El orden de 'El Capital'. Carlos Fernández Liria

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El orden de 'El Capital' - Carlos Fernández Liria Pensamiento crítico

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se dan las condiciones experimentales acordadas, el trabajo complejo o calificado es perfectamente reductible a una determinada cantidad de trabajo simple. El valor de un plano de arquitecto consiste en la «cantidad de trabajo simple y socialmente necesario» cristalizado en él. El presupuesto de que esto sea así es, naturalmente, que se pueda afirmar que de verdad existe una competencia entre arquitectos y pastores (y no sólo entre los arquitectos entre sí y los pastores entre sí); o sea, que cualquiera pueda en todo momento cambiar su posición en el juego mercantil (un presupuesto de lo que Schumpeter llamaba «concurrencia perfecta», cuando explicaba las limitaciones de la teoría del valor en virtud de que sólo resultaban aplicables a un «caso excepcional y muy improbable»).

      Podría ocurrir también que hubiera bienes habitualmente más necesarios o más demandados que otros y que eso tendiera a alejar los precios de los valores. Podría parecer entonces que, por ejemplo, pudiera ser más rentable trabajar como panadero que como zapatero, o traducido a los términos de nuestro problema: que los panaderos, trabajando el mismo tiempo que los zapateros, obtuvieran más dinero que éstos. Que, por lo tanto, fuera más rentable el trabajo concreto de panadero que el trabajo concreto de zapatero. Ahora bien, es fácil comprender que, al día siguiente, muchos zapateros se habrían metido a panaderos. El aumento de la oferta de pan haría descender los precios y el descenso de la oferta de zapatos haría aumentar los precios, con lo que la situación empezaría a invertirse, sin llegar a estabilizarse más que en el momento en que lo que determinara el precio bien del pan, bien de los zapatos no fuera el trabajo concreto del panadero o del zapatero, sino una especie de trabajo simple y general, un trabajo abstracto, una especie de cantidad de trabajo humano indiferente.

      De este modo, aquello que, mientras se respeten las condiciones supuestas, determina el movimiento real de las mercancías, el valor, resulta consistir en algo así como esto: la cantidad de trabajo (simple y abstracto) socialmente necesario, cristalizado en una mercancía. El valor, aquello que permite igualar en este mercado «de laboratorio» 30 varas de lienzo y 2 sacos de patatas, es, como nos dice Marx, una especie de gelatina de trabajo humano indiferenciado y abstracto. La ley del valor afirma, por tanto, que en el mercado siempre se intercambian cantidades equivalentes de trabajo humano (simple, abstracto y socialmente necesario).

      1.2.3 El juicio de Schumpeter y la sanción final «adversa a Marx»

      Nos encontramos, pues, con una paradoja insólita. Marx, el «mayor erudito de su época», «un trabajador infatigable al que nada se le escapaba», toma desde el principio la peor de las decisiones: apuntarse al único camino teórico que no llevaba a ninguna parte. Es así como Marx se apartó, con su primer paso, de la línea en la que progresaba, mientras tanto, la historia de la economía, hasta su resultado actual.

      El caso es que Marx parte, efectivamente, de la teoría del valor y, además, es notorio que reflexionó durante diez años de trabajo infatigable sobre esta decisión. En el Prólogo a la primera edición de El capital nos señala que la Sección 1.ª, en la que obtenemos como resultado la «ley del valor», es la más difícil y la más trabajada. Esta Sección 1.ª será también, en el seno de la tradición marxista, la más incomprendida y la que más confusiones y malentendidos ha generado. La cuestión de qué hacer con ella, de cómo valorar el verdadero sentido que cumple en el conjunto del Libro I y, lo que es un problema aún mucho mayor, respecto a la teoría de los precios de producción esbozada en el Libro III, todavía no está decidida, aunque se haya escrito y discutido incansablemente al respecto. Para los economistas la cosa está clara, como vemos: en la Sección 1.ª, Marx arruina su investigación desde su mismo comienzo, abrazando una teoría obsoleta. Pero el caso es que, para los marxistas, esta sección se convirtió también en un verdadero avispero. Althusser, en un artículo en el que enumeraba unos consejos e instrucciones para la lectura de El capital, recomendaba comenzar saltándose la Sección 1.ª; no es que aconsejara no leerla, pero aconsejaba hacerlo tan sólo después de haber leído dos o tres veces el resto del Libro I. Este consejo, casi de carácter terapéutico, que pretende utilizar a Marx para protegerle de sí mismo, no da mucho resultado, pero proporciona una idea de la magnitud del problema. En realidad, como vamos a ver, la interpretación del Libro I (y aún más del resto de El capital) depende directamente del papel que otorguemos a esta Sección 1.ª y, en consecuencia, de cómo interpretemos la decisión de Marx de adherirse a la teoría del valor.

      Y el caso es que,

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