Corrientes pedagógicas contemporáneas. Juan Carlos Pablo Ballesteros

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Corrientes pedagógicas contemporáneas - Juan Carlos Pablo Ballesteros

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en la educativa. La revisión que exige el sistema educacional americano no puede ser solucionado, en su opinión, por la educación misma.

      El papel que la educación cumple en el seno de la sociedad ha sido interpretado como una actividad adaptativa a la comunidad a la que pertenece y como una actividad creadora que puede modificar e incluso reconstruir el ámbito del que deriva. Sin embargo para Brameld ninguna de estas interpretaciones repara en el factor determinante de las limitaciones y restricciones en materia educativa y de sus posibles oportunidades creadoras. Este factor es la cultura, ya que la educación ha sido directamente creada a partir del material cultural que le proporciona no sólo sus propias herramientas y materiales, sino también su misma razón de ser.

      La educación alcanzará la dimensión que le corresponde en la medida en que incorpore en los programas de formación las experiencias y los conocimientos que le aportan las más diversas áreas de las realizaciones humanas. Por ello sus bases deben establecerse teniendo en cuenta todos los aspectos de la cultura, desde las ciencias naturales y sociales hasta el arte y la filosofía, entre los que se destaca el que proporciona la antropología cultural, que es en la opinión de Brameld la principal fuente para elaborar una teoría educacional.

      La inquietud que trasuntan sus obras estaba muy extendida por esos años: la traumática experiencia del holocausto nuclear y un futuro impredecible en el que la humanidad podía avanzar como nunca lo hizo o marchar a su aniquilamiento. Observa Brameld que para esto último ya ni siquiera es necesario detonar artefactos nucleares: una parte cada vez mayor de la humanidad está siendo «destruida» paulatinamente por medio de la opresión, del desempleo, del hambre, de la ignorancia, de la explotación y de las enfermedades.

      La educación, sin embargo, no ha progresado en la prevención de estos males; por el contrario, ha retrocedido, porque la teoría que fundamenta la práctica se ha volcado de manera creciente hacia cánones tradicionales y teorías antiguas, que en su opinión son ineficaces para guiar la época revolucionaria que, para bien o para mal, ya se está viviendo. En esto la postura de Brameld se manifiesta claramente antitradicional, ya que parece sostener que para mirar hacia el futuro hay que desembarazarse del pasado.

      El diagnóstico que realiza de su presente lo lleva a denunciar una crisis epocal, signada por una importante dislocación de las instituciones, los hábitos, los métodos de vida, las habilidades y los valores. Para solucionar esta crisis el hombre no posee un poder más grande que el que brinda la educación. Pero para que ésta sea capaz de conducir al hombre hacia una vida mejor es necesario que sus fines sean buenos. Tanto el poder como el conocimiento son amorales, afirma, por lo que no poseen una determinación previa sino que pueden utilizarse para fines que pueden ser opuestos a los deseados.

      Es aquí donde Brameld centra su principal crítica al progresivismo, por su ineficiencia en el tratamiento de los fines educacionales. Es apremiante, sostiene, formular los fines y objetivos deseables de la educación; construir un esquema para el futuro en que se contemple la exigencia de otorgar iguales oportunidades de lograr una distribución equitativa de recursos y tareas, de realizar las actividades responsablemente en vista del objetivo común que garantice una convivencia armónica.

      De esta manera, se alejará el peligro de la autodestrucción, puesto que al planear desde el presente la sociedad futura, se procurará no dejar nada librado al azar. Así la libertad del hombre consistirá en obrar de acuerdo con el plan previsto. Por ello afirma que la educación es inexcusablemente normativa, está obligada a prescribir, es decir, a procurar que los fines deseables de la cultura sean cumplidos eficientemente, con un máximo aprovechamiento de los recursos disponibles. El contenido de esas normas y prescripciones lo constituyen los valores que la educación procura perpetuar y enriquecer. De allí que la educación esté completamente «orientada por los valores».

      La consideración de los valores culturales realizada desde la perspectiva de la antropología cultural lo lleva a realizar una investigación científica de los mismos. Siguiendo en este punto a Alfred Kroeber afirma que un enfoque histórico o descriptivo parecería el más fructífero, ya que en la comprensión de las culturas lo más esencial es el conocimiento de los valores que las orientan. Pero este método lo llevará a postular un sincretismo axiológico, es decir, a tomar de cada cultura los valores comúnmente aceptados, para proponerlos como normas universales.

      Según Brameld el reconstruccionismo es una propuesta para la época que surge. El progresivismo había representado la propuesta para una época de transición, situada entre la era ubicada a grandes rasgos entre los siglos XV y XIX, era del industrialismo, del nacionalismo, de la democracia y del liberalismo individualista, y una segunda época que aún no ha surgido completamente.

      Para Brameld el progresivismo había puesto su énfasis sobre los medios de la educación, sobre el proceso más que sobre el producto deseado. Para él la filosofía educacional que se necesita para esa nueva época que pugna por surgir puede aprender mucho del progresivismo, pero debe apuntar a quitarle sus deficiencias y reconstruir sus principios, métodos y contenidos.

      Siendo la educación resultado de la cultura, y manifestándose ésta en la nueva época con la complejidad que se ha señalado, la tarea educacional en su nueva formulación no puede sino ser integrada e interdisciplinaria, lo que supone superar el «encasillamiento tradicional». La integración deberá ser entonces el principio rector de toda organización educativa sobre temas, unidades, materias, programas y planes. Esta integración tiene como objetivo inmediato no reducir el estudio de la cultura solamente a alguno de sus aspectos, aislado de todos los demás; y como objetivo mediato establecer una integración de carácter mundial en la que los principios y tareas que lleve a cabo la educación sean comunes para todas las religiones del planeta, ya que estamos viviendo, en su opinión, una época intercultural e internacional.

      Esta integración se logrará con el aporte de la filosofía de la educación que considere y organice los estudios de antropólogos culturales, psicólogos, historiadores, religiosos, artistas, etc., para poder alcanzar esa visión cosmopolita universal, necesaria para la vida moderna y propósito final de la educación en general.

      Esta planificación debe realizarse teniendo en cuenta los datos y experiencias pasadas y los recursos existentes, pero siempre en función del futuro. De allí que para Brameld reconstruir no significa desechar todo elemento del pasado sino modificarlo, corregirlo, reorganizarlo o innovarlo.

      El reconstruccionismo se presenta así como una «filosofía de crisis», que deberá tener la vitalidad suficiente como para eliminar todos aquellos obstáculos que opongan o retrasen el logro de los cambios previstos en el orden social. La propuesta de Brameld es entonces la de una sociedad planeada para el futuro en función de fines y objetivos que le indiquen al hombre lo que debe hacer. A su entender, uno de los errores del progresivismo fue considerar una sociedad planeadora, en la que cada sujeto construye su destino atendiendo al presente inmediato en el que se constituirá su forma de vida asociada.

      Según Brameld, la sociedad planeada que propone dará como resultado un esquema de lo que hemos elegido para el futuro, y que no resulta una utopía porque hoy poseemos los recursos para llevarlo a cabo. Por eso la tarea que la hora presente nos exige es construir modelos para el futuro, discutirlos y elegir aquel que tenga consenso social.

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