Los buitres de la deuda. Mara Laudonia

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Los buitres de la deuda - Mara Laudonia

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de Washington.

      Habían sido meses durísimos para el equipo económico que trabajó para llegar con una oferta semejante. Pero sería sólo el comienzo de una compleja negociación con los distintos actores que participarían de la oferta –con medidas judiciales median-te, que hasta lograron frenarla–, que se extendió por años, y de la que aún queda por librar la batalla final.

      Puede decirse que en Dubai comenzó la verdadera saga del desendeudamiento: la lucha del país por imponer en la comunidad internacional una oferta posible de pagar y la pelea de la Argentina contra los buitres, es decir, los enemigos externos y los internos de un manejo de la deuda sustentable para la Argentina.

      Capítulo 2

      La Argentina y el FMI: desendeudarnos para desintervenirnos

      La herencia de una deuda en default y la tortuosa relación de la Argentina con el FMI marcaron con fuego los comienzos de la gestión de Néstor Kirchner. El presidente sabía que “para sacar a la Argentina del infierno”, como él manifestaba, debía comenzar por resolver el tema de la reestructuración de la deuda con los bonistas, entre las prioridades. Cargaba además con la mochila de los condicionamientos que imponía el FMI sobre las políticas económicas del país para el otorgamiento de los préstamos, por lo que no tuvo más remedio que aceptar la convivencia con el organismo durante un tramo importante de su mandato.

      Sin embargo, el nuevo modelo económico implementado de “acumulación con inclusión social” y el crecimiento que experimentó el país desde 2003 lograron romper –por primera vez desde el ingreso de la Argentina al FMI en 1956– con los lazos de esa relación matrimonial enferma. Y la reubicó en una “relación más madura”, en la que el Estado argentino recuperó la soberanía en materia de políticas económicas.

      El acuerdo firmado por Néstor Kirchner con el FMI en septiembre de 2003 fue el primero y resultó el último que un gobierno argentino realizara con el organismo multilateral. En septiembre de 2004, Kirchner rompería definitivamente con el Fondo al rechazar la negociación por la tercera revisión de ese acuerdo, que nunca se reanudó. Una vez más, casi desoyendo las lecciones del pasado reciente con el país y dirigido por la voluntad de los siete países más ricos (Estados Unidos, Canadá, Japón, Inglaterra, Alemania, Francia y Alemania), el G7, el Fondo presionaba con condicionamientos que comprometían las negociaciones de la Argentina con los acreedores.

      Fue cuando un Néstor saturado dijo basta, y le soltó sin vueltas a Lavagna: “Estos tipos ya me cansaron; tenemos que sacarnos de encima definitivamente al FMI”, confiesa el ex ministro. En esa primavera había comenzado a pergeñar la idea de cómo deshacerse del Fondo, que se materializó un poco más de un año después cuando la Argentina canceló la totalidad de la deuda con el organismo.

      El “equipo de la deuda”

      Roberto Lavagna resultó indiscutiblemente una pieza clave del engranaje del canje de la deuda y de los nuevos aires en la relación con el Fondo. Había comenzado a explorar opciones para una renegociación de la deuda durante su gestión en la presidencia de Eduardo Duhalde, y se plantó ante “las exigencias de siempre” del FMI que, según analizaba, en poco tiempo harían volver al país a una situación de caos de la cual el país no terminaba de salir en 2002. Por estas razones, luego Néstor lo reconfirmó en el puesto para finalizar su trabajo.[11]

      “Yo me había reunido con Kirchner para tratar el asunto en el departamento de la avenida Callao que los Kirchner tenían en el barrio de Recoleta y fue el 21 de febrero de 2003 cuando Néstor me hizo la oferta de sumarme con él a la fórmula presidencial como vicepresidente. Yo le dije que me diera veinticuatro horas para pensarlo porque no lo conocía”, contó Lavagna.

