El orden de 'El Capital'. Carlos Fernández Liria
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу El orden de 'El Capital' - Carlos Fernández Liria страница 16
Otro punto importante que Schumpeter somete a consideración es la aportación de Marx en el campo de los ciclos económicos, a la que califica de «sumamente difícil de apreciar». Se ha clasificado la teoría de Marx sobre los ciclos entre las teorías de la sobreproducción o el infraconsumo. Así parece que es a simple vista, ya que Marx, en efecto, ha insistido en que, por una parte, las masas serán cada vez más pobres y, por otra, que la producción será cada vez mayor, de modo que el mercado será más y más incapaz de digerirla. Sin embargo, Schumpeter insiste en que esta teoría «demasiado sencilla» de los ciclos económicos no hace justicia a Marx (incluso señala el lugar en el que es el propio Marx el que se ha demarcado expresamente de este tipo de planteamientos). ¿Quiere esto decir que Marx habría elaborado otra teoría más compleja del ciclo económico? En opinión de Schumpeter, no es así: la contribución de Marx a este respecto es, sin duda, impresionante, pero se compone, más bien, de un conjunto de aportaciones caleidoscópicas, observaciones agudas y minuciosas y una fuente inagotable de «factores externos». Aquí, Marx «se liberó de la servidumbre de su sistema y quedó en libertad de mirar los hechos sin tener que violentarlos»[41]. Y por ese camino, llegó en realidad, muy lejos:
Prácticamente encontramos aquí todos los elementos que se encuentran siempre en todo análisis serio de los ciclos económicos y, en conjunto, hay muy pocos errores. Además, no hay que olvidar que la mera percepción de la existencia de los movimientos cíclicos fue una gran aportación para aquella época. Muchos economistas anteriores a él tuvieron un presentimiento de ellos. Sin embargo, en lo fundamental enfocaron su atención sobre los derrumbamientos espectaculares que habían de denominarse «crisis». Y estas crisis no las vieron a su verdadera luz, es decir, a la luz del proceso cíclico del que son simples incidentes. Las consideraron, sin mirar detrás o debajo de ellas, como desgracias aisladas que sucedían a consecuencia de errores, excesos, conductas equivocadas o bien a consecuencia del funcionamiento defectuoso del mecanismo del crédito. Marx fue, en mi opinión, el primer economista que se elevó por encima de esta tradición y que se anticipó –prescindiendo del complemento estadístico– a la obra de Clement Juglar[42].
Es decir, Marx concibió correctamente que el fenómeno de las crisis económicas había que entenderlo desde una teoría del carácter cíclico de la producción capitalista. Incluso llegó a esbozar, en los borradores del Libro III, la teoría de unas oscilaciones más amplias, que acompañarían a los ciclos económicos en forma de ondas ascendentes y descendentes de larga duración, anticipándose, de ese modo, a la obra de Kondratieff.
Schumpeter señala todavía que la confianza de Marx en que las propias leyes de la evolución capitalista harían reventar en un estallido final a la sociedad capitalista (cosa que, en realidad, es muy discutible que Marx sostuviera realmente, tal como comprobaremos nosotros más adelante) supone otro ejemplo de cómo «la combinación de un non sequitur con una visión profunda» permite llegar a conclusiones acertadas. Pues Schumpeter también cree que la evolución capitalista destruirá la sociedad capitalista[43], aunque no por los mismos motivos que Marx.
«En el tribunal que juzga la técnica teórica, el veredicto tiene que ser adverso a Marx[44].» Esta conclusión final que dicta Schumpeter es, sin embargo, acompañada de dos tipos de atenuantes. Por algún motivo, el conglomerado de errores que Marx pretende hacer pasar por su teoría es, normalmente, capaz de ver más lejos y con mayor agudeza que todos los economistas de su época. Pero, sobre todo, y esto es de la máxima importancia, Marx ha sido, según Schumpeter, el primer economista que ha pretendido proporcionar a la economía un método y un desarrollo sistemático, es decir, un estatuto verdaderamente científico. «Así, el autor de tantas concepciones falsas fue también el primero en vislumbrar lo que aún en la actualidad sigue siendo la teoría económica del futuro, para la cual estamos acumulando, lenta y laboriosamente, piedra y mortero, hechos estadísticos y ecuaciones funcionales[45].»
Se presupone, por tanto, que lo que hay que hacer es lo que Marx pretendió hacer; sólo que, para llevarlo a buen término, será preciso, primero, acumular «lenta y laboriosamente» «piedra y mortero», es decir, un material empírico suficiente. La economía, se nos ha dicho, es una «ciencia positiva» que trata de «describir o explicar procesos reales». Nada parece más natural que comenzar, pues, por acumular experiencias y ordenarlas mediante «ecuaciones funcionales» que permitan manejarlas.
Como hemos visto, Marx ha hecho, al parecer, todo lo contrario. Ha sentado un presupuesto metafísico, en el que ha invertido años de trabajo y toda la Sección 1.ª de El capital, y se ha puesto a deducir a partir de él. Seguidamente, ha desarrollado una «teoría insostenible» para, luego, ir asentando sobre ella una «teoría artificiosa». Este «artificio» da sus resultados, sin embargo: las conclusiones de Marx suelen ser correctas, algunas incluso de sentido común para la economía actual, otras son calificadas de geniales, profundas y penetrantes. Habiendo partido de una premisa desencaminada y puramente metafísica, cada uno de estos aciertos se explica, curiosamente, en virtud de fallos en la deducción. Mil errores subsiguientes acaban por compensar el error inicial de haberse aventurado por la «senda perdida» de la teoría del valor. Los aciertos de Marx «no se siguen» de la premisa inicial. En realidad, Marx deduce mucho menos de lo que parece que deduce, o, cuando deduce, deduce mal. Lo que pasa es que ese «trabajador infatigable», mientras tanto, no ha parado de observar minuciosamente los hechos patentes de la realidad económica. Los ha observado con más paciencia y con más sentido que el resto de sus contemporáneos, y Marx nunca tiene reparo, por lo visto, en liberarse de la «servidumbre de su sistema» para acomodarse a sus penetrantes observaciones.
1.3 Observación y teoría. El lugar de la teoría del valor en la arquitectura de El capital
1.3.1 Sobre el juicio a Galileo
La primera línea de El capital dice que en las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista «la riqueza aparece como una inmensa acumulación de mercancías»[46]. Esto parece una constatación de hecho. Pero, a renglón seguido, los dos centenares de páginas de la Sección 1.ª se ocupan de desarrollar la teoría del valor, introduciendo su investigación en un tinglado «metafísico» nada habitual en las ciencias positivas.
Así pues, Marx ha ido de la teoría a la observación y no de la observación a la teoría, como parece natural. Sin embargo, la cosa no tiene nada de natural. Si esta alegación fuera definitiva, Francis Bacon debería haber sido, en lugar de Galileo, el padre de la física moderna. De hecho, es sorprendente constatar que el hilo conductor más básico de la argumentación de Schumpeter contra Marx presenta un paralelismo chocante con el tipo de argumentación que se esgrimió, en su momento, contra Galileo, en un tribunal que, por cierto, también fue «adverso» a su «técnica teórica». Sólo que, en este caso, el camino de Galileo logró en muy poco tiempo