Los buitres de la deuda. Mara Laudonia

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Los buitres de la deuda - Mara Laudonia

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      “Esta propuesta no va a tener más de 20% de aceptación”, lanzó ante sus colegas el titular del Banco Central en esos pasillos, cuidándose de no ser interceptado por la prensa.

      “El muy guapo no viene, manda a su mujercita que encima se sienta al fondo de todo”, cuentan que soltó un iracundo Lavagna, en privado, frente a algunos funcionarios, hablando del presidente del Central y de su vice, aunque Lacoste sí había ido, si bien llegó tarde, cuando promediaba la presentación.

      Lavagna no recordaría esa frase cuando fue entrevistado para este libro, pero no ocultó la bronca que le había producido aquel gesto del titular del Banco Central.

      El faltazo de Prat Gay no fue un dato menor, ya que más allá de las diferencias personales existentes entre ambos funcionarios –y de las típicas disputas de poder y egos entre un presidente de Banco Central y un ministro de Economía–, en teoría todos debían jugar para el mismo lado.

      Prat Gay, un ex JP Morgan, daba así los primeros indicios de que no apostaba al éxito de la oferta argentina, algo que se hizo más visible tiempo después, en su salida de la presidencia del Banco Central. Y tampoco apostaba a la suerte del modelo económico elegido por el gobierno, ya que más pronto que tarde se cruzaría a un partido opositor.[9]

      Esa noche nadie durmió en Dubai. Los periodistas se quedaron hasta casi la mañana siguiente escribiendo, debido a la diferencia horaria con la Argentina y las repercusiones locales, y los inversores y banqueros buscaron pasar su mal trago con la quita anunciada dejándose embelesar por odaliscas que ofrecían shows típicos del lugar en los hoteles de categoría. El equipo económico, en tanto, se tomó un respiro y salió de su claustro acudiendo a la invitación del jeque, quien brindó un cóctel para ministros de finanzas y presidentes de bancos centrales, y luego se recluyó en su hotel.

      A la mañana siguiente, la publicación especializada en la cobertura de lo que sucede en países emergentes, y afín con los bancos de inversión, titulaba como nota principal “Argentinos ladrones”. La misma adornaba todas las mesas de la convención en Dubai.

      A partir de ahí se intensificó de manera exponencial el lobby de los banqueros en contra del país, que duraría años: a la Argentina había que castigarla y dejarla aislada. No fuera que otro país intentara emularla, sea con la declaración del default o con la propuesta, que el mundo financiero interpretaba (o quería interpretar) como una burla a los acreedores, decían enfurecidos.

      En la Casa Rosada y Nueva York

      En Buenos Aires, Néstor Kirchner en persona se hizo cargo de su propuesta y quiso dar la noticia local, para lo que realizó una presentación simultánea a la de Dubai, ya que no había forma de conexión con la conferencia que el equipo económico realizaba en Oriente Medio.

      El presidente convocó a una audiencia en la Sala de Situación de la Rosada a los jefes de todos los bloques partidarios, que eran unas decenas debido a la gran fragmentación política del momento, derivada de la crisis de 2001.

      A falta de una videoconferencia –esta tecnología fue adoptada como rutinaria tiempo después por la sucesora y mujer del presidente, Cristina–, lo único que se vio allí fue un Power Point con los lineamientos de la propuesta. Néstor habló sólo unos minutos: introdujo el tema, lanzó la cifra de la quita y justificó la medida, luego le dejó las explicaciones a su entonces jefe de gabinete, Alberto Fernández. El ministro de Interior Aníbal Fernández también acompañó a Néstor durante la presentación.

      A diferencia de lo que sucedía en Dubai, los políticos y varios empresarios y banqueros locales respaldaron la proposición oficial. Los presentes recordaron ese clima de unidad luego del espanto económico que acababa de transitar el país, y que Néstor incluso se permitió bromear con una partida del presupuesto de ese año que el Ejecutivo acababa de presentar y la oposición debía considerar: “Hay una partida para pintar la Casa Rosada. Si quieren, apruébenla, si no, no importa”, dijo, palabras más palabras menos, según uno de los presentes en la sala.

