El Santuario de la Tierra. Sixto Paz Wells
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Читать онлайн книгу El Santuario de la Tierra - Sixto Paz Wells страница 26
–¡«Uno»!...
–¿«Uno»?... –preguntó ella.
–Sí: ¡«Uno»!
–¿El número uno? –volvió a preguntar.
–¡Todo es uno! ¡Desde lo infinitamente pequeño hasta lo inmensamente grande! La playa en donde te encuentras es como el Universo; la suma de todo hace la playa.
–Muy bien, y ¿qué pasa con el uno? –siguió preguntando Esperanza.
–Lo que hagas con tu vida y logres en ella afecta al todo. ¡Eso es ser uno!
»Si vives la unidad, podrás modificar todo lo que debe cambiar en ti y en cuanto te rodea.
–¿Y eso cómo se hace? –preguntó ingenuamente la niña.
–Sintiendo amor por ti misma. Si te amas, amarás a los demás y a todo lo que te rodea. El uno es amor. Ama lo que haces y hazlo todo con amor.
Esperanza se incorporó, pues sin darse cuenta se había quedado tumbada sobre la arena. Su madre la estaba abrazando, tratando de hacerla reaccionar.
–¡Esperanza! ¿Qué te ocurre hija? ¡Háblame!
–¡Lo siento mamá, no sé qué me ha pasado! De pronto la playa se convirtió en el Universo y cada granito de arena era como una estrella o un planeta, y eran tantos! Después escuché una voz que me hablaba con fuerza.
–¿Y qué te decía esa voz cariño?
–¡Que todos somos uno! ¡Que juntos somos la playa y todo lo que la playa representa!
–Qué bonito, es verdad que todos somos uno. Y si nos unimos podremos cambiar el mundo. Qué bien hijita que pienses así.
–¡No mami! no lo estaba pensando. Simplemente lo escuché en mi mente, como si alguien me lo estuviese diciendo.
Cuando la niña reaccionó las esferas ya se habían ido y los adultos presentes estaban comentando la extraña observación junto a otras personas en la playa. Esperanza se fue incorporando mientras tranquilizaba a la madre. Una vez en pie se fue a ver a Raquel que estaba junto al pozo en la arena.
–¿Qué te ha pasado Esperanza? Cuando bajé la mirada te habías ido y te vi acostarte en la arena –dijo Raquel.
–Creo que las esferas me llevaron al Universo. Algo de mí salió y se fue allí a toda velocidad.
–¿Y qué viste allí?
–¡No estoy segura! El Universo era como la playa, con millones de granitos de arena brillante que eran las estrellas. Y también miraba mi cuerpo luminoso, que estaba compuesto de esos millones de puntitos o granitos de arena, que eran a la vez pequeñas lucecitas. Pensaba que la luz está en todas partes y que nosotros somos luz… Entonces entendí que como me tratara a mí misma y lo que hiciera con mi vida también afectaría a toda la playa.
–A mí también me pasó algo que me resulta difícil entender. Cuando vi las esferitas en el cielo –comentó Raquel–, me dieron ansias de irme con ellas. Me dio como una añoranza que no sentía desde que era muy niña, cuando le decía a mi madre que mi familia y mi hogar no estaban aquí sino en las estrellas. Pero casi inmediatamente sentí temor de que realmente me llevaran. Fue muy extraño.
–¿Quizás tú viviste antes en algún lugar de las estrellas Raquel? Y ahora te ha tocado venir aquí a aprender algo o a ayudar. Por eso tuviste esos recuerdos cuando eras más pequeña.
–Pero si ya he tenido otra familia antes y viví en las estrellas, ¿cómo puedo hacer para que los sentimientos y sensaciones no se me confundan? ¿Cómo hago Esperanza para que mis recuerdos, que no son claros, no hagan que quiera menos a mis padres actuales?
–Por eso los recuerdos no son claros amiga, para que no te confundas y vivas aquí y ahora.
–Pero entonces, ¿ya no volveré a ver a mis otros padres? ¿Su recuerdo se perderá? ¿Y qué pasará cuando yo me muera de nuevo y vuelva otra vez? ¿Me olvidaré de mis actuales padres? Yo los quiero mucho –dijo entristecida Raquel.
–El amor es tan fuerte que no se pierde amiga, aunque uno no recuerde los detalles. Nuestra familia espiritual va creciendo con todas las familias que vamos conociendo y con las que vamos conviviendo de una vida a otra. Estoy segura de que antes de nacer y después de que nos morimos nos volvemos a juntar de alguna manera con todos ellos.
–¡Yo quiero que seas mi amiga siempre Esperanza!
–¡Ya lo somos y lo seguiremos siendo querida Raquel! ¡Y será para siempre! Nada podrá cambiar eso, aunque la vida nos aleje físicamente. Nuestras mentes, almas y corazones, que son más fuertes, nos mantendrán unidas en la distancia.
En ese momento, Raquel se acercó a Esperanza y la abrazó entrañablemente, soltando más de una lágrima. Las dos sintieron como si todo el vasto mar del Universo fuera testigo del pacto de amistad que sellaban.
Las niñas volvieron al juego divirtiéndose despreocupadamente, cuando repentinamente el hoyo de arena se llenó de agua. La pequeña inundación procedía de una ola que las alcanzó con fuerza, lo cual les produjo mucha risa y emoción. Al retroceder, el agua arrastró uno de los juguetes de las niñas. Entonces apareció de la nada una joven como de unos veinte años con el pelo largo y claro, vestida de blanco, que rescató el juguete y se lo llevó a las niñas.
–¿A quién se le perdió esto? –dijo la extraña joven de rostro triangular, muy bronceado y ojos extremadamente claros.
–¡A nosotras! –dijo Raquel.
–Tenéis que anticiparos a la posibilidad de que las olas os quiten vuestras cosas. La vida es similar a la playa: siempre hay que anticiparse a los peligros y amenazas. En la vida, si uno no está atento y no prevé lo que puede pasar, corre el riesgo de no estar preparado para hacer frente a las pruebas. Debéis prepararos estando más atentas y fortaleciendo vuestra sensibilidad y voluntad. El que seáis niñas pequeñas no significa que no llevéis dentro almas viejas que han madurado antes en vidas pasadas.
»Recordad que el siguiente mensaje es ¡«dos»!
–¿«Dos»? –preguntaron a coro las niñas.
–¡Sí, «dos»! Dos es el mensaje.
–¿Qué mensaje? –preguntó Esperanza.
–Si sois dos, si os unís con vosotras mismas y entre vosotras, nada os resultará imposible. Dos es unidad en el compartir, es vencerse a sí mismo enfrentando esa parte interna que te dice que no te esfuerces más de lo necesario. Dos es crecer en voluntad, enfrentando la aparente debilidad. Es descubrir la fuerza de tu ser interno y sumarte a otros para lograr las cosas.
»¿Alguna vez habéis logrado algo que os haya costado mucho esfuerzo conseguir?
–¡Sí claro! –dijo Raquel–. Me costaba mucho aprender matemáticas, pero me dije que podía hacerlo, que si otros compañeros lo hacían,