Escape hacia la utopía. Julián Schvindlerman

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Escape hacia la utopía - Julián Schvindlerman

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“Sin terratenientes no habría campesinos arrendatarios, sin campesinos arrendatarios tampoco habría terratenientes”, etc. Más adelante regresará sobre el dilema de la piedra y el pollo: “¿Por qué puede un huevo, y no una piedra, transformarse en un pollo? ¿Por qué existe identidad entre la guerra y la paz pero no entre la guerra y una piedra? ¿Por qué los seres humanos son capaces de engendrar solo seres humanos y no otra cosa?”. Y extiende esto a otro interrogante: “¿Por qué puede la revolución china evitar un futuro capitalista y entroncar directamente con el socialismo, sin seguir el viejo camino histórico recorrido por los países occidentales, sin pasar por un período de dictadura burguesa?”. Antes de adentrarse en el análisis del “papel del antagonismo dentro de la contradicción” (que, en síntesis, distingue entre diferencias partidarias o doctrinales aceptables, en oposición a las diferencias inaceptables que serían las “antagónicas”, o algo por el estilo), Mao abrocha esta sección afirmando que en la identidad existe la lucha, en lo particular existe lo universal, en lo individual existe lo general, y cierra con una cita oximorónica de Lenin: “En lo relativo existe lo absoluto”.

      Si este tratado encumbró a Mao como un teórico de relieve entre los chinos marxistas, ha de haber sido porque muy pocos entendieron qué quiso decir, y muchos menos aún se atrevieron a preguntarle al respecto. O, como dijo Daniel Kalder:

      Sobre la contradicción no contiene sabiduría, y si de alguna manera desapareciera del tiempo y el espacio, la historia de la palabra impresa se vería enriquecida por su ausencia. Sin embargo, de sus propias contradicciones, puede surgir una cierta fascinación limitada. Intrincado e inútil, leerlo es como mirar a un modelo detallado de un barco dentro de una botella: te preguntas cómo lo consiguió su creador, mientras que también piensas que la energía habría sido mucho mejor gastada haciendo otra cosa.

      El año 1937 parece haber sido prolífico para el escritor chino, pues tras producir Sobre la práctica, en julio, y Sobre la contradicción, en agosto, redactó Contra el liberalismo, en septiembre.

      Piadosamente este es un ensayo breve, en el que Mao repudia al liberalismo y establece cuál ha de ser la conducta del comunista adecuado. Declara que hay una pugna en curso entre el comunismo y el liberalismo y que “todos los comunistas y revolucionarios” deben ser parte de ella. Mao enumera las once maneras principales en que el liberalismo se manifiesta. Cuando alguien está frente a una persona que está equivocada pero deja pasar las cosas y no discute con ella, eso es una forma de liberalismo. No hacer pública la posición propia o permanecer callado en las reuniones ni hacer nada por la vida colectiva, solo limitarse a murmurar, esa es otra forma de liberalismo. Preocuparse solo por evitar reproches y no involucrarse en polémicas aun a sabiendas de que otro está errando, esa es otra expresión liberal. Rechazar la disciplina y desobedecer órdenes también es una actitud liberal. Armar líos, desahogar rencores personales o buscar venganza son otros tantos modos de ser liberal. Escuchar opiniones contrarrevolucionarias y no informar sobre ellas es otra exteriorización de liberalismo. No agitar o propagandizar entre las masas o ser indiferente a ellas, eso también es liberalismo. No indignarse ni disuadir ni razonar con quien perjudica a las masas: liberalismo. Pasar los días vegetando y pensando “mientras sea monje tocaré la campana”, darse aires de veterano, ser negligente en el trabajo y flojo en el estudio, tener conciencia de los propios errores pero no corregirlos; todo ello es liberalismo.

      “En una colectividad revolucionaria, el liberalismo es extremadamente perjudicial”, proclama. Debilita la cohesión, causa apatía, corroe la unidad, impide la aplicación de la política revolucionaria y aleja a los partidarios de las masas. En cuanto el liberalismo es oportunista, es decididamente opuesto al marxismo: “Se trata de una tendencia sumamente perniciosa”. Luego de haber socavado al liberalismo, Mao enuncia las virtudes del buen comunista:

      El comunista debe ser sincero y franco, leal y activo, poner los intereses de la revolución por encima de su propia vida y subordinar sus intereses personales a los de la revolución; en todo momento y lugar ha de adherirse a los principios justos y luchar infatigablemente por todas las ideas del partido y la ligazón de este con las masas; ha de preocuparse más por el partido y las masas que por ningún individuo, y más por los demás que por sí mismo. Solo una persona así es digna de llamarse comunista.

      Citas del presidente Mao contiene un capítulo titulado “Comunistas”. Reúne varios pronunciamientos del líder chino sobre el tema, como el recién citado, y agrega otros. Así: “Los comunistas deben ser ejemplares tanto por su sentido práctico como por su previsión y clarividencia”, “Los comunistas deben ser los más perspicaces, los más dispuestos a sacrificarse, los más firmes”, “El comunista nunca debe creerse infalible ni comportarse en forma altanera, pensando que sobresale en todo mientras los demás no tienen nada bueno; jamás debe encerrarse en su pequeña habitación, ni fanfarronear, ni actuar como tiranuelo”, “Los comunistas no deben desdeñar o menospreciar a las personas políticamente atrasadas, sino acercarse a ellas, unirse con ellas, convencerlas y alentarlas a progresar”, “Los comunistas somos como la semilla y el pueblo como la tierra. Dondequiera que vayamos, debemos unirnos con el pueblo, echar raíces y florecer en él”.

      En la década de 1950 Mao mostró su preocupación por el poder militar y el papel preponderante a escala global de Estados Unidos. La transcripción abreviada de una conversación que mantuvo con el primer embajador de Finlandia acreditado en China, titulada La bomba atómica no intimida al pueblo chino (1955), pone en evidencia ello. Tras observar que Beijing y Helsinki son naciones amigas, el líder chino declara que “de entre los países europeos, China tuvo guerras en el pasado solo con Inglaterra, Francia, Alemania, la Rusia zarista, Italia, el Imperio Austrohúngaro y Holanda” (mi subrayado).

      Mao pretende mostrarse indiferente ante el peligro de una amenaza nuclear al postular que “el chantaje atómico de Estados Unidos no intimida al pueblo chino” y agrega:

      Ese montoncillo de bombas atómicas que posee Estados Unidos no es suficiente para acabar con los chinos. Aun en el caso de que Estados Unidos, contando con un poderío de bombas atómicas mucho mayor que el actual, las arrojara sobre China hasta horadar el globo terrestre y volarlo, eso, aunque podría ser un acontecimiento de gran magnitud para el sistema solar, no significaría mucho para el universo en su conjunto.

      Mao asegura que “las guerras mundiales nunca terminan a favor de los belicistas, sino de los partidos comunistas y pueblos revolucionarios del mundo” y ofrece la observación extraña de que cuanto antes lancen los imperialistas una guerra nuclear, “más pronto serán barridos de la faz de la Tierra”. Eventualmente, según Mao, se establecerán otras Naciones Unidas, una ONU popular, “con sede posiblemente en Shanghái o en algún lugar de Europa o en la misma Nueva York, si para entonces los belicistas norteamericanos han sido liquidados totalmente”.

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