La cuestión del sujeto político decolonial en el Ecuador de la Revolución Ciudadana. Giacomo Finzi

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La cuestión del sujeto político decolonial en el Ecuador de la Revolución Ciudadana - Giacomo Finzi

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se mantengan como hegemónicas. En el momento en que ello se presente tanto en América Latina como en otras regiones del mundo, implicaría la desaparición de la diferencia ideológica (y también ontológica) entre derecha e izquierda política, así como la desaparición de una fuerza alternativa dentro del aparato institucional y dentro del esquema partidista. En el presente estudio se analizarán en esta óptica los diez años de la Revolución Ciudadana; en particular, para plantear –y, desde luego, problematizar– si Alianza PAIS supo construir un nuevo proyecto hegemónico capaz de derrotar al neoliberalismo. Para este propósito, se señalarán las rupturas y las continuidades con el orden hegemónico del periodo anterior.

      Según Borón, el sentido de la batalla de ideas sería precisamente “demostrar que hay vida después del neoliberalismo, que otro mundo es posible y que la historia todavía no ha dicho su última palabra” (Borón, 2008, p. 134). Aquí, el objetivo será verificar cuánto Alianza PAIS y los gobiernos de la Revolución Ciudadana se distanciaron de la hegemonía neoliberal y qué tanto se emprendió para definir otro tipo de hegemonía, que no fuera solo de carácter político-electoral. Para lograr una mayor problematización, se tratará de diferenciar entre el discurso político y la retórica, por una parte, y la práctica de los gobiernos de Alianza PAIS, por otra.

      En los estudios políticos latinoamericanos se considera el desarrollo y la difusión del neoliberalismo en el subcontinente a partir del Laboratorio Chile, en la década de los 70 y 80, principalmente por la influencia de los Chicago Boys y del pensamiento de Friedrich von Hayek. Si bien la influencia de los Chicago Boys es innegable y evidentemente importante para las medidas económicas implementadas en Chile –y sucesivamente aplicadas en buena parte de América Latina y del mundo–, aquí se sostiene que en la obra y en la filosofía política de Friedrich von Hayek hay una reflexión más profunda, no solamente ligada a las fórmulas monetaristas, sino que abarca la teoría política, la filosofía, el derecho constitucional, la ética y la epistemología. Al contrario, los Chicago Boys representaban un grupo de tecnócratas entrenados en el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago, destinados a aplicar las medidas de shock para implementar el modelo neoliberal.

      Las ideas de von Hayek surgieron en un mundo dominado por la hegemonía keynesiana y con un modelo de Estado de bienestar, que era el horizonte hacia el que la mayoría de los proyectos políticos en todas las latitudes del mundo aspiraban. La hegemonía keynesiana se había afirmado en el periodo de posguerra de la Segunda Guerra Mundial, cuando la mayoría de las economías devastadas por el conflicto mundial imponía a los Estados un papel protagónico y decisivo en cuanto a fomentar la reconstrucción económica y la recuperación de las fuerzas sociales. En América Latina, la fundación en 1948 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) había, de alguna manera, institucionalizado dicho paradigma económico y social, planteando un modelo desarrollista con un papel preponderante del Estado y una fuerte intervención en la economía y en la política social. Una vez creada la Cepal, la mayoría de los países de América Latina institucionalizó un nuevo paradigma económico: la industrialización por sustitución de importaciones (ISI).

      En este orden de ideas, el filósofo austriaco construyó y articuló su crítica al Estado de bienestar. La fuerza de sus ideas, junto con el aparato de intelectuales orgánicos y al aparato de tecnócratas (cuyo ejemplo mayor son los Chicago Boys), contribuyó a debilitar el modelo keynesiano y, gracias a sus impulsos ideológicos y organizativos, llegó a afirmarse como modelo organizativo de la sociedad en muchos países latinoamericanos y del mundo. El uso del terror y del terrorismo (de Estado) por parte de los grupos dominantes, en alianza con las fuerzas militares y la participación del Departamento de Estado de los Estados Unidos, además de la guerra económica9, fueron estrategias adicionales para destrozar cualquier tipo de iniciativa alternativa e imponer la doctrina del shock, magistralmente descritas por Naomi Klein (2007).

