La distancia del presente. Daniel Bernabé
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Ya en 2004, la Oficina de Estadísticas de la UE –Eurostat– había indicado que las cuentas del Estado griego no eran creíbles, lo cual no fue obstáculo para que las agencias de valoración mantuvieran la evaluación positiva de la deuda pública griega. Fue al anunciarlo el presidente socialista cuando se cambió la evaluación, pasando a ser negativa, iniciándose la cascada de valoraciones negativas, primero Grecia, después Portugal, y más tarde España e Italia. ¿Cómo es que las agencias habían valorado positivamente la deuda pública de todos estos países y solo hasta aquel momento se cambió de valoración positiva a negativa? Y la respuesta es fácil de ver si uno deja de creer en el dogma liberal. Fue el intento del capital financiero de crear la crisis de la deuda pública, de cuya especulación ganó pingües beneficios[14].
La crisis económica de 2008 tenía una base real sobre la burbuja crediticia alimentada por los bancos de inversión, de forma particular en el sector inmobiliario. La crisis de la deuda soberana de 2010 parece, a todas luces, que fue la exitosa operación de esos mismos bancos para, en connivencia con las agencias de calificación, recuperar los beneficios que se habían dejado por el camino, arrastrando con ello a las economías, ya lastradas por la crisis del ladrillo, de los países periféricos de la Unión Europea, entre ellos España. Este párrafo posiblemente sea un anatema para cualquier economista neoliberal, pero ustedes deciden qué explicación les parece que encaja más con el principio de simpleza de la navaja de Ockham.
Esta fantasmagoría financiera, una miseria moral medida en cifras astronómicas, tuvo, sin embargo, un efecto trágico para la economía europea, una unión monetaria sin armonización fiscal. A finales de la semana del 3 al 9 de mayo, España estaba encontrando grandes dificultades para financiarse en los mercados mediante la venta de su deuda. Si los bonos españoles hubieran caído al nivel de los griegos, la Eurozona se hubiera derrumbado, arrastrando a las economías de toda la UE, incluidas Francia y Alemania. El domingo 9 de mayo los ministros de Economía europeos se reunieron en Bruselas para crear el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) dotado de 500.000 millones de euros por parte de la UE y 250.000 millones del FMI. Además de dejar esa cantidad disponible, lo que garantizaría la estabilidad al euro y permitiría que la deuda fuera de nuevo aceptada en los mercados, se exigirían a los países de la periferia una serie de medidas de austeridad encaminadas a aumentar el ahorro y rebajar el déficit, lo que teóricamente respaldaría a su vez a la deuda, ya que a mayor gasto se necesita una mayor cantidad de financiación. En términos reales estas medidas lo que supusieron fue el rescate a la banca francesa y alemana, el hundimiento de las economías periféricas y el inicio de una serie de ataques especulativos que no culminaron hasta casi la mitad de esta historia.
El martes 11 de mayo, José Luis Rodríguez Zapatero recibe en La Moncloa la llamada de Barack Obama, el presidente de Estados Unidos. Esta vez no había posibilidad de no levantarse ante el paso de la bandera de las barras y estrellas:
El presidente Obama y el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero hablaron hoy por teléfono como parte de las consultas continuas del presidente con aliados cercanos sobre la situación económica mundial. Discutieron la importancia de que España tome medidas decididas como parte del esfuerzo de Europa para fortalecer su economía y generar confianza en el mercado. El presidente expresó el apoyo de los Estados Unidos a esos esfuerzos[15].
Llegamos así a la fecha con la que comenzamos este capítulo, el miércoles 12 de mayo de 2010, justo en el instante en que dejamos al presidente hablando de lo que iba a ser un momento que se juzgaría decisivo, el momento en que en España el poder financiero internacional se impuso a la democracia. El pago que los druidas nos exigieron para calmar a los dioses fue el siguiente:
– Recorte de 5.000 millones más en 2010 (hasta los 10.000) y un total de 10.000 en 2011.
– Reducción del sueldo de los funcionarios de forma proporcional un 5 por 100 de media en 2010. Congelarlo en 2011.
– Suspender en 2011 la revalorización de las pensiones, excluyendo las no contributivas y las pensiones mínimas.
– Eliminar el régimen transitorio para la jubilación parcial de la Ley 40/2007.
– Eliminar la prestación por nacimiento de 2.500 euros a partir del 1 de enero.
– Revisar el precio de los medicamentos (no los de referencia) y adecuar las unidades del envase a la duración estándar del tratamiento (incluso con monodosis).
– Suprimir para nuevos solicitantes la retroactividad del pago por dependencia al día de la presentación, excepto si la tramitación supera el límite de 6 meses.
– Reducir 6.045 millones de inversión pública estatal para 2010 y 2011, y 600 millones de Ayuda Oficial al Desarrollo[16].
Durante su intervención, Zapatero, que viste un traje gris y levanta en contadas ocasiones la vista de los papeles, mantiene un semblante apesadumbrado, propio del gobernante que ha tenido que elegir entre sus principios, aquellos que presentó al criterio de los votantes en unas elecciones, o plegarse a las exigencias de eso llamado mercados:
No es fácil para cualquier Gobierno dirigirse en estos términos a la Cámara y a sus conciudadanos, menos lo es aún para un Gobierno que se ha empeñado durante los años de bonanza en dirigir lo mejor de sus esfuerzos a mejorar la situación de la mayoría de los ciudadanos y especialmente de los menos favorecidos. Son los mismos que nada han tenido que ver con el origen, el desarrollo y las fases de la crisis; son, por el contrario, los que han sufrido sus consecuencias y son ahora los que mayoritariamente de nuevo deben contribuir a los esfuerzos necesarios para corregir los efectos de la crisis. Sois, en definitiva, la columna que sujeta el país; los que cargáis con su peso fundamental; los que garantizáis el presente y el futuro de nuestra sociedad, sus posibilidades de crecimiento, de bienestar, de éxito; los que dependéis de vuestro propio trabajo, de vuestro afán emprendedor, de las rentas públicas que os habéis ganado con los años.
El pasaje del discurso es una confesión pública del chantaje y la injusticia: los que nada han tenido que ver con el origen y el desarrollo de la crisis serán precisamente los que soporten sobre sus espaldas sus peores consecuencias. Quien ha de velar por sus intereses, quien representa el máximo poder democrático del país, será el verdugo en su ejecución.
José Luis Rodríguez Zapatero representa mejor que nadie el cambio de época, la transición de siglo: un socialdemócrata de sentimiento que abraza en la práctica el socioliberalismo de los Blair y Schroeder; un progresista preocupado por las minorías que parece olvidar que la izquierda siempre ha tenido aspiración a las mayorías; un demócrata convencido que es víctima, propiciatoria, de todo el andamiaje antidemocrático del mundo de las finanzas; un político que confió en que la ideología podía desarrollarse tan solo en el campo de lo simbólico y dejó la economía para una serie de lecciones que aprender en dos tardes, tal como se escuchó, por uno de esos micrófonos traidores, decir al ministro Jordi Sevilla. La economía, algo restringido a las páginas salmón, esoterismo para elegidos, había pasado a serlo todo. Zapatero: el último presidente soberano de nuestro país, el primer presidente en entregar nuestra soberanía.
Precisamente el Telediario que cubre la comparecencia de Zapatero es el espacio más visto de aquel año, por detrás, eso sí, del impepinable fútbol. El 11 de julio la selección española gana su primer Mundial con el gol de Iniesta, un acontecimiento nacional que hace echarse a las calles a cientos de miles de personas. El «a por ellos» puesto de moda por locutores