Alamas muertas. Nikolai Gogol
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¡Excelente mujercita! [...] Pero, ¿qué es lo mejor de ella? Lo mejor es que ahora, como se ve, apenas acaba de dejar el internado o el instituto; y que, en ella, como suele decirse, no hay nada de femenino, lo que quiere decir que le falta lo que las mujeres tienen de más desagradable. Ella ahora es como una niña, para ella todo es sencillo, ella dice lo que se le ocurre, se ríe donde quiere reírse. De ella, puede hacerse cualquier cosa, puede llegar a ser maravillosa o también puede irse a la mierda ¡y se irá a la mierda! Para ello, basta tan sólo con que la cojan su mamaíta y su tía. En un año o así, la llenarán de tanta femineidad que ni su propio padre la reconocerá. (P. 180, las cursivas son mías.)
Cuando en el baile del capítulo 8 Chichikov despliegue su atolondrada cháchara con la joven, muerta de aburrimiento, el narrador observará que el discurso del mismo era una repetición maquinal de otros ya empleados en veces anteriores. Tampoco en la consideración del papel central del amor en la construcción de los personajes de la novela romántica y posromántica encaja este peculiar mostrenco gogoliano que es Chichikov.
En los fragmentos conservados de la «segunda parte» de Almas muertas, la posición de Chichikov es sumamente inestable. Por un lado, él y su empresa son el único vínculo necesario entre la «primera parte» y sus consecuciones; pero, por otro, resulta estridente en un mundo que «camina hacia su redención». Tal vez, en esa «segunda parte», el autor hubiera debido hacer como el editor que aparece en el cuento de Ilf y Pietrov «Cómo se creó Robinsón», que, tratando de publicar un Robinson soviético, le propone al escritor moldavo encargado de escribirlo cambios y más cambios sobre la historia original de Defoe, hasta el punto de que al final, el individualismo insoportable de Robinson le parece prescindible y acaba proponiendo la eliminación del personaje de la obra que lleva su nombre. Seguramente, Gogol habría debido eliminar este personaje, demasiado autónomo ya como para dejarse manipular. El alma de Chichikov resulta intransformable y pese a las huecas «misiones piadosas» a las que le somete su autor, siempre logrará convertir cualquier situación en un nuevo delito o en una nueva traición. La única forma que encuentra Gogol de seguir manteniendo a Chichikov y expresar piedad, es sacándolo de escena o relegándolo a un segundo plano.
Manilov
Al igual que ocurre con otros personajes, lo verdaderamente peculiar de Manilov es su carencia de atributos, su ser un «ni fu ni fa, ni en la ciudad Bogdan ni en la aldea Sielifan» (tal como les ocurría a Chichikov o al gobernador). Gogol imprime a esta figura toques manieristas y de «atracción onírica» (inscrita ya en su nombre, derivado de манить, manit = atraer, tentar, seducir, encantar). El talante de Manilov vendrá definido por la distancia entre sus ideales estéticos y la deficiente realización práctica de los mismos: quiere ser un intelectual y sólo tiene un libro abierto que no lee; quiere que sus hijos lleven la impronta clásica y sus nombres, ridículamente medio griegos, medio romanos, contrastan en su grandilocuencia con lo pobre de su educación, etc. La personalidad «incompleta» de Manilov se plasma en las butacas que quedaron sin tapizar, o en la palmatoria inválida que no está a la altura del candelabro de bronce que la acompaña.
Karlinsky (1976, p. 229) destaca el toque de malicia empleado por Gogol para describir la estúpida vida matrimonial de Manilov, que parecía una justa consecuencia del sentimentalismo fofo del que era resultado, una vida llena de estúpidos gestos de cariño, de regalos cursis y de besos lánguidos, que parecerían ser la causa del desastroso estado de su hacienda. La deficiente formación de la esposa de Manilov (símbolo de la nefasta «buena educación» de las mujeres rusas), a la que sólo habrían enseñado francés, piano y manualidades, contribuiría sobremanera a agravar estas circunstancias (véanse pp. 117-118).