      Además, el caso chileno es emblemático porque, durante el periodo de la dictadura militar, fue el primer país en aplicar tan radicalmente un programa de reformas neoliberales, si bien es cierto que el régimen militar y el déficit democrático de aquel entonces contribuyeron mucho para esta implementación ortodoxa. Al mismo tiempo, es preciso mencionar que en buena parte de la región latinoamericana y en el Caribe se esparcían, como un reguero de pólvora encendida, numerosos y diversos regímenes de dictaduras militares. Además, a partir de la década de los 80 muchos empezaron a implementar las reformas estructurales para replicar este modelo.

      En el periodo de crisis de las economías latinoamericanas durante la denominada década perdida, fueron fundamentales el papel del Fondo Mone-tario Internacional (FMI) y del Gobierno de Estados Unidos al impulsar, y a la vez imponer bajo presión política, dichas medidas políticas, económicas y sociales. Así se desarrolló la hegemonía neoliberal en el continente; primero, mediante el uso de la dominación, y luego, asumiendo también la forma de Consenso de Washington. En paralelo, en otras latitudes se fortalecían las experiencias neoconservadoras y neoliberales, con la presidencia de Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en el Reino Unido, que implementaron programas de ajustes y recortes muy en línea con el pensamiento hayekiano.

      El Ecuador contemporáneo, en este sentido, no es ajeno a los procesos que vivió América Latina en su conjunto en el periodo de confrontación ideológica de la Guerra Fría, junto con la doctrina de seguridad nacional y los planes contrainsurgentes norteamericanos en la región.

      Asumida en la Dictadura de 1963, se confirma por el decreto de la Dictadura en 1979. Instituye un aparato paralelo de Estado en torno al Consejo de Seguridad Nacional como ente supremo del sistema político. De los momentos de excepción se pasa a una estructura permanente. (Saltos, 2017a, p. 56)

      Si bien en el Ecuador hubo también un periodo de dictadura militar (1972-1976, el gobierno de Guillermo Rodríguez Lara, y luego el gobierno del triunvirato militar de 1976-1979), su experiencia ha sido muy diferente a la de otros países del subcontinente –en particular, a las sanguinarias y represivas dictaduras del Cono Sur–. En efecto, en los cuatro años de dictadura de Guillermo Rodríguez Lara, pese al mantenimiento del estado de sitio y el estado de excepción (como dice Cueva, 2012, “en los países periféricos el estado de excepción es la forma permanente”10) y la represión con restricción de las libertades políticas y sociales fundamentales, su gobierno se caracterizó por una política económica y social que se podría incluir, bajo algunos parámetros, en la categoría del progresismo latinoamericano. El propio Lara se definía como nacionalista y revolucionario. Así, durante la dictadura de Guillermo Rodríguez Lara se dieron procesos de reformas tributarias e intentos de reforma agraria que le atrajeron las simpatías de las clases subalternas ecuatorianas.

      Aprovechando los primeros frutos del boom petrolero iniciado en la década de los 70 –cómplice de la decisión de los países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) respecto del alza de los precios internacionales del petróleo, como consecuencia y represalia de la guerra del Yom Kippur de 1973–, se construyó una política con una fuerte inversión en infraestructura petrolera; pero también se invirtió, siguiendo la trayectoria del desarrollismo cepaliano, en la diversificación productiva, es decir, en los demás sectores de la economía ecuatoriana, principalmente agrícola e industrial, para incrementar la productividad y, de esta manera, construir un modelo de desarrollo endógeno. Sin embargo, por el estado de excepción y la restricción de las libertades, la “dictadura de Rodríguez Lara combinó la doctrina de seguridad nacional con elementos de modernización del Estado y defensa de las áreas estratégicas” (Saltos, 2017a, p. 57).

      Muy diferentes fueron los tres años del gobierno del triunvirato militar, de 1976 a 1979. Guillermo Rodríguez Lara cedió (tras el golpe de 1976) el poder al triunvirato militar, con la condición de que este liderase la transición de un gobierno militar a un gobierno de civiles, proceso que se dio en 1979 junto con la aprobación

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