Género y juventudes. Angélica Aremy Evangelista García

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Género y juventudes - Angélica Aremy Evangelista García

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de los jóvenes, pero sobre todo insistía en la idea de “considerar la sexualidad de éstos en términos negativos —como algo que debe ser refrenado y controlado, y no como una fuerza creativa capaz de ofrecer placer, realización y crecimiento” (Aggleton, 2001: 370).

      Aggleton (2001) se extrañaba de no reconocer en los estudios que revisó una descripción diferenciada, en cuanto a la determinación del riesgo sexual, de acuerdo con la clase social, el género o la cultura, en tanto que se consideraba la edad como el único factor determinante. El autor atribuye la ausencia de este análisis, que sí estaba presente en los estudios realizados con población adulta, al “grado en que las ideologías populares acerca de la adolescencia parecen haberse ganado, literalmente, los corazones y las mentes de las personas que trabajan en este campo” (Aggleton, 2001: 370).

      No cabe duda de que tanto la categoría de adolescente como la de joven, usadas incluso de manera indistinta en las investigaciones, no son más que “artefactos discursivos” que dan cuenta de articulaciones histórico-culturales afianzadas de acuerdo con las condiciones sociales y culturales que las producen. En este sentido, observamos la casi obsolescencia del concepto de “joven problema”, para dar paso a la concepción del joven sujeto de derechos. Esta transición conceptual también redefinió la idea misma de quiénes son jóvenes, superando con ello la atadura a un rango de edad biológica que, a decir de Monsiváis (2004), imprimía a la categoría un carácter ahistórico y estático, pasando por alto que las prácticas juveniles tienen lugar en un mundo cambiante. La categoría no se refiere a una condición “objetiva” de las personas (Monsiváis, 2004) ni a un “dato natural” (Reguillo, 2000), “sino a un conjunto de discursos que definen posiciones o interpelaciones. Se trata de un conjunto de sistemas de significación arraigados en distintas esferas” (Monsiváis, 2004: 169).

      En este sentido, la juventud, entendida como periodo de problemática transición o como identidad, no deja de ser una construcción social e histórica que explica comportamientos individuales al tiempo que reproduce o resemantiza modelos hegemónicos del ser joven.

      Jóvenes y etnicidad

      La relación de lo juvenil con la cuestión étnica se ha discutido más recientemente y ha generado una serie de enfoques para explicar la emergencia del periodo juvenil en los grupos indígenas como una etapa apenas re-conocida no sólo por la academia, sino por diversas etnias. Esto se debió al desconocimiento lingüístico y cultural por parte de los estudiosos, así como al desinterés en los ciclos, tránsitos y pases vitales. Ahora, la revisión de trabajos históricos, y sobre todo de etnografías, diccionarios y tesinas, así como de documentos políticos, educativos, gráficos y orales, ha servido para entender y explicar contextos, problemáticas y cambios entre los jóvenes indígenas latinoamericanos. En 2002, Pérez Ruiz documentó el “nuevo rostro” de los muchachos indígenas migrantes en las ciudades y más tarde, en el mismo año, publicó en el boletín de la Dirección de Antropología del INAH el sugerente artículo “Los jóvenes indígenas: ¿un nuevo campo de investigación?”, en el que cuestionó la novedad de este campo temático. En 2005 y 2006, Feixa y González evidenciaron la ausencia de trabajos sobre infancia, adolescencia y juventud entre los grupos indígenas y rurales, y rompieron con el supuesto de que la mayoría de indígenas latinoamericanos iniciaba su vida laboral y sexual a temprana edad por su extracción socioeconómica, lo que explicaba la “supuesta” omisión sociohistórica de la infancia y la juventud. El nacimiento de las juventudes urbano-populares y su estudio en los años ochenta fueron antesalas de las juventudes indígenas y rurales de los noventa, mientras que los procesos de modernización, migración e interculturalidad lo fueron para la conformación de líderes y representantes en los movimientos indígenas y grupos en lucha.

