiente” llegó para quedarse con nosotros y cada vez más gente se identifica con él, en sintonía con las actuales culturas de movimiento y los discursos gubernamentales. Al mismo tiempo, “negro” sigue siendo la forma más común en la que la mayoría de los sujetos afrodescendientes o negros se llaman a sí mismos. Es importante reconocer que la gente se identifica positivamente con muchos de estos términos, y que por lo tanto es imperativo incluir ambos en nuestro vocabulario crítico, tanto en los movimientos sociales y las comunidades, como en los discursos gubernamentales y en los estudios de la africanía.

      En Cuba, hogar de una de las poblaciones negras más grandes y vibrantes de América, a fines del siglo XIX, los afrodescendientes organizaron el Directorio de las Sociedades de Color en una red nacional. La adopción de la expresión “gente de color” revela una coalición entre negros y mulatos, entre esclavizados y negros libres, en una de las últimas sociedades para abolir la esclavitud en las Américas226. Los múltiples significados del significante “negro” tienen una larga historia en Cuba y Puerto Rico, donde históricamente ha sido usado como un insulto racial con expresiones como “negro sucio”, equivalente a dirty nigger, o como el diminutivo “negrito”, que es una forma de infantilización, que ahora también podría ser un signo de familiaridad e incluso de afecto, pero en ambos casos sin reconocer sus fundamentos y connotaciones racistas. “Negro” también puede ser utilizado por personas de piel oscura y personas de color como expresión de orgullo propio y como un marcador de comunidad.

      El libro El negro en Cuba, del intelectual afrocubano Tomás Fernández Robaina, narra la historia de la construcción histórica de ese sentido de comunidad a través de acciones colectivas en el siglo XX. Cuba es también un escenario histórico importante para que el prefijo “afro” signifique la importancia de la ascendencia africana, como lo demuestra la formación de la Sociedad de Estudios Afro-Cubanos a principios del siglo veinte. El volumen titulado Afrocubanas: historia, pensamiento y prácticas culturales, rehace la historia cubana a través del lente y la agencia histórica de las mujeres negras, revelando así una historia oculta de la cubanía a través de los relatos, creaciones y contribuciones múltiples de las mujeres afrocubanas desde el siglo XX hasta el presente. El uso de “afrocubano/a“ y de “negro/a” como significantes de la particularidad cultural, política e intelectual de la cubanía negra, muestra conciencia de la especificidad afrocubana dentro del archipiélago nacional de prácticas culturales e identidades étnico-raciales, tema que exploraremos en el capítulo trece.

      El reconocimiento de la diferencia afrocubana se expresa en varias dimensiones del escenario nacional a lo largo de la historia cubana, desde las revueltas y conspiraciones de esclavizados en la época colonial hasta los generales negros en la lucha por la independencia cubana en el siglo diecinueve, pasando por la fundación del breve pero

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