El Santuario de la Tierra. Sixto Paz Wells
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–Dime Pedro, ¿es cierto lo que se cuenta de que en su lecho de muerte el Inca vio a unos seres pequeños de cabezas grandes rondándolo, lo que habría llevado al oráculo de Pachacamac en la costa a interpretar que el Inca no moriría al estar asistido por semejantes presencias?
»Es curioso, pero esos seres pequeños y cabezones son los «grises» en la temática de los ovnis, seres presumiblemente provenientes de un planeta de la estrella Zeta Reticulli. Hoy por hoy son muchos los casos de los llamados «visitantes de dormitorio», gente que es aparentemente contactada por seres de este tipo en sus propias casas y hasta en sueños –comentó Aarón.
–¡Así es Aarón, tal cual!
»La muerte prematura del soberano y de su heredero llevaron a que los ejércitos imperiales nombraran de entre los príncipes a quien les era más cercano e inspirador y que estaba de su lado, que fue el caso de Atahualpa, mientras que los nobles de Cuzco tenían a su propio candidato llamado Inti Cusi Hualpa Huascar. Huayna Capac tenía muchas esposas entre princesas y concubinas, y por ende tuvo muchos hijos. Con este Inca se cumplió la profecía y la epidemia que costó la vida a un gran número de súbditos, acompañada de una guerra fratricida, así como de la invasión de los europeos apoyados por los rebeldes cañaris.
»Atahualpa capturó a Huáscar y lo mató; a la vez él cayó en la trampa de los Pizarro en Cajamarca, donde su guardia personal de élite fue masacrada.
»Uno de los hermanos de Atahualpa y Huáscar se llamaba Choque Auqui o «Príncipe Dorado» quien, al conocer todo lo ocurrido y relacionarlo con la profecía del Pachacuti, se retiró apresuradamente de Cuzco con algunos de los sacerdotes, vírgenes del Sol y gente del Ejército –sentenció don Pedro.
–¿Y se puede saber Pedro por dónde se fueron y hacia dónde? –preguntó don José.
–¡Fue tal y como dijo Esperanza! Salieron por la o túnel del Coricancha en dirección primero a Sacsayhuaman y de allí a los túneles y cuevas de Cusiyuchayoc, y siguieron camino a Paucartambo, Tres Cruces, Pilcopata, Alto Madre de Dios, Palotoa, y Pantiacolla, llegando hasta las mismas fuentes del río Siskibenia, por la ruta dejada por los ejércitos colonizadores de Tupac Yupanqui.
»Choque Auqui recibió en Paiquinquin, de manos de la gente del sumo sacerdote, el disco que fue recuperado y trasladado desde un Cuzco ya invadido por los conquistadores. Se lo arrebataron ante sus propias narices a los españoles una noche en la que los que lo custodiaban bebieron hasta perder el sentido.
–¿Y es como dice Esperancita que ese disco es tan especial que puede abrir portales entre dimensiones? –preguntó don José.
–¡Ciertamente querido amigo! Ese disco fue forjado, junto con los otros más pequeños, en una época en que habitaba la Tierra la primera raza originaria del planeta, la raza lemuriana. Esa raza lo produjo con oro alquímico, condensando en él toda la sabiduría y el conocimiento al que había tenido acceso. Y lo trajeron a Cuzco desde un lugar llamado «Los Altares», en el Chubut, en la Patagonia argentina, donde lo habían forjado hace miles de años con el conocimiento de la alquimia y a la vez con el poder de la palabra, la mente y el sentimiento.
–¿Para qué y por qué lo hicieron? –intervino el padre de Esperanza.
Pedro Tùpac se iba entusiasmando cada vez más con el relato aunque se le veía visiblemente inquieto, mirando hacia todos lados como para no revelar información que lo expusiera innecesariamente. Al confirmar que no había nadie extraño cerca, continuó, después de hacer una breve pausa en la que bebió un vaso de agua.