      En rigor, el hervidero estaba en los mercados. A sólo una cuadras de allí, en el recinto de la Bolsa, el índice de las empresas líderes, el Merval, luego del anuncio se precipitó 6%, al tiempo que los títulos públicos se derrumbaron, para acomodarse al nuevo escenario de quita inesperada. También pequeños bonistas argentinos, que habían padecido la crisis y el “corralito”, asomaban como sin poder comprender su situación.

      Entre los que concurrieron a la presentación en Buenos Aires se encontraba un entonces desconocido Sergio Chodos, joven abogado hijo de un empresario de la construcción, que mostraba sus primeros aires de militante, pues se había incorporado al equipo de deuda hacía apenas dos meses. Mientras trabajaba en el estudio Brouchou, especializado en asesorar bancos que participara del canje 2005, se había acercado a Guillermo Nielsen, quien luego de una charla le propuso integrarse al equipo en cuestiones de asesoramiento legal del canje.

      Chodos, que empezó así como asesor de Nielsen, fue el único hombre del equipo económico de deuda al que habían bajado del avión que transportó a la comitiva que viajó a Dubai para quedarse en Buenos Aires asistiendo a Néstor y a Alberto Fernández, para eventuales deudas técnicas de la presentación.

      Inicialmente Chodos se lamentó de no haber podido viajar, pero ese acercamiento a Néstor Kirchner y a Alberto Fernández, a quienes no conocía, fue crucial para su carrera de funcionario público.[10]

      La presentación de la propuesta argentina en Dubai, que mostró a un Kirchner con su pretensión de ir con los tapones de punta con los acreedores, fue todo un símbolo. Aunque entonces era poco perceptible para muchos, anticipaba lo que sería la impronta de gestión de las presidencias de los Kirchner: el corrimiento de los límites, el ir más allá de lo impensado. La negociación de la deuda fue una de las primeras medidas, en este sentido, en materia económica.

      Tres días después del lanzamiento de la oferta en Dubai, Néstor Kirchner dedicó un largo tramo de su discurso presentado en Naciones Unidas a su visión estratégica sobre la deuda argentina y la solución propuesta al default, en el marco de la profunda recesión en la que había caído el país. Dijo en esa oportunidad, en su primer discurso en la ONU, el 25 de septiembre de 2003:

      La relación de países como el nuestro y otros con el mundo está signada por la existencia de una aplastante y gigantesca deuda, tanto con organismos multilaterales de crédito como con acreedores privados. […] Nos hacemos cargo como país de haber adoptado políticas ajenas para llegar a tal punto de endeudamiento. Pero reclamamos que aquellos organismos internacionales que –al imponer esas políticas– contribuyeron, alentaron y favorecieron el crecimiento de esa deuda también asuman su cuota de responsabilidad. Resulta casi una obviedad señalar que, cuando una deuda adquiere tal magnitud, la responsabilidad no es sólo del deudor sino también del acreedor… Es necesario entonces que se asuma el hecho cierto, verificable y, en cierta medida, de sentido común, de la terrible dificultad que ofrece el pago de esa deuda. Sin una concreta ayuda internacional que se encamine a permitir la reconstitución de la solvencia económica de los países endeudados y con ello su capacidad de pago; sin medidas que promuevan su crecimiento y desarrollo sustentable, favoreciendo concretamente su acceso a los mercados y el crecimiento de sus exportaciones, el pago de la deuda se torna una verdadera quimera. En el desarrollo de exportaciones con valor agregado a los recursos naturales que la mayoría de los países endeudados poseen, pueden solventarse los primeros tramos del desarrollo sustentable, sin el cual sus acreedores deberán asumir sus quebrantos sin otra opción realista. Nunca se supo de nadie que pudiera cobrar deuda alguna a los que están muertos.

      “Los muertos no pagan las deudas” fue quizá la frase más audaz y solitaria de Kirchner en aquel momento, y resumía como ninguna la

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