La cuestión del sujeto político decolonial en el Ecuador de la Revolución Ciudadana. Giacomo Finzi

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La cuestión del sujeto político decolonial en el Ecuador de la Revolución Ciudadana - Giacomo Finzi

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neodesarrollista era la solución definitiva a todos los males del neoliberalismo. En efecto, ello se basaba en la falsa dicotomía Estado-mercado: todo lo que no venía del Estado era el resultado del predominio del mercado y viceversa. Pero la misma naturaleza del neoliberalismo hace necesaria la persistencia de un cierto tipo de Estado: un Estado mínimo, no intervencionista, con componentes autoritarios y represivos. Volviendo a la conceptualización de Hayek, se construye un modelo de democracia limitada que garantiza las funciones mínimas y esenciales para la reproducción de la vida humana y del capital. Un ejemplo es la Constitución de 1980 de Chile, todavía vigente, redactada por Jaime Guzmán bajo la influencia del pensamiento hayekiano. En el caso ecuatoriano se puede pensar en el sistema foucaultiano de vigilar y castigar, descrito por Sierra (2017).

      Los mismos movimientos y las fuerzas sociales que por décadas desafiaron la hegemonía neoliberal se convencieron de que la solución residía en el Estado y, por lo tanto, que la disputa era su resignificación en el terreno político, económico, social y cultural. Eso coincidió con la declinación de la fase antisistémica (1990-2002), el intento de articulación del bloque contrahegemónico en que surgieron las propuestas constituyentes (2005-2007), y una creciente institucionalización de las fuerzas sociales (como se analizará en el proceso constituyente de 2007 y 2008).

      1.3.1. Desde la lucha en contra del Estado a la lucha para recuperar el Estado

      Como se ha mencionado en el párrafo anterior, durante la época neoliberal se vivió en el Ecuador un periodo de fuerte fermento social, debido principalmente a los efectos nefastos del neoliberalismo sobre la sociedad civil, y en particular los grupos subalternos. Desde finales de los años 70 y la década de los 80, en la historia política ecuatoriana los movimientos sindicales clasistas y conflictuales, junto con los partidos de izquierda, mantuvieron el liderazgo de las movilizaciones. Estos se constituyeron como las fuerzas con mayor poder de convocatoria entre las masas populares, y particularmente entre la clase trabajadora ecuatoriana, tanto en el contexto urbano (en los sectores industrial y manufacturero), como en el contexto rural, y entre los trabajadores campesinos e indígenas que trabajaban en condiciones de superexplotación, bajo el mantenimiento del modelo hacendatario de origen colonial. En efecto, a comienzos de los años 80 en el Ecuador se dio un periodo de fuerte conflictividad social, que fue evidente tanto en las movilizaciones como en el surgimiento de algunas experiencias insurgentes14.

      Los sindicatos y los partidos de izquierda organizaron cuatro importantes huelgas nacionales: el 9 de diciembre de 1981, el 22 y 23 de septiembre de 1982, sucesivamente el 21 y el 22 de octubre del mismo año y, finalmente, el 23 y 24 de marzo de 1983. Sin embargo, a finales de la década de los 80, por la misma profundización del orden neoliberal y la implosión de la Unión Soviética y del socialismo real, la organización sindical vivió un periodo de declive y de crisis identitaria, pese a la sobrevivencia de algunos sindicatos del sector público, petrolero y al Seguro Campesino.

      Los mismos partidos de izquierda tuvieron que adaptarse a dicha crisis, replanteando sus estrategias y sus tácticas, y redefiniendo sus relaciones con los sujetos políticos y sociales y, más en general, con las masas. Inclusive, se constituyó el Frente Amplio de Izquierda (FADI), que era una alianza entre los partidos de izquierda (Partido Socialista y Partido Comunista) que duró hasta 1988. En este momento, frente a la crisis del sindicalismo de clase y a las reivindicaciones obreras, algunos movimientos y partidos de izquierda dieron un viraje, un cambio de 180° en su dirección política y, particularmente, en relación con el sujeto político. Se pasó de un enfoque urbano y obrero15 a desplazarse al campo, conocer la realidad del campo y favorecer el encuentro con el movimiento indígena (Napoleón Saltos, entrevista con el autor, 19 de julio de 2017).

