Sentidos de ciudad. Alejandra García Vargas

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Sentidos de ciudad - Alejandra García Vargas Antropología, estudios culturales y relaciones de poder

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aquí”); y no identificarse para nada con él (es decir, que ese lugar resulte irrelevante para las identificaciones de una persona).

      La ligazón propuesta dialoga con la geografía crítica feminista, que problematiza las bases de la concepción universal de los procesos de globalización y defiende la importancia de lo local para comprender las dinámicas sociales, articulando los espacios próximos de la cotidianeidad a dinámicas espaciales más amplias, que además sean capaces de reflexionar sobre la inequidad del desarrollo global, en términos de geografías del poder. En ese sentido, Doreen Massey sostiene que:

      El poder es una de las pocas cosas de las que raramente se ve un mapa. Sin embargo, una geografía del poder (…) sustenta buena parte de lo que experimentamos en cualquier área local. Y es sobre las intersecciones de todas estas geografías que tal “lugar” adquiere tanto su singularidad como su interdependencia con cualquier otro sitio. (1995, p. 71)

      Al mismo tiempo, un aspecto constitutivo de los “sentidos de ciudad” es territorial, se trata del establecimiento de la diferencia social a través de la demarcación de límites espaciales, que son contingentes y precarios pero revelan estructuras subyacentes de poder. Gillian Rose (1995) sostiene que “el ejemplo más obvio de la forma en que las relaciones de poder pueden estructurar sentidos del lugar se da en casos donde uno de ellos se vuelve tan dominante que oscurece otras interpretaciones, quizá más importantes, sobre el mismo lugar” (p. 100).

      Por contraste, puede ilustrarse la vinculación entre sentidos del lugar y geografías del poder con el “Mapa invertido” de Joaquín Torres García (1943), cuya efectividad se explicaría porque subvierte el sentido del lugar dominante sobre Sudamérica.11

      Esta configuración teórica permite comprender la diferencia y la desigualdad como (uno de los) resultado(s) de las relaciones de poder en el proceso de producción social del espacio urbano. La situación se ha expuesto al conceptualizar los sentidos de ciudad y su relación con las configuraciones culturales, pero cabe recordar que los sentidos de ciudad (múltiples y diversos) están profundamente vinculados a la desigualdad social y revelan cuál será el más poderoso en cada caso, cuál deberá luchar para poder expresarse y por qué algunos son negativos para algunos actores. Del mismo modo, las temporalidades también son diversas en los procesos que las construyen (Chaterjee, 2008).

      Este es un libro sobre la ciudad. Existe una vasta cantidad de propuestas que trabajan el entorno barrial como espacio de comprensión de lo urbano (Grimson, Ferraudi Curto y Segura, 2009), escala que parece la más apropiada para las aproximaciones etnográficas (Carman, 2006 y 2011; Segura, 2006). Esa escala es frecuente en las valiosas etnografías urbanas sobre ciudades jujeñas producidas en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad de Jujuy (entre otros, García Moritán, 1997; Rabey y Jerez, 2000; Bergesio, Golovanevsky y Marcoleri, 2009; Gaona, 2016). También resulta el entorno central en el campo de la historia social argentina, y se problematiza especialmente durante su proceso de reconfiguración posterior a la última dictadura (Armus, 1990; Romero y Gutiérrez, 1995).

      En otros registros, como el de los “imaginarios”, el barrio como escala de comprensión de lo urbano es consistente a los entornos que García Canclini (1999) describe como “ciudades diseminadas” (p. 82), cuyas características de dispersión, heterogeneidad y masividad impiden una experiencia del conjunto de la ciudad. Sin embargo, el mismo autor contrapone a esa ciudad-hecha-de-fragmentos la ciudad “informacional o comunicacional” (p. 82), que a través de sus narraciones restituye la idea de mundo en común ofrecida por la cultura masiva contemporánea.

