Atrapada al atardecer. C. C. Hunter
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Atrapada al atardecer - C. C. Hunter страница 4
El anciano continuó:
—Hemos buscado información sobre Shadow Falls en internet, y tiene reputación de ser un lugar para adolescentes con problemas.
¡Genial! Los padres de Daniel pensaban que era una delincuente juvenil.
—No deberían creer todo lo que leen en internet. —La voz de Holiday solo dejaba entrever una pequeñísima señal de enfado—. En realidad, esta es una escuela para jóvenes con un gran talento que están tratando de encontrarse a ellos mismos.
—Por favor, dígame que no son drogas —respondió la mujer de pelo plateado sentada junto al anciano—. No estoy segura de poder lidiar con eso.
—No soy una yonqui —dijo Kylie, acordándose de Della, su compañera de piso vampira, que había tenido que enfrentarse a una sospecha similar por parte de sus padres. Todos giraron la cabeza hacia Kylie que, al sentirse en el ojo del huracán, contuvo la respiración.
—Oh, vaya —contestó la mujer—. No pretendía ofenderte.
Kylie entró lentamente en la estancia.
—No estoy ofendida. Solo quería dejarlo claro. —Fijó la mirada en los ojos grises de la mujer. Después, la desvió hacia el anciano, en busca de… ¿qué? Un parecido, quizá. ¿Por qué? Sabía que no eran los padres biológicos de Daniel, pero ellos lo habían criado, y probablemente le habían transmitido gestos y modales.
Kylie pensó en Tom Galen, su padre adoptivo, el hombre que la había educado, el hombre al que hasta hace poco había considerado su verdadero padre. Aunque Kylie todavía no le había perdonado que hubiese abandonado a su madre después de diecisiete años de matrimonio, no podía negar que había adoptado algunos de sus gestos. Aunque no es que viera más de Daniel en sí misma, desde su ADN sobrenatural hasta sus rasgos físicos.
—Leímos que esto era un hogar para adolescentes con problemas —dijo el anciano en un tono de disculpa.
Recordó a Daniel diciéndole que sus padres adoptivos lo habían querido, y que la habrían querido a ella si la hubieran conocido.
Amor. La emoción le invadió el pecho. Tratando de descifrar la sensación, Kylie pensó en Nana —la madre de su madre— y en cuánto la adoraba, lo mucho que la había echado de menos cuando murió. ¿Era el hecho de saber que los Brighten eran mayores —que no les quedaba mucho tiempo— lo que hacía que Kylie quisiera dar marcha atrás?
Como si el hecho de pensar en la muerte lo hubiera provocado, un escalofrío fantasmal inundó la habitación. ¿Daniel? Lo llamó con la mente, pero la sensación de frío punzante en su piel era en esa ocasión distinta.
Cuando el aire helado entró en los pulmones de Kylie, el espíritu se materializó detrás de la señora Brighten. Aunque la aparición parecía una mujer, una cabeza calva reflejaba la luz del techo. Puntos de sutura en carne viva le recorrían el cuero cabelludo al descubierto. Kylie retrocedió.
—Tan solo estamos preocupados —dijo el señor Brighten—. Ni siquiera sabíamos que existías.
—Lo… entiendo —respondió Kylie, incapaz de apartar la mirada del espíritu, que observaba a la pareja de ancianos con perplejidad.
Al fijarse de nuevo en el rostro del espíritu, Kylie se dio cuenta de que era la misma mujer que había visto antes aquel día. Por supuesto, los puntos de sutura y la cabeza afeitada eran una pista. Pero ¿de qué?
El espíritu miró a Kylie.
—Estoy tan confusa.
Yo también, pensó Kylie, sin estar segura de si ese espíritu era capaz de leerle la mente como hacían otros.
—Hay mucha gente que quiere que te diga algo.
—¿Quién? —Se mordió el labio al darse cuenta de que había pronunciado la palabra en voz alta. ¿Daniel? ¿Nana? ¿Qué quieren que me digas?
La mirada del espíritu se encontró con la de Kylie como si la entendiera.
—Alguien vive. Alguien muere.
Más rompecabezas, pensó Kylie, y apartó la mirada del fantasma. Vio como Holiday, que percibía al espíritu, miraba a su alrededor. La señora Brighten elevó la mirada al techo como si buscase una salida de aire acondicionado a la que culpar del frío. Afortunadamente, el espíritu se desvaneció y se llevó el frío consigo.
Mientras trataba de alejar al fantasma de su mente, Kylie volvió a centrarse en los Brighten. Su mirada se posó en la mata de cabello gris del anciano. Su piel pálida le decía que había sido pelirrojo de joven.
Por algún motivo, Kylie se vio obligada a mover las cejas y comprobar los patrones mentales de la pareja. Era un pequeño truco que había descubierto recientemente, y que permitía a los seres sobrenaturales reconocerse entre sí e identificar a los humanos. Los Brighten eran humanos.
Normales y, seguramente, personas decentes. Entonces, ¿por qué Kylie estaba tan nerviosa?
Estudió a la pareja mientras ellos la estudiaban a ella. Esperó a que le dijese lo mucho que se parecía a Daniel, pero ese comentario nunca llegó.
En su lugar, la señora Brighten dijo:
—Estamos muy emocionados de poder conocerte.
—Yo también —dijo Kylie. Y muerta de miedo. Se sentó al lado de Holiday, enfrente de los Brighten. Buscó la mano de Holiday bajo la mesa y le dio un apretón. El contacto con la directora del campamento le transmitió tranquilidad.
—¿Me pueden hablar de mi padre? —preguntó Kylie.
—Por supuesto. —La expresión de la señora Brighten se suavizó—. Era un niño muy carismático. Popular, inteligente y extrovertido.
Kylie apoyó su mano libre sobre la mesa.
—Entonces no es como yo. —Se mordió el labio. No había querido decirlo en voz alta.
La señora Brighten frunció el ceño.
—Yo no diría eso. Tu directora del campamento nos estaba contando justo ahora lo maravillosa que eres. —Se inclinó sobre la mesa para dejar descansar su mano cálida sobre la de Kylie—. No me puedo creer que tengamos una nieta.
Había algo en el tacto de la mujer que agitó a Kylie. No era solo el calor que emanaba de la piel de la mujer, sino la delgadez, el débil temblor de sus dedos, esos huesos que el tiempo y la artritis habían alterado. Kylie se acordó de Nana, de cómo el suave tacto de su abuela se había vuelto más frágil antes de morir. Sin previo aviso, la pena le inundó el pecho. Pena por Nana, e incluso puede que una advertencia de lo que sentiría por los padres de Daniel cuando les llegara la hora. Teniendo en cuenta su edad, ese momento no tardaría en llegar.
—¿Cuándo supiste que Daniel era tu padre? —La mano de la señora Brighten seguía sobre la muñeca de Kylie. Era reconfortante de un modo extraño.
—Hace poco —dijo, sobreponiéndose a la emoción—. Mis padres se están divorciando y, de alguna manera, la verdad salió a la luz. —Eso