      Los primeros estudios sobre juventud indígena reprodujeron la visión colonialista, paternalista, etnocéntrica, clasista, sexista, adultocéntrica y, sobre todo, gerontocrática.5 Esto se debió al parámetro del joven occidental, el tipo ideal, un adolescente varón urbano no indígena, de clase media medianamente ilustrado, con acceso a la educación y a los medios de comunicación, y apto para navegar en los mundos de la telecomunicación y las tecnologías de la información. De ahí que muchas veces se hablara de la temprana adultez en infantes y adolescentes indígenas sin dar cuenta de las condiciones, los tránsitos y los procesos juveniles indígenas.

      Los estudios más recientes han tendido el puente entre: 1) las causas vistas como “externas” a las comunidades, por ejemplo las de orden educativo, económico, migratorio, tecnológico o comunicacional, y 2) los elementos identitarios supuestamente “endógenos”, asociados a sentidos y significados étnicos, la lengua, el territorio y el vestido, de los cuales se desprenden diferenciales de poder para que las muchachas y muchachos desempeñen cargos y compromisos comunitarios, así como roles de género y generacionales que otorgan filiación. Dicho puente aborda las juventudes indígenas desde su movilidad y agencia. En esta línea están los trabajos de Pacheco (1997,1999), Pérez Ruiz (2002; 2008, 2014), Cruz Salazar (2009, 2012a, 2012b), Urteaga (2008, 2010), García Leyva (2005) y García Martínez (2009). Tales estudios dignifican a los jóvenes indígenas como sujetos históricos involucrados en la resistencia, la visibilización, la reinvención y el cambio sociocultural, precisamente porque sus actuares muestran voluntad de pertenencia étnica. Muchos de estos trabajos han sido elaborados por los propios académicos, literatos, artistas y activistas indígenas que recuperan la memoria histórica y oral de sus pueblos, al tiempo que otros revisan etnografías clásicas para descifrar los sentidos juveniles registrados. Otros más se enfocan en la producción cultural juvenil indígena y en los estilos artísticos fundamentados en “el relato”, en el “acto de presencia” y en la “creación y recreación del sí mismo”; en ese mostrarse aquí y ahora trayendo a la memoria la historia de los abuelos y los jóvenes juntos, construyendo dialécticamente un presente tradicional y moderno con la lengua indígena y la música contemporánea —rock, hip hop, rap, punk—, junto con expresiones etnojuveniles —el grafiti, el break dance, el skateboarder, la poesía, el cuento, la pintura—, para retomar las lenguas indígenas como armas de lucha, como banderas de visibilización (Gama, 2008; Serrano, 2015; López Moya, et al., 2014). La interculturalidad, lo fronterizo, la vulnerabilidad, la transculturalidad, la migración y la globalización han sido temas recurrentes en estos trabajos (Pacheco, 1999; Pérez Ruiz, 2008; Urteaga, 2008).

      Aún nos falta mirar de manera transversal, interdisciplinaria y descolonizada los cambios en los grupos indígenas latinoamericanos que viven lo juvenil de otros modos. Los procesos vinculados con las narrativas de la colonialidad en comunidades “no letradas” y de tradición oral colaboran al desconocimiento lingüístico tanto de las narrativas, como de las cosmovisiones etnojuveniles. Es necesario hacer lecturas del mundo a través del territorio, la comunalidad, el ejido, la memoria, la corporeidad, los roles, los cargos, las prácticas sociales y los saberes locales, como coordenadas para entender los ciclos de la vida de modo integral y con una mediana duración. Entendemos que el reto es ver las distintas dimensiones identitarias —género, clase y etnia— a la par y en interacción con otros sujetos y en diversos contextos. Sólo así se podría observar el modo en que se priorizan filiaciones para navegar, sobrevivir o luchar en distintos espacios, en los que la sujeción/dominación cotidiana se lee a partir de las relaciones joven/adulto, indígena/no indígena, ricos/pobres y mujer/varón.

      Aggleton, Peter (2001), “Prácticas sexuales, enfermedades de transmisión sexual y sida entre jóvenes”, en Claudio Stern y Juan Guillermo Figueroa (coords.), Avances y retos para la investigación, México, El Colegio de México.

      Alpízar, Lydia y Marina Bernal (2003), “La construcción social de las juventudes.” Última Década, núm. 19, pp. 105-123. Doi: 10.4067/S0718-22362003000200008.

      Ariza, Marina y Orlandina de Oliveira (1999), “Inequidades de género

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