Manilov acarrea por tanto el gran peso de la fobia del autor al sentimentalismo imperante en su tiempo, tanto en su vertiente literaria como, sobre todo, en su vertiente cotidiana...[14]. Desde el «templo de la meditación en soledad» hasta el «cumpleaños del corazón», Gogol desenmascara con él la profunda ñoñería de parte de la intelectualidad de su tiempo. Bajo el empalagoso caparazón de Manilov no hay nada[15].
Korobochka
Esta mujer desconfiada y simple es, en buena medida, el contrapeso de Manilov. Donde el otro hacía evidentes sus ínfulas intelectuales, ésta resulta una propietaria con pocas luces y presa de recelos derivados de su propia ignorancia. El contraste entre Manilov y ella le sirve al autor para marcar los límites del infierno de los terratenientes, de los que Nosdriov, Sobakievich y Pliuskin serán sólo especímenes intermedios. De hecho, el propio narrador señala: «¿Está acaso Korobochka tan completa y exactamente abajo en la escalera sin final de la perfección humana?» (p. 148).
Chichikov llega a Korobochka por casualidad. Ella no forma parte del mundo urbano ni reconoce al resto de los terratenientes. Aunque parece un personaje a primera vista inocuo, algunos autores (véase Fusso, 1993, p. 26) la ven rodeada de rasgos propios del mundo demoníaco de la brujería (un siervo suyo llegó a entrar en combustión por sí solo), lo que hace de la señora un personaje inquietante.
Korobochka es el sumo opuesto al cosmopolitismo. En su cerrazón y en lo limitado de su entendimiento, interpreta la propuesta de Chichikov como una compra de las que hacía normalmente y recela porque es incapaz de convencerse de las ventajas de vender «nada». Su suspicacia parte de que no conoce el precio en el mercado de las almas muertas y tiene miedo de verse engañada por un desconocido. Sólo la promesa de que en el futuro le comprará mercancías más convencionales (centeno, trigo, garrotillo o ganado) ablanda a la buena señora (véase Morson, p. 210).
Tal vez en la figura de Korobochka Gogol esté dibujando también a su propia madre, viuda[16] y, al parecer, totalmente ineficaz a la hora de dirigir su hacienda. Pese a haber estado casada, Korobochka no ha tenido hijos. Esa esterilidad parece extenderse a todo su entorno e incluso podría ser un reflejo de la propia esterilidad de Chichikov. Si, como se ha dicho, para Bielyi, la auténtica esposa del héroe de Almas muertas parecía el cofrecito del que jamás se separaba, Korobochka (коробочка = «cajita» en ruso) sería el trasunto de ese cofrecito que encierra todos los elementos del vacío personal de Pavel Ivanovich.
Nosdriov
Lo desconocido y el azar se muestran siempre como un peligro para Chichikov y su empresa. Nosdriov, lo mismo que Korobochka, no entraba en los planes de Chichikov (como tampoco lo hará la hija del gobernador) y su aparición tendrá para él unas consecuencias funestas[17]. La relativa seguridad que exhibe Chichikov cuando se mueve en una situación prevista se ve trastornada cuando entran en escena factores imprevistos. Tanto confiando el secreto de las almas muertas a un truhán como Nosdriov, como confiándoselo a una mente simple como la de Korobochka, Chichikov se la juega, pues se está sometiendo a lo desconocido. No obstante, un héroe que se pasa la obra planteándoles a los terratenientes una compra incomprensible (en cierto sentido, «lo desconocido»), se niega a jugar a las cartas con Nosdriov aludiendo precisamente a su temor a «lo desconocido». Y ¿cuál es la respuesta de Nosdriov a eso?
—¿Por qué a lo desconocido? –dijo Nosdriov–. ¡No hay nada de desconocido! Si la suerte está de tu parte, puedes ganar una fortuna del diablo. ¡Aquí está! ¡Qué suerte! –dijo él empezando a tirar para despertar su ardor–. ¡Qué suerte! ¡Qué suerte! Bueno: ¡Así se gana! ¡Aquí está el maldito nueve con el que perdí todo! Presentía que me iba a traicionar, sí ya, pero cerrando los ojos, pensé para mí: «¡Al diablo contigo! ¡Traicióname maldito!» (p. 169.)
Es como si en toda