Alamas muertas. Nikolai Gogol
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Aun reconociendo que el libro había sido escrito «en un estado de ánimo mórbido y constreñido» y que «la inexperiencia en el arte de esta clase de escritos había transformado, con la ayuda del demonio, la humildad que yo de veras sentía en un arrogante alarde de autosuficiencia» (o, como dice en otra parte, «me dejé arrastrar como un vulgar Jliestakov»)[11], mantenía con solemnidad de mártir inquebrantable que el libro era necesario, y ello por tres razones: porque había hecho que los demás le mostraran lo que él era, porque les había mostrado a ellos y a él mismo lo que eran, y porque había despejado la atmósfera general con la eficacia de una tormenta. Venía a ser lo mismo que decir que había hecho lo que se proponía: preparar a la opinión pública para la recepción de la «segunda parte» de Almas muertas. (Nabokov, 1997, pp. 117-118.)
Gogol se replantea pues, una y otra vez, la continuación de Almas muertas, sabiendo que su inspiración está seriamente mellada pero con la convicción de que será capaz de recombinar los elementos con los que va contando con la suficiente pericia como para conseguir un producto literario no sólo capaz de triunfar per se sino también capaz de reorientar la «primera parte». La premisa de su nueva creación sería la de redimir las almas de los rusos, enseñándoles sus defectos (lo que ya habría comenzado en la obra ya publicada) pero, a su vez, ofreciéndoles los ejemplos de nuevos personajes virtuosos capaces de mostrarles el camino a sus compatriotas. La diferencia esencial de esta «segunda parte» es que Gogol impondrá una personalidad unidireccional y plana a los Kostansoglo, Vasilii Platonov o Murasov (¡almas vivas!), que por un lado refleja abiertamente la grandeza del alma rusa, más grande aún por cuanto conoce las miserias de su sociedad y actúa en consecuencia. Cada uno de los personajes «buenos» de la «segunda parte» obra como un pequeño apóstol que imparte doctrina allá donde va. Ahora bien, el nuevo proyecto no sólo había de perseguir sus fines redentores sino que había de conciliar esos fines con una «primera parte» que, desde luego, ya no estaba en condiciones de reformar (es decir, de «destruir»). De partida, esta tarea resultaba muy difícil y, a la larga, se manifestó imposible. Hasta tal punto consiguen las obras sobreponerse a sus autores[12]. Tras haber quemado por vez primera en 1843 una versión supuestamente completa de la «segunda parte» de Almas muertas, Gogol trabajará hasta 1852 en una nueva redacción de la misma, que estando lista a primeros de 1852, será destruida una vez más por el autor. Así es como describe Mierieskovskii esa quema de la «segunda parte»:
En la primera semana de Cuaresma, durante la noche del lunes al martes, nueve días antes de su muerte, Gogol ordenó a su sirviente que encendiera la estufa. Recogió todos sus manuscritos y los echó al fuego. «Quemó todo lo que había escrito»; entre otros, el segundo volumen, casi concluido de Almas muertas. «Nada quedó; ni siquiera una hoja del borrador», observa Homiakov. El pequeño servidor, al ver ardiendo los manuscritos, le objetó: «Por qué hacéis esto? Tal vez os sirvieran aún». Pero Gogol no oía. Y cuando casi todo estaba consumido, quedó largo rato sentado, sumido en sus pensamientos; luego se puso a llorar. Mandó buscar al conde Tolstoi, le mostró los papeles que acababa de quemar y le dijo: ¡He aquí lo que hice! Quería quemar ciertas cosas preparadas desde hace tiempo y he quemado todo. ¡Qué poderoso es el Maligno! ¡Hasta dónde me ha llevado!... «Pero, ¿podéis recordarlo todo?», dijo Tolstoi para consolarlo. «Sí, repuso Gogol con la mano en la frente, tengo todo esto en la cabeza». Y pareció calmarse, dejando de llorar. (Mierieskovskii, pp. 135-136.)