      Contemporáneamente, se asiste al fortalecimiento de nuevas reivindicaciones sociales en el Ecuador y a la formación de un nuevo tipo de organización, sobre todo de origen campesino e indígena, las fuerzas sociales más numerosas del país. Uno de los primeros ejemplos de esfuerzo organizativo se registra con la fundación en 1972 de Ecuarunari (Ecuador Runacunapac Riccharimui), en la comuna de Tepeyac, en la provincia de Chimborazo. Ecuarunari surgió con la intención de aglutinar a las comunidades indígenas y campesinas de la sierra ecuatoriana, frente a la frustración y al descontento del campesinado ecuatoriano ante los tímidos y fracasados intentos de reforma agraria de 1964 y a la consecuente represión estatal de las reivindicaciones campesinas. Tanto al origen de Ecuarunari como a la articulación del movimiento indígena a nivel nacional, y en la formación política y social de sus dirigentes, contribuyó mucho la doctrina social de la Iglesia y, en particular, la influencia de la teología de la liberación, que en aquellos años se había afirmado en muchas provincias rurales y aisladas del país16.

      De aquellos años se podría contar la influencia de monseñor Leonidas Proaño, obispo de Riobamba, que había participado en el Concilio Vaticano II y tenía un trabajo social importante en el fortalecimiento de las comunidades indígenas ecuatorianas. La actividad de la doctrina social de la Iglesia se dirigió en esta época a los sectores rurales e indígenas, realizando alfabetización (junto con la evangelización) en las comunidades. El Ecuarunari, fortaleciéndose como organización, adquirió mayores contenidos clasistas (en especial campesino-indígenas) y muy frecuentemente se articuló políticamente, coordinándose con las luchas obreras de los sindicatos petroleros y del sector eléctrico –que históricamente son los grupos de mayor tradición organizativa y reivindicativa en el país–.

      Las reivindicaciones del Ecuarunari se orientaban principalmente a la cuestión agraria, en especial a la tenencia de la tierra, ya que en el Ecuador las leyes de reforma agraria habían sido incompletas y no habían mejorado significativamente las condiciones de vida del campo. La cuestión agraria en el Ecuador (así como en buena parte de los países de América Latina) convocaba tanto a los campesinos como a las comunidades indígenas: ambos grupos tenían en común la relación indisoluble con la tierra y con el territorio, y haber sido víctimas de la explotación, tanto en el trabajo como en el despojo de tierras.

      Carlos Pérez, dirigente del Ecuarunari, sostiene que:

      El campesino es igual explotado y exprimido, expoliadas sus riquezas, despojado, sin embargo, se ha dejado colonizar tanto que se vuelve solamente como un actor reivindicativo. En cambio, los pueblos y nacionalidades indígenas, no solamente que buscamos una reivindicación, sino que seguimos en este proceso de resistencia al colonialismo, al poder colonial, al poder epistemológico, a todas estas formas de explotación. Y bueno, todo lo que buscamos es la construcción de una forma de Estado, bueno, no sé si Estado porque realmente el Estado es el mayor agresor que ha habido desde la época moderna, el Estado ha sido violento. El Estado ha despojado, ha sido quien ha despojado no solamente el territorio, sino también nuestra cultura, nuestra lengua, nuestras epistemologías, nuestras epistemes, nuestra ciencia, nuestros saberes, nuestros sentires. Son dos conceptos a la vez, dos estructuras distintas el campesino y el indígena, sin embargo, también hay una sincronía muy estrecha, porque primero ambos son explotados y oprimidos, excluidos. Ambos sectores tienen una vinculación muy fuerte con la tierra, unos más y unos menos, pero esta conexión espiritual es potente. Ambos le tienen a la tierra como a su mamá, y no como a un recurso. Y ambos han estado juntos en las buenas y en las malas, en las luchas, y yo creo que son fraternos, son hermanos en la resistencia. (Carlos Pérez, entrevista con el autor, 21 de julio de 2017)

      En 1978 se realizó en Sucúa, en la Amazonía ecuatoriana, el primer Encuentro de Nacionalidades y Pueblos Indígenas, organizado por el pueblo shuar que, en ese entonces, ya había conformado su estructura organizativa, tenía su federación17 y disponía de la infraestructura necesaria para organizar un evento de carácter nacional, para romper con el aislamiento histórico que vivían las diferentes nacionalidades indígenas del Ecuador:

      En realidad, no teníamos relaciones políticas, relaciones de fraternidad entre los diferentes pueblos. A lo mejor, físicamente nos veíamos. Ahí [en el Primer Encuentro de Pueblos Indígenas] es donde, en realidad, nos conocimos

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