El hombre imperfecto. Jessica Hart
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–¿Un café? –preguntó Max al final.
–Yo prefiero un té –contestó Darcy.
Max lanzó una mirada de angustia a Allegra, que dijo:
–El té está en un armario de la cocina, justo encima de la tetera.
Max se marchó a preparar el té y la modelo se giró hacia Allegra.
–¿Te puedo hacer una pregunta?
–Por supuesto.
–¿Estáis juntos?
–¿Cómo?
–Me refiero a Max y a ti –dijo Darcy–. Le pregunté si sois pareja, pero afirma que solo sois amigos. ¿Es verdad?
Allegra se sintió terriblemente incómoda. Alcanzó su copa de vino, dio un trago y respondió, con toda la naturalidad que le fue posible:
–Sí, es verdad. Max es como un hermano para mí.
–Ah, excelente. Entonces, no te importará que lo invite a cenar en mi casa.
Allegra se quedó helada.
–¿A cenar?
–Sí, pero no tendría nada que ver con el asunto de Glitz. Sería una cita.
–¿Quieres salir con Max?
Darcy se rio.
–Bueno, es un hombre muy interesante.
–Sí, supongo que sí.
–No se parece nada a los hombres con los que he salido –le confesó Darcy–. ¿Crees que aceptará mi invitación?
Allegra no tuvo la menor duda al respecto. Una modelo de lencería lo quería invitar a cenar en su casa. ¿Qué hombre se podía negar?
–No lo sé. Supongo que tendrás que preguntárselo a él.
Darcy frunció el ceño.
–No pareces muy contenta con la idea. ¿Estás segura de que no te importa?
–No, claro que no. Es que…
–¿Sí?
–Max ha pasado una temporada difícil. Su prometida lo abandonó, y no quiero que le vuelvan a hacer daño. Comprendo que Max te interese y que te quieras divertir un poco con él, pero me da miedo que se enamore de ti. Eres una mujer impresionante, Darcy –dijo con envidia–. Cualquier hombre se enamoraría de ti.
–Te sorprendería saber lo equivocada que estás –replicó Darcy–. Sé que tengo fama de ser una devoradora de hombres, pero no es cierto.
–De todas formas, Max no es tu tipo.
–Por eso quiero conocerlo mejor. Estoy cansada de hombres que son puro drama o que solo se interesan por mí para salir en los periódicos.
–Bueno, dudo que a Max le interese salir en los periódicos.
Darcy sonrió.
–Entonces, si no te parece mal, se lo preguntaré.
Allegra no estaba precisamente segura de que le pareciera bien, pero no se le ocurrió ningún motivo de peso para oponerse. A fin de cuentas, Max era un hombre adulto. No necesitaba que cuidaran de él.
Cuando Max volvió al salón, Allegra se levantó de la mesa y dijo, con la más radiante de sus sonrisas:
–Os dejaré a solas. Tengo que poner mis notas en orden. Que os divirtáis.
–¿Qué significa que no vas a venir? –preguntó Max, mirando a Allegra con consternación.
–Que he quedado a cenar con mi madre. Además, no estoy invitada.
–Pensé que tú también asistirías a la cena. Bueno, tú y Dom.
–Max, Darcy te ha invitado porque le interesas. No tiene nada que ver con el artículo para la revista.
Max se quedó atónito.
–¿Cómo?
–Por extraño que te parezca, le gustas.
Max se pasó una mano por el pelo. Ni siquiera se le había ocurrido la posibilidad de que Darcy lo hubiera invitado por motivos estrictamente personales.
–¿Insinúas que quiere salir conmigo?
–Exactamente.
–¿Darcy King? ¿Conmigo?
–Sí, ya sé que no es lo más lógico del mundo, pero quiere salir contigo.
Max suspiró.
–Yo pensaba que me había invitado a cenar por tu artículo. No sabía que…
–Solo es una cena, Max. No te preocupes tanto. Dudo que se abalance sobre ti y te haga el amor a la primera de cambio.
Max guardó silencio.
–Deberías sentirte halagado –continuó ella.
–Y lo estoy. Pero… es que no quiero complicar las cosas.
–¿Qué hay de complicado en una cena? No será la primera vez que cenes con Darcy, ¿verdad? Y, esta vez, ni siquiera tienes que preparar la comida.
–No se trata de eso –dijo Max, intentando encontrar una excusa–. Es que… bueno, ha pasado muy poco tiempo desde mi separación. No me siento con fuerzas para empezar otra relación amorosa.
Allegra se acercó al sofá y se sentó a su lado.
–Lo siento, Max. Tiendo a olvidar que lo de Emma te ha dejado huella.
Max pensó que tampoco era para tanto, pero guardó silencio. Allegra estaba tan cerca de él y sus ojos verdes lo miraban con tanta ternura que lo dejó sin palabras.
–Darcy sabe que estuviste comprometido y que te separaste hace poco tiempo –Allegra le puso una mano en el muslo y Max se estremeció–. No espera que te enamores locamente. Solo quiere pasar un buen rato. Además, es una mujer encantadora. Cena con ella y olvídate de Emma, aunque solo sea por una noche.
Max se dijo que no necesitaba olvidar a Emma; lo que necesitaba olvidar era el contacto de la mano de Allegra en el muslo, pero asintió y le dio la razón porque, si no se levantaba del sofá inmediatamente, se lanzaría sobre ella y la devoraría.