Desde entonces, de aquella «segunda parte» sólo quedan los «torsos» de una redacción anterior, unos materiales que recogen descripciones ambientadoras, sermones y diálogos morales, personajes planos... En ellos, se echa de menos el cuerpo de la literatura gogoliana, la sorpresa, la digresión... hasta tal punto que, salvo en algunos momentos puntuales, resulta difícil reconocer en este texto al gran autor de la «primera parte». Gogol intenta reconvertir su obra en un vehículo de doctrina... pero ésta se muestra un artefacto claramente diabólico. El propio artista ve que el mal que pretende denunciar es el que había hecho que la «primera parte» del poema triunfase... sus nuevos héroes son puro cartón piedra frente a los imponentes personajes de la «primera parte». Es posible que Gogol también estuviera aterrorizado por la idea de que unas Almas muertas «doctrinales» corrieran la misma suerte que el resto de su obra doctrinal, a saber, Fragmentos, Confesión del autor o Interpretación de la liturgia divina, en los que lo mejor de su literatura, su lirismo, su ironía, su brillante capacidad para la sátira, su polifonía y sus múltiples niveles simbólicos se pierden en aras de un mensaje unívoco, monódico y destinado a ser leído de un único modo (véase Sichievskii, p. 563).
En comparación con la «primera parte», la acción que se conserva de la segunda es trivial y carece de sentido. El diablo gana y el autor se tortura hasta la muerte. Gogol será una víctima de su propia incapacidad para conciliar contenido religiosamente satisfactorio y forma literariamente ideal.
LA ESTRUCTURA DE ALMAS MUERTAS
Pese a que la estructura de Almas muertas no presenta demasiados problemas, sobre la misma se han vertido diversas interpretaciones. Para Yurii Mann, por ejemplo, el plan general de la «primera parte» (véase p. 485) resulta bastante claro. En él, cada capítulo tendría su propia función y su propio tema.
1. Capítulo primero: Chichikov llega a la ciudad y la conoce.
2. Capítulos segundo al sexto (incluido): Chichikov visita a varios terratenientes; a uno en cada uno: Manilov (2), Korobochka (3), Nosdriov (4), Sobakievich (5) y Pliuskin (6).
3. Capítulo séptimo: Chichikov registra sus compras en la ciudad.
4. Capítulo octavo: baile en casa del gobernador donde Nosdriov pone en evidencia la empresa de Chichikov.
5. Capítulo noveno: dos damas de la ciudad empiezan a elucubrar sobre Chichikov, su empresa y su personalidad.
6. Capítulo décimo: los altos dignatarios de la ciudad empiezan a especular sobre Chichikov. De la angustia por la situación, muere el fiscal.
7. Capítulo decimoprimero: se cuenta la historia de Chichikov y el sentido de la compra de las almas muertas. Chichikov deja la ciudad.
Según Viktor Sklovskii, el hecho de que la clave para el misterio de Chichikov se dé en el último capítulo de Almas muertas hace que el orden del argumento sea novedoso.
Gogol desvela el “secreto” de la novela de un modo completamente nuevo: las extrañas aventuras de su héroe se explican después del hecho, a partir de la ordinariez e incluso de la mezquindad de su vida anterior y a partir del deseo constante, firme y apasionado del héroe, de hacerse igual que cualquier otro miembro de la aristocracia terrateniente. Después de haberse pronunciado toda clase de imaginativos discursos y de haber hecho todo tipo de alusiones románticas, resulta que Chichikov es un predador de poca monta del tipo más ordinario posible. Aquí el lector no puede dejar de desencantarse con su héroe. (P. 565.)
El cierre de Almas muertas vendría a culminar la exposición de la banalidad de su universo. No obstante, la propia explicación gogoliana adolece de una buena dosis de banalidad y se muestra, hasta cierto punto, decepcionante. Para Gary Morson: «Almas muertas ofrece finalmente la respuesta correcta a las preguntas de la