      Kirchner, según relata Lavagna, le había hecho el ofrecimiento ante la presencia de Cristina y Alberto Fernández, un operador fundamental desde la creación en 1998 del Grupo Calafate que impulsaba la candidatura de Kirchner. “Pero al otro día fui muy sincero y le dije: «Mirá, no te ofendas, pero la verdad que yo no te conozco y no estoy dispuesto a correr el riesgo y limitar mis opciones de vida por cuatro años»”.

      Pero se quedó. Fue el principio de una relación de respeto mutuo y no permaneció cuatro años en el kirchnerismo sino dos, que fue prácticamente el tiempo que duró la misión del primer canje de la deuda, si bien en ese lapso la política económica que desarrolló fue de lo más variada.

      Lavagna reclutó un equipo de técnicos de jóvenes entusiastas que se animaron a asumir funciones cuando nadie quería hacerlo con una economía totalmente quebrada en 2002. Logró consolidar con ellos una estrecha relación, al punto que cuando culminó su gestión todos eligieron presentar la renuncia con él, en un gesto de lealtad, si bien, como se verá, la mayoría volvió al ruedo en distintas funciones dentro del kirchnerismo, salvo el propio Lavagna.

      Designó como secretario de Finanzas a Guillermo Nielsen, un economista especializado en finanzas tanto en el sector público como en el privado que durante la gestión de Jorge Remes Lenicov al frente del Ministerio de Economía del duhaldismo había sido el enlace entre ese Ministerio y el Banco Central. Como secretario de Política Económica designó a Oscar Tangelson, un hombre de íntima confianza de Kirchner.

      Nielsen sumó al equipo a su ex socio Leonardo Madcur, quien con treinta y dos años durante la etapa duhaldista ofició de subsecretario de Financiamiento, pero luego se ganó el respeto y la confianza de Lavagna, quien lo nombró secretario de Coordinación Técnica bajo el gobierno de Kirchner.

      Madcur ingresó al Ministerio de Economía “un sábado, en medio del caos de 2002, y mi primer trabajo fue participar en la elaboración del decreto 905, que refundó el sistema financiero y en la norma que erogaba el CER a los créditos”, recordó el abogado, que hoy se ubica lejos de la función pública.[12]

      Otro de los pilares del equipo era Sebastián Palla, joven economista que no llegaba a treinta años, egresado de la Universidad Di Tella, que fue becario en el grupo Socma y en la Fundación Macri, donde conoció a Guillermo Nielsen. Palla primero entró como asesor y mano derecha de Nielsen, quien luego lo ascendió a subsecretario de Finanzas.

      Además, se sumaba como asesor Sergio Chodos, especialista en reestructuración de pasivos de bancos y empresas, quien recordó que “ingresar al equipo de reestructucturación de la deuda fue algo reloco para mí, un cambio muy grande, era ir otro lado del mostrador”, relató el ex abogado del estudio Brouchou quien, como se verá, permaneció en el sector público.

      Posteriormente, Héctor Torres se sumó al equipo como representante de la Argentina ante el FMI, y destronó a Guillermo Zocalli, un hombre histórico en la silla argentina ante el organismo, que encarnaba la vieja etapa del neoliberalismo impulsor de la convertibilidad desde primerísima hora.[13]

      Relaciones tortuosas

      Al comenzar su mandato el 25 de mayo de 2003, Kirchner había heredado de Eduardo Duhalde un miniacuerdo con el FMI. Éste había sido formulado en enero de 2003 sobre la base de la emergencia económica que significaba el salvoconducto que permitía mantener lazos con la comunidad financiera internacional tras el default.

      El entendimiento logrado con el Fondo se convertía en una pieza importante para mejorar las relaciones del país con el mundo financiero y servía para afirmar la relativa estabilidad lograda en los nueve meses anteriores. Además, le dio al gobierno siguiente la decisión de establecer la magnitud de los incrementos en las tarifas públicas.

      Ese miniacuerdo fue una negociación de unos nueve meses para lograr un convenio de apenas seis meses. Fueran necesarias quince misiones para renegociar el acuerdo, lo que constituyó un record de viajes de autoridades del

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