Errores del corazón - Un hombre enamorado - Alma de hielo. Linda Lael Miller

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Errores del corazón - Un hombre enamorado - Alma de hielo - Linda Lael Miller страница 15

Errores del corazón - Un hombre enamorado - Alma de hielo - Linda Lael Miller Omnibus Julia

Скачать книгу

disfrutarás.

      —No lo dudo —dijo Josh, mirando los ojos castaños y los húmedos labios rojos de Stacie.

      El aire, que había sido fresco y ligero momentos antes, se volvió pesado y cálido. Todo se desvaneció y Stacie sólo pudo ver a Josh: las largas pestañas oscuras que enmarcaban los ojos azul brillante, los labios firmes de dulce sabor…

      —¿Qué has preparado?

      La frase la golpeó como agua fría. Stacie parpadeó y volvió a la realidad: besar a Josh la primera vez había sido un error, besarlo una segunda sólo incrementaría ese error.

      —Traigo pasta de tomate, albahaca y queso brie para untar, ensalada de arroz y gambas y barritas de cereales y frambuesa. Pero mi plato favorito es la ensalada gourmet de atún sobre trigo —anticipando el refrescante sabor de la mezcla de atún, alcaparras y almendras, a Stacie se le hizo la boca agua—. El atún es uno de mis ingredientes favoritos. Las aceitunas verdes y la salsa Worcestershire lo transforman de algo común en…

      —¿Atún?

      Stacie dejó los cubiertos y las servilletas y le prestó su atención.

      —¿Te encuentras bien?

      —Sí. Es sólo que no soy hombre de atún.

      Claro, pensó ella. Estaban en tierra ganadera. Carne asada con queso suizo habría sido una elección más segura. Además, el atún podía ser bastante insulso, dependiendo de quién lo preparara. Sin embargo, el suyo era espectacular. No dudaba que se aficionaría a él en cuanto lo probara.

      —El mío te encantará.

      —Creo que no me he explicado bien —dijo Josh—. No lo soporto, me pone enfermo.

      Su tono no dejó lugar a duda o a discusión. Stacie se inclinó hacia la cesta para ocultar su desilusión. Se dijo que no debía tomárselo a mal.

      —No importa. Hay muchas otras cosas.

      —Sólo el olor me da náuseas —añadió él.

      —Lo entiendo —la decepción dio a su voz un tono algo áspero. Alzó el rostro y le sonrió—. Todos tenemos comidas que no nos gustan. De hecho, esto me recuerda una historia que solía contar mi madre.

      Josh descorchó el vino y sirvió dos copas. Entregó una a Stacie y se sentó a la mesa. Ella se sentó frente a él.

      —¿Esa historia tiene que ver con el atún?

      Stacie, riéndose, sacó el resto de la comida.

      —No, con las patatas al gratén.

      —Uno de mis platos favoritos —los ojos de Josh se iluminaron.

      —Mío también —afirmó Stacie—. Le gusta a toda la gente que conozco, excepto a mi madre. Una vez tomó una ración enorme y le sentó fatal. Desde entonces, el plato pasó a encabezar su lista de «nosoportonisuolor».

      Josh agarró un trozo de pan y empezó a untarlo con la pasta de brie.

      —Lo curioso es que un par de veces al año lo preparaba para mi padre —Stacie rememoró la expresión de sorpresa y placer de su padre cuando el plato llegaba a la mesa.

      —¿Por qué hacía eso? —Josh se sirvió una buena ración de ensalada de arroz y gambas—. Estoy seguro de que él no esperaba que lo hiciera.

      —Tienes razón. No lo esperaba en absoluto —Stacie esbozó una sonrisa—. Siempre que le preguntaba el porqué, se reía y decía «nada expresa el amor como unas patatas al gratén».

      —Lo hacía para demostrarle cuánto significaba para ella —musitó Josh tras pensarlo un momento.

      —Yo no lo entendía cuando era niña, pero cuando crecí, llegué a la misma conclusión —Stacie tomó un sorbo de vino—. Era su manera de decir «te quiero» sin palabras.

      —Parecen una pareja agradable —Josh dio un mordisco al pan untado y murmuró con aprecio.

      —Lo son —admitió Stacie—. Su único fallo es su intenso anhelo de que me parezca más a ellos.

      —Lo entiendo —la mirada de Josh se perdió en la distancia—. Desde que era pequeño me presionaron para que me dedicara a los negocios, no al rancho.

      Stacie sabía muy bien lo que era eso. Nunca había aceptado la rígida definición de éxito de su familia. Y por esa razón siempre la habían considerado un bicho raro.

      —Mi padre tiene un exitoso concesionario automovilístico en Ann Arbor. Mi madre es auditora contable y cuenta con su propia empresa —Stacie movió la cabeza—. Todos mis hermanos heredaron ese espíritu empresarial.

      —Al menos tenéis eso en común —apuntó Josh.

      —¿A qué te refieres?

      —A tu sueño de crear un negocio de catering. Es difícil ser más empresarial que eso.

      —No estoy de acuerdo —Stacie tomó un bocado de ensalada de arroz y gambas y masticó pensativamente—. Lo haría porque es mi pasión, no porque quiera ganar montones de dinero.

      —El éxito y la pasión no tienen por qué ser excluyentes —Josh la miró a los ojos—. Yo necesito obtener beneficios para que el rancho funcione.

      —Me doy cuenta de eso. Pero no quiero que el objetivo primordial sea económico —Stacie suspiró. A veces tenía la impresión de que nunca alcanzaría su edén—. Al menos Amber consiguió vivir su sueño —se le hizo un nudo en la garganta. Miró su plato de comida, ya no tenía apetito.

      —Perder a una buena amistad —dijo Josh con voz cálida—, es como perder a un miembro de la familia.

      —Era pura vitalidad. Y muy buena persona —los ojos de Stacie se llenaron de lágrimas—. No se merecía morir así.

      Dejó caer el tenedor en el plato de cartón y se tapó la cara con las manos. Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas. No oyó a Josh levantarse pero, un momento después, él se sentó a su lado.

      —Tienes razón. No se merecía morir así.

      —Perdona. Creía que ayer había llorado cuanto podía llorar —sacó un pañuelo de papel del bolsillo y se sonó la nariz—. Me siento vacía por dentro.

      Una familia entró al parque. Los niños corrieron hacia los columpios mientras los padres empezaban a vaciar la cesta de comida en una de las mesas. El hombre saludó a Josh con la mano y la mujer miró a Stacie con curiosidad.

      —Marchémonos antes de que tus amigos se acerquen a saludar —sugirió Stacie, limpiándose la humedad del rostro con los dedos.

      Josh escrutó su rostro con preocupación.

      —Hay un lugar en mi rancho. No sé si tiene buena energía cósmica, o qué, pero siempre me siento mejor tras estar allí. Además, es completamente privado.

Скачать книгу