Contrapunteos diaspóricos. Agustín Laó-Montes

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Contrapunteos diaspóricos - Agustín Laó-Montes

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y las formas políticas del mundo afroamericano. Luego, en el capítulo cinco, el ejercicio será el de explorar la temática de la diáspora africana y el panafricanismo en diálogo contrapuntal con los afrofeminismos descoloniales, para después, en la tercera parte de Contrapunteos diaspóricos seguir “Arroyando” con la cartografía política de Nuestra Afroamérica.

      La negritud es visible y sin embargo invisible…

      La negritud no puede darme la dicha,

      pero muchas veces encuentro mi alegría en ella.

      La negritud no puede separarse de mí, pero muchas veces me puedo

      situar fuera de ella […] En la negritud, entonces, he sido

      borrada, ya no puedo decir mi nombre, ya no puedo señalarme y decir

      “yo”. En la negritud mi voz es silencio. Primero, entonces, he sido mí

      ser individual. Proscribiendo escrupulosamente el azar de mi existencia,

      soy consumida en la negritud para ser una con ella.

       JAMAICA KINCAID (2000)

      No soy Negro, Negro quedaré… ¿Quiénes somos en este mundo blanco? Negros Somos.

       AIMÉ CÉSAIRE (2017)

      En la conferencia de Santiago de Chile, entramos negros y salimos afrodescendientes.

       ROMERO RODRÍGUEZ (2004)

      Este capítulo desarrolla una genealogía de los múltiples sentidos y valores de la pluralidad de expresiones y categorías que se utilizan para significar africanidad y negritud en América Latina y el Caribe de habla hispana. El análisis explora el contenido político y epistémico de las diversas etiquetas y categorías étnico-raciales utilizadas en la región. Los lenguajes que pretenden atribuir significados a los cuerpos, las culturas, los territorios y el color de la piel de las personas de ascendencia africana son dispositivos centrales de significación racial y, por ende, en la constitución de las múltiples constelaciones de poder y conocimiento en el sistema-mundo moderno/colonial capitalista.

      Estas gramáticas étnico-raciales están compuestas por categorías que marcan los modos de dominación, al mismo tiempo que orientan las dinámicas de resistencia, lucha y autoafirmación de las/los sujetos africanos. Utilizo la categoría étnico-racial para conceptualizar la maraña de dimensiones culturales y fenotípicas que orientan las clasificaciones y estratificaciones raciales. Esto implica una relación necesaria, pero compleja, entre la raza y la etnicidad como categorías históricas y como marcadores de identidad y diferencia, en cuanto que existen dimensiones culturales para raza, mientras que la adscripción étnica tiende a ser racializada, como explicamos en el capítulo anterior.

      Aquí utilizo el término “africanía” refiriéndome a sujetos y pueblos tanto del continente africano como de la diáspora africana –entendida como una formación global-translocal, y como un espacio de múltiples intercambios, y viajes de ida y vuelta con el continente–206.

      En vista de su ubicuidad e importancia en los regímenes modernos/coloniales de poder y conocimiento, y de su carácter contestado, los significantes para las clasificaciones y estratificaciones étnico-raciales, han sido siempre polivalentes, disputados, ambiguos e inestables. Sus definiciones históricas se ubican en esquemas globales, al tiempo que sus sentidos son locales y varían de acuerdo con el tiempo y el espacio207. Las genealogías de significantes como “negro”, “morena”, “mulata”, “prieto” y “zambo”, acuñadas y utilizadas como parte integrante de los procesos para establecer y mantener las jerarquías étnico-raciales, demuestran su potencia como dispositivos históricos de poder, así como su historicidad y, por lo tanto, sus particularidades en cada contexto.

      Una sólida línea de investigación demuestra el argumento que la categoría de raza se remonta a la Edad Media Cristiana, en la península ibérica, donde había una zona de contacto intercultural entre diferentes grupos religiosos, a saber, cristianos, judíos y musulmanes208. La región sur de la península conocida como Al-Ándalus, era una zona fronteriza entre el Magreb (norte de África) y el sur de Europa, y una puerta central en el mundo mediterráneo. Tenemos evidencia de que en la península ibérica había, desde el siglo XV, el tipo de prácticas discursivas de naturalización jerárquica de la diferencia que llamamos raciales209.

      Las acusaciones y sentencias de la Inquisición de “falta de pureza sanguínea” contra los denominados judíos y moros, para consolidar el poder cristiano, fue un componente clave de este proceso de racialización. 1492 fue un momento crucial, debido a dos circunstancias importantes, el mal llamado descubrimiento de América y la conquista de Granada por los españoles, que consolidó la constitución de España simultáneamente como el primer Estado absolutista y el primer imperio transterritorial, para el cual la expulsión masiva de judíos sefarditas y musulmanes fue un acto fundacional210.

      A la luz de esto, deberíamos comenzar por discutir los discursos raciales de finales de la Edad Media y de principios de la Moderna en la península ibérica, al hacer las genealogías de significaciones de “africanidad” y “negritud” en países procedentes de las antiguas colonias del Imperio español y portugués, que componen la región que conocemos actualmente como América Latina y el Caribe de habla hispana.211 Esto también implica analizar cómo los discursos y categorías raciales fueron exportados, modificados y remodelados con los procesos de conquista, colonización y esclavitud que constituyeron el mundo atlántico como el eje principal de la Modernidad capitalista en el largo siglo XVI. La formación del Estado se produjo junto con la construcción del Imperio, donde la conquista y colonización del vasto territorio que llega a ser conocido como las Américas, la trata transatlántica de esclavizados y la institución de la esclavitud en la que millones de africanos subsaharianos fueron esclavizados, enmarcó las condiciones históricas para el establecimiento de discursos raciales modernos212.

      Existe una literatura, no muy abundante, sobre las significaciones de negritud previas a la Modernidad. Destacamos la contribución de G. H. Beardsley, que en 1929, en el libro The Negro in Greek and Roman Civilization: A Study of the Etiopian Type, realizó un estudio sobre la proveniencia del término “negro” y su relación con la esclavitud de la antigüedad. Según sus investigaciones, esta palabra se deriva del latinazgo níger usado en la Roma Imperial y en el Medio Evo, y se manifiesta en la segunda égloga de Virgilio y en un texto de la Iglesia Catalana de Ager, en el cual aparecen diez esclavos de piel negra que son enviados al Papa Alejandro II en 1068. Sin negar esta genealogía213, a contrapunto argumentamos que la significación étnico-racial del término “negro” es producto de la modernidad/colonialidad a partir de sus procesos fundacionales de colonización y esclavización, como veremos.

      Las principales categorías raciales que hoy utilizamos, como “negro”, “indio” y “blanco”, se comenzaron a concebir y definir en el inicio mismo del largo proceso de globalización que despegó al comenzar y a lo largo de todo el siglo XVI214. Este proceso de cambio radical que llamamos Modernidad incluye la emergente dominación planetaria

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