Corrientes pedagógicas contemporáneas. Juan Carlos Pablo Ballesteros
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La escuela, escribe en Mi credo pedagógico, es primariamente una institución social. Siendo la educación un proceso social, la escuela es simplemente la forma de vida en comunidad en la cual se han concentrado todos los medios más eficaces para llevar al niño a participar en los recursos heredados y a utilizar sus propias capacidades para fines sociales. La educación es un proceso de vida y no una preparación para la vida ulterior. La escuela ha de representar la vida presente, que tiene que ser tan real para el niño como la que vive en su casa o en su medio social cotidiano. Para Dewey el hogar es la forma de vida social en la que el niño se ha creado y donde ha recibido su educación social. La función de la escuela es profundizar y ampliar su sentido de los valores recibidos en el hogar. Por eso la escuela tiene una función subsidiaria, que viene a ser como una extensión de la formación familiar.
La educación debe estimular la capacidad del niño por las exigencias sociales en las que se encuentra, estimulándolo a actuar como miembro de una unidad social más amplia que el hogar. Pero no por esto el niño pierde su individualidad, ya que su crecimiento individual y el interés por el orden social deben estar en armonía. La democracia no se puede desarrollar sin una educación que la haga posible, y la escuela es un agente esencial en este proceso.
En lo que respecta a la función del docente Dewey consideró que su función era la de proporcionar las circunstancias que facilitaran una buena experiencia. No es un mero transmisor de información, sino que debe organizar las actividades de modo que se produzca en el alumno un proceso de descubrimiento en el que lo experimental tiene un papel muy importante. Además, coherentemente con todo lo que he expuesto antes, la misión del docente no es la de proporcionar herramientas útiles para un futuro ignoto sino la de formar un ambiente en el cual el alumno participe de una verdadera vida social. Entiende que allí está la mayor dignidad de la profesión docente: la de ser un servidor social destinado a mantener el orden social y asegurar el desarrollo social acertado.44 Su función es provocar una experiencia vital y personal. No está en la escuela para imponer ciertas ideas o para formar determinados hábitos en el niño, sino que es un miembro de la comunidad para seleccionar las influencias que han de afectar al niño y para ayudar a responder adecuadamente a estas influencias.45 Entiende que cuando la educación se basa en la experiencia educativa como un proceso social el maestro pierde su posición de dictador exterior y asume la función de guía de las actividades del grupo. Pero aquí seguramente hay en este autor un manifiesto deseo de apartarse de la concepción del maestro autoritario de lo que él denomina educación tradicional. Olvida Dewey que según nos ilustra la psicología social, el grupo escolar casi nunca es un grupo en el sentido psicosocial estricto, y que el docente no es un mero integrante de ese pseudo grupo que solamente se limita a facilitar las tareas que éste desea realizar. El maestro no solamente es guía en el sentido deweyniano, sino que su papel es efectivamente dirigir las actividades de sus alumnos hacia un fin deseable.
John Dewey es un autor que no siempre ha sido comprendido correctamente y ha recibido críticas que no siempre han sido justas. Como se sabe, sus ideas educacionales siguen teniendo una influencia muy grande, y más allá de coincidencias o divergencias, como todo autor destacado se merece un estudio menos superficial que el que algunas veces tiene. También hay que tener bastante cuidado con el lenguaje que emplea, lleno de expresiones propias de su tiempo y comprensibles solamente en el contexto del ambiente cultural norteamericano. En general es más conocido por sus obras sobre educación, pero tuvo también una gran preocupación por la filosofía política, inseparable, por otra parte, de su filosofía de la educación. Siempre se definió como un liberal, pero esta palabra también tiene un sentido diferente al que se le da en otros contextos. Desde joven manifestó su oposición al rumbo que tomaba el capitalismo norteamericano. Y mantuvo siempre esa posición. En 1927 protestó enérgicamente por la ejecución de Sacco y Vanzetti, dos inmigrantes italianos acusados falsamente de robo, anarquismo y asesinato, y reivindicados en 1977. Y en 1937, a los setenta años, viajó a México para presidir la comisión que juzgó a León Trotski —a pedido de éste—, en la casa del pintor comunista Diego Rivera, y que lo declaró inocente de los cargos por los que había sido expulsado de la Unión Soviética estalinista. Es muy posible que Dewey haya sido el último pragmatista en sentido estricto, ya que el pragmatismo posterior reapareció mezclado con otras filosofías «europeas», principalmente con la llamada filosofía analítica. Sus escritos, después de un cierto período de olvido, han vuelto a estudiarse en los últimos años, y son innumerables las tesis doctorales que se le han dedicado a fines del siglo XX y en lo que va del XXI.
1 Cfr. Whitman, Walt: Hojas de hierba. Trad. de Leandro Wolfson. Ed. Longseller, Buenos Aires, 2002; en particular: Canto de mí mismo.
2 Menand, Louis: El club de los metafísicos. Historia de las ideas en los Estados Unidos. Trad. de Antonio Bonnano. Ed. Destino. Buenos Aires, 2003, p. 51.
3 También influyeron en algunos de los principios pragmatistas las ideas de Charles Darwin.
4 Cfr. Menand, Louis, p. 210.
5 James, William: Pragmatismo. Un nombre nuevo para viejos modos de pensar. Trad. de Luis Rodríguez Aranda. Ed. Sarpe, Madrid, 1984, p. 66.
6 Dewey, John: Democracia y educación. Una introducción a la filosofía de la educación. Trad. de Lorenzo Luzuriaga. Segunda edición. Ed. Morata. Madrid, 1997, p. 50.
7 Cfr. Dewey, John: Naturaleza humana y conducta. Introducción a la psicología social. Trad. de Rafael Castillo Dibildox. Fondo de Cultura Económica. México, 1964, p. 40.
8 Idem, p. 90.
9 Dewey, John: Liberalismo y acción social y otros ensayos. Trad. de J. Miguel Esteban Cloquell. Edicions Alfons el Magnànim. Valencia, 1996, p. 89.
10 Idem, p. 101.
11 Dewey, John: «La evolución del pragmatismo norteamericano (1925)». En: La miseria de la epistemología. Ensayos de pragmatismo, Trad. de Angel Manuel Faerna., Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2000, p. 64.
12 Ibidem.
13 Como por ejemplo en «El concepto de arco reflejo en psicología (1896)». En: La miseria de la epistemología, p. 107.
14 Dewey, John: Lógica. Teoría de la investigación. Trad. de Eugenio Imaz, México, Ed. Herrero Hermanos, 1965, p. 22. Cursiva en el texto.