–No es bueno saber tanto querido amigo José, sobre todo cuando aún no es el tiempo para que las cosas ocurran. Saber demasiado o saber las cosas antes de tiempo lo expone a uno y expone el Plan. Solo os puedo decir que se hicieron los discos, el principal y los menores, para que la Humanidad llegara a verse a sí misma y supiese quien es realmente, observando el futuro probable, y descubriera todo su potencial y lo accionara para materializar la esperanza planetaria.
–¿Y se puede saber cómo llegó a Cuzco? –insistió inquieto José
–Solo te diré que, aunque no lo creas, lo transportaron los seres del cielo. Usaron sus naves para movilizar semejante espejo interdimensional, colocándolo primero y durante un buen tiempo en el lago Titicaca; después lo hicieron llegar a Cuzco, cuando esta ciudad se llamaba «Acomama», la ciudad de los antiguos. Y fue ahí cuando los discos más pequeños se repartieron por el mundo –refirió Pedro.
–¡No puedo creer que mi hija me haya contado más o menos toda esta historia sin haberla sabido de alguien! –intervino José.
Entre tantas revelaciones, el padre de Esperanza olvidó contarle a Pedro y a Aarón el encuentro con la ancianita de Chincheros y lo que esta había dicho; tampoco mencionó lo que Esperanza le contó del supuesto encuentro –que él no había presenciado– con don Mariano en Machu Picchu.
Pedro y Aarón lamentaron que en esos días no se pudiese concretar el encuentro de José con la niña y los representantes Q’eros, por lo que después de cenar los acompañaron a su hotel y quedaron en crear las condiciones para que esa entrevista se pudiese producir lo más pronto posible.
Lamentablemente el tiempo pasaría sin que dicha reunión se pudiese materializar, quizás porque el momento para que las cosas se den no es ni antes ni después, sino en el momento adecuado. Y aún tenían que pasar muchas cosas en la vida de Esperanza y a nivel mundial para que todo tuviese sentido y utilidad.
Padre e hija regresaron a Lima, y la niña le contó a su madre todo lo vivido, que la escuchó con avidez y curiosidad.
IV. EL UNIVERSO EN UNA PLAYA
«La Tierra es como una granito de arena en una inmensa playa. Y no es la única playa en el vasto océano del Universo».
Pasaron dos años. Era época de verano en la desértica costa peruana. La temperatura se había elevado de tal manera que el ambiente estaba soleado y luminoso, aunque se sentía húmedo por ese permanente colchón nuboso que difícilmente termina de convertirse en algo de lluvia, por lo que la familia, queriendo disfrutar de un tranquilo fin de semana, se dirigió a la playa al Sur de Lima. Nada más instalarse sobre la arena con las toallas y una sombrilla, Esperanza rápidamente tomó un cubo y una pala, y se acercó a la orilla del mar para entretenerse construyendo un castillo en la arena. Estaba distraída en ello cuando su madre la llamó para avisarla de que había llegado a la playa una familia amiga, acompañados de su hija menor.
–¡Esperanza, mira, han venido los Vega y está aquí tu amiguita Raquel!
Raquel era una niña delgada y alegre, de cabello rizado oscuro y trigueña, de la misma edad que Esperanza. Eran vecinas y coincidían en los paseos o las familias se ponían de acuerdo para quedar. Al encontrarse en la playa se alegraron mucho de verse y, tomándose de las manos, se acercaron al agujero que había empezado a cavar Esperanza en la arena. Estaban jugando cuando ambas sintieron el impulso de levantar la vista al cielo, que lucía azul sin nubes. De pronto observaron la presencia de una esfera como de color plateado a gran altura, pudiendo apreciar que giraba sobre sí misma y hasta se movía de un lado a otro como en zigzag. Después apareció otra y luego otra más haciendo triangulaciones, como jugando en el cielo.
Esperanza