Corrientes pedagógicas contemporáneas. Juan Carlos Pablo Ballesteros
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Según esto, el reconstruccionismo es una suerte de continuación del progresivismo, pero se muestra más categórico en insistir que la educación debe ser primordialmente un medio para reconstruir la cultura. Es radical, tal el término utilizado por Brameld, porque esa tarea de reconstrucción debe prepararse para eliminar muchos precedentes que rechazan los cambios, urgentes en una época como la contemporánea.
Definido como una «filosofía de la crisis», el reconstruccionismo parte del presupuesto de que una crisis de la educación supone una crisis en la cultura. Un análisis objetivo de esta circunstancia nos indica, escribe Brameld, qué camino debe tomar la humanidad, pero nada nos asegura en absoluto qué camino tomará. De allí el importante papel que desempeñan los valores en el análisis y la interpretación de la crisis. El reconstruccionista reconoce en la situación actual una confusión e incertidumbre morales. Pero también considera que hay nuevos valores en los que es preciso confiar. De allí que la búsqueda y descripción de esos valores sean una de las tareas más urgentes de la educación, mediante la cual podamos precisar qué hay de malo en los valores que hemos sostenido hasta ahora y qué valores debemos sostener en adelante.
Con respecto a esta tarea Brameld encuentra otra actividad que es concomitante y de tal entidad que prácticamente eclipsa a todas las demás: la formación de una civilización mundial tan poderosa y tan comprometida con los valores que se elijan, que sea capaz de combatir las fuerzas que se opongan a esa propuesta. Brameld descuenta que un número suficiente de personas llegará a convenir que el tipo de civilización mundial que más desean es el democrático, pero no por eso descuida los medios que considera más idóneos para asegurarlo.
En la consideración de esos medios destaca el autor que otra característica definida del análisis reconstruccionista es su insistencia en las limitaciones de la razón humana. «En muchos aspectos, escribe, el hombre posee impulsos irracionales tremendamente poderosos, tanto en su interior como en sus relaciones con otros hombres».48 Para lograr esa civilización democrática mundial deben reconocerse y utilizarse esas poderosas fuerzas irracionales para orientarlas hacia las metas mencionadas.
El recontruccionalismo, escribe Brameld, busca nuevas penetraciones en la naturaleza individual y colectiva del hombre, con el objeto de capitalizar sus energías. Para ello aplicará el recurso de la psiquiatría, que indaga los complejos emocionales del hombre. El reconstruccionismo sostiene que el conocimiento de dichos complejos es tan necesario que ningún maestro se puede preparar eficazmente si no está familiarizado con los principios de esta ciencia.
El segundo recurso para indagar las fuerzas irracionales del hombre es el conocimiento que aportan las ciencias sociales, especialmente el relacionado con la dinámica de los grupos y las clases sociales. Para Brameld ha sobresalido Freud en el estudio de las fuerzas irracionales individuales y Carlos Marx en el de las fuerzas irracionales colectivas. Ciertamente que los medios que pondrá en práctica el reconstruccionista para utilizar la educación como poder capaz de renovar la civilización son racionales, afirma el autor, pero sólo serán eficaces si logran reconocer el poder de lo irracional.
En síntesis, para Brameld «...la filosofía reconstruccionista representa una modificación fundamental de los planes de estudio de las escuelas, desde el jardín de niños hasta la universidades, pasando por la enseñanza secundaria y los colegios. Además, debe alterarse radicalmente el proceso de aprendizaje y el de enseñanza. Finalmente, habrá de cambiar el régimen de la educación, incluyendo su administración y elaboración de sistemas. Así pues, los planes de estudio, el proceso de enseñanza y aprendizaje y el régimen de la educación, tendrán que transformarse. Esto lo implica una filosofía democráticamente radical, que sostiene que las modificaciones parciales, insignificantes, no sirven para alcanzar los objetivos necesarios. Únicamente el planteamiento reconstructivo, de largo alcance, de la educación como fin y como medio, será útil en una época como la actual».49
La educación y la cultura
Sostiene Brameld que la educación tiene siempre un carácter normativo. Está gobernada por normas que derivan de la cultura en la que están insertas. Se ha visto ya que para este autor la educación nace en la cultura, y es allí donde adquiere su más profunda significación. No es de extrañar entonces que Brameld dedique particular atención al estudio de la cultura, tarea que emprende fundamentalmente es su obra Bases culturales de la educación. Una experiencia interdisciplinaria.
Lo primero que corresponde precisar es el concepto mismo de la cultura. Brameld recurre —será una constante en toda esta obra— al aporte de los antropólogos culturales, y encuentra en la obra publicada en 1871 por Edwar Burnett Tylor (1832–1917), Cultura primitiva, la definición tantas veces citada: «Cultura o civilización... es aquella totalidad compleja que incluye conocimiento, creencias, arte, moral, ley, costumbre, y todas las demás capacidades y hábitos que el hombre adquiere como miembro de la sociedad».50
Se observa en esta definición que hay una identificación de significado entre los términos cultura y civilización, superando la noción tradicional que consideraba lo «civilizado» como superior a lo «primitivo». Al hablar de «totalidad compleja» indica que la cultura posee una unidad por múltiples que sean las partes que la componen, pudiendo llegar a esquematizarla, diseñarla o estructurarla a partir del descubrimiento de los aspectos comunes y de las relaciones que se establecen particularmente en su interior; y entre las culturas en general, por la comparación.
Los elementos que hacen compleja esta totalidad son los conocimientos y las creencias, que son manifestaciones de la vida psíquica y que implican la inclusión de la filosofía, la religión, la ciencia, el folklore y la superstición; el arte, las normas morales y los valores que se expresan materialmente en grupos visibles; la ley y la costumbre que muestran el carácter de regularidad y continuidad de la conducta; las capacidades y hábitos que el hombre adquiere como miembro de la sociedad.
En esta última parte de la definición se puede establecer que es el hombre el que crea la cultura, pero esto no lo realiza en forma aislada sino en sociedad con otros, como «socio» de una comunidad, la cual le transmite un cierto orden de valores, hábitos y capacidades en diversos oficios, en normas sociales comunes que le posibilitan una convivencia armónica, y que no se adquieren por herencia genérica sino por «herencia social». Son estos valores, esas tradiciones y esos hábitos comunes los que le dan a una sociedad el carácter de cultura.
Es a través de la educación como la persona incorpora las formas de vida de una cultura determinada, por medio del aprendizaje de pautas sociales, símbolos, expectativas, sentimientos, etc. Es decir que la educación transmite los valores propios de la cultura en la que está inserta, lo que no siempre implica la clara conciencia de cuáles deben ser esos valores.
El contenido de las normas que se pretenden comunicar derivan de los valores inherentes a una cultura determinada; pero si el esfuerzo educativo está centrado en el estudio de los métodos y técnicas de transmisión y no en lo que le da sentido, que son los fines, entonces surgen los problemas que actualmente demandan una urgente tarea de reconstrucción.
Los problemas de educación y cultura que Brameld sugiere encarar son:
1 El problema del orden humano.
2 El problema del proceso humano.
3 El problema de los fines humanos.
Para Brameld el orden