Los guardianes del mar. Fondo Editorial USIL

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construida con troncos de una madera liviana y suave como un corcho, toscamente labrados y ligados entre sí, con el tronco mayor al centro, haciendo las veces de proa para cortar las aguas.

      Más tarde apareció la balsa de cueros inflados, fabricada con piel de lobo marino especialmente tratada. Por lo común se cosían dos piezas de piel que luego eran infladas a través de una caña que estaba atada a un orificio dejado en uno de los extremos. Sobre los cueros se colocaba una suerte de plataforma de cañas y maderas que iba adelgazándose hacia la parte más puntiaguda de los cueros que hacía las veces de proa. Los tripulantes iban de rodillas, remando por los costados, sin apoyo alguno. Para proteger el cuero de la acción del agua, este se cubría con una pasta roja preparada con una especie de caolín unido con un cemento vegetal (especie de mucílago) que se endurecía con el agua (Buse, 1973).

      Posteriormente se creó un sistema para el control de la embarcación: las guaras. Este consistía en la utilización de tablones que se colocaban entre los troncos de la proa y de la popa, y que, subiéndolos y bajándolos, controlaban la dirección de la balsa, permitiendo navegar incluso en contra del viento y sortear corrientes impetuosas. Algunas poseían cabinas para guardar mercadería y para el descanso de la tripulación.

      Otra embarcación fue la balsa para atravesar los ríos de la costa hecha «con grandes calabazas enteras, enredadas y fuertemente atadas unas con otras en espacio de vara y media en cuadro, más y menos como es menester», según describió Garcilaso de la Vega (2016).

       EL ALGODÓN, HITO CLAVE

      El dominio en el cultivo del algodón resultó crucial para el desarrollo de la pesca y para aventurarse en inmersiones marítimas más audaces. Con él se confeccionaron redes de pescar más grandes y resistentes que inicialmente fueron usadas solo en las orillas, tal como lo testimonian las halladas en la bahía de Paracas (8830 a.C.).

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       INVENCIÓN NAÚTICA

       «La mayor particularidad de esta embarcación es que navega, y bordea cuando tiene viento contrario lo mismo, que cualquiera de quilla; y van tan segura en la dirección del rumbo, que se le quiere dar, que discrepa muy poco de él: esto lo logra con distinto artificio que el del timón, y se reduce a unos tablones de 3 a 4 varas de largo, y media de ancho, que llaman Guares, los cuales se acomodan verticalmente en la parte posterior, o popa; y en la anterior, o proa entre los palos principales de ella; por cuyo medio, y el de ahondar unos en el agua, y sacar alguna cosa otros, consiguen, que… viren por delante, o en redondo…

      Invención que hasta ahora se ha ignorado en las más cultas naciones de Europa… Si su noticia se hubiera divulgado antes en Europa, muchos naufragios habrían sido menos lastimosos salvando las vidas por medio de este recurso los que las han perdido en ellos por su falta».

       Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Relación Histórica del Viaje a la América Meridional, Madrid, 1748

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       MAR OMNIPRESENTE

      El antiguo poblador de la costa mantuvo una relación muy estrecha con las islas ubicadas frente al litoral. Consideradas como santuarios naturales relacionados con las divinidades marinas, llegaban a ellas en sus ligeras embarcaciones para cumplir con sus prácticas religiosas y enterrar a sus muertos. Al regresar a tierra, llevaban consigo el guano para fertilizar las plantas y sus campos de cultivo.

      Las islas fueron también centros pesqueros, y sus explanadas sirvieron de tendales para la deshidratación del pescado, de lo cual han quedado testimonios materiales, como cántaros y tiestos, cordeles, maderos tallados, canastas y cajas de mimbre, redes y otros aparejos de pesca.

      Este íntimo contacto con el mar se vio reflejado en las manifestaciones culturales. Los paracas plasmaron imágenes de peces y extrañas simbiosis de peces-aves en sus soberbios mantos. De la misma forma, en las piezas de cerámica delinearon figuras de pescadores en su vida cotidiana.

      Asimismo, iconografías y formas marinas fueron recreadas en ornamentos de templos y viviendas. En una de las pirámides del templo Bandurria -ubicado al sur de la localidad de Huacho- se aprecian figuras en relieve de individuos sobre caballitos de totora usando redes o flotadores. Otros aparecen montados sobre balsas a vela e, inclusive, buceando con punzones en busca del apreciado “mullu” o spondylus.

      La cultura Nasca -que se extendió sobre los valles del actual departamento de Ica- destacó no solo por sus misteriosos geoglifos, sino por el colorido y la alta calidad de su cerámica. En sus bellas representaciones escultóricas se observan exquisitas formas de peces y especies como la orca.

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      •• En los frisos y los muros de la Plaza Principal de la pirámide de Cao Viejo se escenifican figuras mitológicas con atributos sobrenaturales -como un pez con cuerpo de serpiente-, ambientadas en paisajes marinos.

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       EL BRUJO

      En el Complejo Arqueológico El Brujo, construido entre los años 100 y 750 d.C. sobre la margen derecha del río Chicama, en el departamento de La Libertad, los moches representaron simbólicamente su universo mágico. En los frisos y los muros de la Plaza Principal de la pirámide de Cao Viejo se escenifican figuras mitológicas con atributos sobrenaturales –como un pez con cuerpo de serpiente–, ambientadas en paisajes marinos.

       UTZH AN

      Uno de los palacios de Chan Chan, la gran ciudad de barro del reino Chimú, considerada la ciudad precolombina más grande de América, es Utzh An (casa grande en lengua quingnam o chimú), donde en los últimos años se han hallado nuevos murales que presentan, en alto relieve, decoraciones con motivos marinos y escaques (similares a las casillas cuadradas de un tablero de ajedrez) que, según Henry Gayoso Rullier, arqueólogo responsable del proyecto de restauración, podrían simbolizar redes de pesca (National Geographic, 2018). El corredor, de unos 50 metros de largo y 6 de ancho, da acceso –desde una de las calles– a un espacio llamado “patio de las olas”.

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      En las inmediaciones de Lima, los hombres de la cultura Chancay tampoco pudieron sustraerse a la magia y los encantos del mar. En el Museo Amano -nombre en honor del estudioso japonés Yoshitaro Amano, quien dedicó varios años a conservar las piezas de esta civilización- se exhiben tejidos y ceramios Chancay que representan peces, langostas y pulpos.

      En su obra Los mochicas, Larco Hoyle (2001) ilustra la vasta iconografía del mar y la actividad pesquera en la pictografía moche, con representaciones de caballitos de totora durante sus excursiones marinas en busca de la codiciada fauna oceánica. Se hallan, igualmente, aves marinas -sobre todo la gaviota- y especies marinas típicas, como el camarón, la langosta y el cangrejo, que también aparecen en piezas de metal, como bellas narigueras de oro y plata con peces repujados y en alto relieve.

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