Atrapada al atardecer. C. C. Hunter

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Atrapada al atardecer - C. C. Hunter Shadow Falls

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alegra que hayas decidido conocernos —dijo el señor Brighten.

      —Estamos tan contentos… —La voz de la señora Brighten se quebró—. Nunca hemos dejado de echar de menos a nuestro hijo. Murió tan joven… —Una silenciosa sensación de pérdida, de tristeza compartida, invadió la estancia.

      Kylie se mordió la lengua para no decirles lo mucho que ella también había llegado a querer a Daniel. Para no decirles cuánto les había querido él. Había tantas cosas que quería decirles y preguntarles, pero no podía hacerlo.

      —Hemos traído fotografías —añadió la señora Brighten.

      —¿De mi padre? —Kylie se inclinó sobre la mesa.

      La señora Brighten asintió y se removió en su silla. Con sus viejas manos, sacó un sobre marrón de su gran bolso de señora mayor blanco. El corazón de Kylie se aceleró ante la perspectiva de ver las fotos de su padre. ¿Se había parecido a ella de joven?

      La anciana le acercó el sobre a Kylie, y ella lo abrió tan rápido como pudo.

      Se le hizo un nudo en la garganta cuando vio la primera fotografía: un joven Daniel, de unos seis años, sin las paletas. Recordó las fotos de su propia infancia desdentada; el parecido era asombroso.

      Las fotos la llevaron a través de la vida de Daniel: desde el adolescente de pelo largo y vaqueros rotos hasta el adulto. En la foto en la que aparecía ya como adulto estaba con un grupo de personas. El nudo en la garganta de Kylie se tensó todavía más cuando se dio cuenta de quién estaba de pie junto a él. Su madre.

      Levantó la mirada bruscamente.

      —Esa es mi madre.

      La señora Brighten asintió y contestó:

      —Sí. Lo sabemos.

      —¿De verdad? —preguntó Kylie, confusa—. Pensaba que nunca habían llegado a conocerla.

      —Lo sospechábamos —intervino el señor Brighten—. Después de saber de ti, supusimos que tu madre era la mujer de la foto.

      —Oh. —Kylie bajó de nuevo la mirada hacia las imágenes y se preguntó cómo podrían haber sacado esa conclusión de una única foto. Aunque tampoco es que importase—. ¿Puedo quedármelas?

      —Claro que sí —contestó la señora Brighten—. He hecho copias. Daniel habría querido que tú las tuvieras.

      Sí, lo habría querido. Kylie lo llamó para que se materializase, como si tuviera algo importante que decirle.

      —Mi madre lo quería —agregó Kylie al recordar las preocupaciones de su madre sobre el posible resentimiento de los Brighten por no haberlos buscado antes. No parecían albergar ningún sentimiento de esa clase.

      —Estoy segura de ello —La señora Brighten se inclinó y rozó la mano de Kylie otra vez. Al entrar en contacto con su piel, sintió calidez y verdadera emoción. Era… era casi mágico.

      El timbre del teléfono de Kylie hizo trizas aquel silencio frágil. Ignoró el mensaje de texto, se sentía casi hechizada por los ojos de la señora Brighten. Entonces, por razones que Kylie no fue capaz de entender, su corazón se abrió.

      Quizá sí quería que la amasen. Quizá ella también quería amarlos. No importaba el poco tiempo que les quedase. O que no fuesen sus abuelos biológicos. Habían amado a su padre y lo habían perdido. Lo único que podían hacer era amarse los unos a los otros.

      ¿Era eso lo que Daniel había tratado de decirle? Kylie miró una vez más las fotografías y después las introdujo de nuevo en el sobre; sabía que más tarde pasaría horas estudiándolas con atención.

      El teléfono de Kylie sonó de nuevo. Trató de apagarlo y vio el nombre de Derek en la pantalla. El corazón le dio un vuelco. ¿Llamaba para disculparse por haberse ido? ¿Quería ella que se disculpase?

      Sonó otro teléfono. Esta vez era el de Holiday.

      —Disculpen —Holiday se levantó y salió de la habitación para responder a la llamada. Se detuvo de golpe en la puerta—. Tranquilízate —dijo al teléfono.

      La dureza de la voz de la directora del campamento cambió por completo el humor que reinaba en la estancia. Holiday se dio la vuelta y se acercó a Kylie.

      —¿De qué se trata? —murmuró Kylie.

      Holiday apoyó una mano sobre su hombro, cerró el teléfono y miró a los Brighten.

      —Ha habido una emergencia. Tenemos que posponer esta reunión.

      —¿Qué ocurre? —preguntó Kylie.

      Holiday no respondió. Kylie dirigió de nuevo la mirada a las caras de decepción de los Brighten y sintió como esa misma emoción se abría camino a través de su pecho.

      —¿No podríamos…?

      —No —dijo Holiday—. Voy a tener que pedirles a tus parientes que se marchen. Ahora.

      La voz de la directora del campamento se interrumpió con el estrépito de la puerta de la cabaña al abrirse y chocar contra la pared. Los Brighten se estremecieron y clavaron la mirada en la puerta, mientras el repiqueteo de unos pasos a la carrera se iba acercando a la sala de conferencias.

      Capítulo 2

      Tres minutos después, Kylie observaba desde el aparcamiento como el Cadillac plateado de los Brighten se alejaba. Se volvió hacia Della y Lucas, quienes habían entrado en la oficina e interrumpido la reunión con sus abuelos. Perry también había llegado con ellos, pero había tomado la sabia decisión de desaparecer. Holiday, que los había acompañado afuera, estaba otra vez al teléfono.

      —¿Podría alguien decirme que pasa, por favor? —preguntó Kylie. Sentía que la oportunidad de saber más sobre su padre se desvanecía en el horizonte junto con el Cadillac. Entonces fue consciente de que aún tenía el sobre marrón con las fotografías de Daniel. Lo agarró con fuerza.

      —No te lo tomes tan a pecho, solo estamos cubriéndote las espaldas.

      Las puntas de los colmillos de Della asomaron por las comisuras de sus labios. Sus ojos oscuros, ligeramente sesgados, y su cabello negro y lacio denotaban sus raíces asiáticas.

      —¿Cubriéndome las espaldas de qué?

      —Derek me ha llamado. —Holiday cerró el teléfono y entró dentro del círculo—. Estaba preocupado. —Su teléfono sonó de nuevo, comprobó de quién se trataba y alzó un dedo—. Perdonadme. Un minuto.

      A Kylie se le estaba agotando la paciencia. Miró otra vez a Della y a Lucas.

      —¿Qué pasa?

      Lucas intervino:

      —Burnett nos llamó y nos pidió que interrumpiéramos la reunión.

      La mirada de Lucas se encontró con la suya y, como antes,

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