      El abordaje propuesto permite comprender la ambigüedad constitutiva de la ciudad (Gorelik, 1998): ser una (en tanto territorio ocupado u horizonte posible de interpretación) aun siendo múltiple (en tanto espacio diversa y desigualmente experimentado e interpretado, como sostiene Segura [2006]).12 Del mismo modo, frente al intento de unificación y uniformización hegemónicos de las percepciones del espacio existe una radical heterogeneidad (temporal, simbólica, pasional, entre otras) que se traduce en las formas en que la experiencia personal y grupal permite la apropiación y la significación de la ciudad. Estas tensiones revelan la dimensión política del espacio, como proceso conflictivo de producción, ya que múltiples posiciones en idéntico tiempo conllevan necesariamente conflictos, en una suerte de heterogeneidad que se articula y puede reconocerse al interior de un proyecto común, sedimentado (Massey, 1999).

      De la diversidad de medios a través de los cuales se expresan los sentidos de ciudad y que forman parte de una determinada configuración cultural, elegimos trabajar a partir de la circulación de un conjunto de narrativas audiovisuales de producción local, que nos permiten abordar productivamente una serie de preocupaciones teóricas, epistemológicas y metodológicas sobre los procesos de producción social del espacio urbano, resaltar su dimensión significativa, y posicionarnos en una perspectiva propia. Específicamente, ese conjunto de narrativas opera como “objeto que concentra la atención inicial”:

      El objeto que concentra la atención inicial nunca es un acontecimiento aislado (un texto o lo que fuese) sino un ensamblaje estructurado de prácticas –una formación cultural, un régimen discursivo– que ya incluye tanto las prácticas discursivas como las no discursivas. Pero incluso tal formación debe situarse en formaciones superpuestas de la vida cotidiana (como un plano organizado de poder moderno) y de estructuras sociales e institucionales. Es decir que, en última instancia, no puede haber una ruptura radical entre el objeto o acontecimiento inicial de estudio y el contexto en el que este se constituye. (Grossberg, 2012, p. 42)

      En ese sentido, la circulación de estas narrativas audiovisuales permite abordar la tensión entre la vivencia urbana y el trabajo crítico con los textos que cohabitan en nuestra noción de “sentidos de ciudad”. Dentro de esta perspectiva, la obra de Benjamin sobre ciudades resulta una herencia reconocible. En esta lectura nos distanciamos de la idea extendida del análisis de la ciudad en Benjamin, que restringe su aporte ya que se limita a las (por cierto, maravillosas) observaciones del flâneur sobre París, en lugar de compararlas con sus consideraciones sobre Berlín, Nápoles y Moscú para percibir la descripción situada de mundos urbanos únicos (las ciudades de Benjamin en plural, cfr. Kohan, 2004). En segundo término, nos alejamos de las interpretaciones en las que la identificación entre ciudad y texto se presume directa (Bolle, 2007), ya que Benjamin articula la representación de espacios y temporalidades y la relación entre experiencia, vivencia y mediación textual como actitud posible del análisis cultural frente a las ciudades (Kohan, 2004). Pero, además, el materialismo benjaminiano atiende a ese conjunto articulado (de representaciones, experiencias, vivencias y mediaciones) como parte de las prácticas productivas del espacio ligadas a las construcciones, a los usos y a los consumos de las figuras sobre ciudades que circulan en una trama sociotécnica común, vinculada al capitalismo, a la que al mismo tiempo constituye. Ese vínculo teórico y epistemológico complejo entre niveles que habitualmente se plantean de manera separada también se encuentra en los estudios latinoamericanos críticos sobre cultura y poder. Las tres herencias mencionadas (Birmingham, los estudios latinoamericanos sobre cultura y poder, Benjamin) se reúnen en un “zócalo” que puede nombrarse materialismo cultural.

      En síntesis, nuestro estudio propone dar cuenta, a partir de materiales audiovisuales concretos, de las dinámicas de la significación en la producción social del espacio en y de una ciudad ordinaria (Robinson, 2006; García Vargas y Román Velázquez, 2006) inscripta en formaciones nacionales de alteridad (Briones, 2008) que la ubican en una posición excéntrica, permite tensar las relaciones y articulaciones –histórica y socialmente construidas– con diferentes sitios y escalas, y en ese movimiento alienta una agenda de investigación que reconoce diferentes formas de ser urbanes en Latinoamérica y en Argentina. El capítulo 2 liga una descripción crítica de San Salvador de Jujuy a los procesos de urbanización del capital y de la conciencia (Harvey, 2005), en términos de intersección histórica de relaciones sociales que cohabitan y producen específicas geografías del poder e igualmente específicos paisajes

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