Un legado sorprendente. Кэтти Уильямс
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–Mi plan es alquilar esta casa y marcharme a Australia durante una temporada para estar con mi padre. Él no quiere regresar a vivir a Londres. Le gusta mucho Melbourne y ha hecho muchos amigos allí. Le gusta el tiempo y el estilo de vida más relajado, pero yo tengo que asegurarme de que está bien mientras pasa por este bache.
Violet esperó a que Matt realizara algún comentario, pero él permaneció en silencio.
–Todo habría sido diferente si Caroline, mi madrastra, siguiera aún con vida.
Silencio.
–Está en lista de espera para un trasplante de hígado.
«Demasiados datos», pensó Violet, enfadada consigo misma.
–La conoció cuando estaba en rehabilitación. Ella trabajaba allí.
Violet chascó la lengua con impaciencia y se preguntó si ella iba a seguir dándole detalles de su vida para evitar quedar en silencio. Aquella actitud no era propia de ella, la reservada, distante y fría Violet Dunn a la que él estaba acostumbrado.
–¿Vas a seguir ahí sentado sin decir nada, Matt?
–Eras su cuidadora –repitió él, aún pensando y mirándola de un modo intenso y penetrante que le ponía a ella el vello de punta–. Debiste de sacrificar algunas cosas.
–¿Qué quieres decir?
–Suele ser así –dijo él lentamente, como si estuviera encontrando la solución a un complejo problema que solo se podía solucionar a través de una serie de cuidadosas etapas–. El cuidador siempre renuncia a algo. ¿Tengo razón? Creo que tus estudios debieron de ser algo erráticos, como poco, lo que dice también mucho de que, a pesar de todo, hayas terminado siendo una persona tan preparada. Debiste de ser muy estudiosa de adolescente.
Violet apretó los labios. Si Matt supiera lo cambiados que habían estado los papeles en su vida… Si miraba atrás en su vida, se encontraba con la adolescente que se quedaba en casa, leyendo, mientras su padre estaba de juerga bebiendo, drogándose y cayéndose de bruces en el sofá cuando llegaba a casa. Había sido ella la que le había recriminado las fiestas nocturnas y recordándole los peligros de las drogas. Se había asegurado de que se tomara sus vitaminas y que se alimentara bien. Cuando las giras terminaron y las visitas a los centros de rehabilitación comenzaron, ella estaba totalmente acostumbrada a ocuparse de todo lo que ocurría en la casa. Claro que había renunciado a cosas. Lo primero, a ser una adolescente despreocupada y feliz.
–Me gustaba estudiar –dijo ella–. Ahora, creo que ya es hora de que te marches. Me pediste una explicación sobre por qué he dimitido y ya te la he dado.
–No estoy dispuesto a marcharme.
–¿Qué quieres decir con eso?
–Me he pasado dos años y medio preguntándome qué era lo que más le importaba a mi megaeficiente secretaria. Además, sigo empeñado en hacer que cambies de opinión. Por lo tanto, tendrás que perdonar mi curiosidad.
–¿Podemos hablar de esto por la mañana? –le preguntó ella con gesto cansado.
–¿Cuándo vuelvas a estar con tu correcto trajecito, sentada detrás de tu escritorio, protegida por tu profesionalidad? Creo que prefiero hablar con esta Violet Dunn, que es ligeramente menos formal.
–¡No me importa lo que prefieras!
–He absorbido dos empresas de software y da la casualidad de que una de ellas está en Melbourne. ¿Sabías que Melbourne está a la cabeza en lo que se refiere a la cantidad de pequeños negocios? Estoy intentando arrancar ahí. Allí hay grandes promesas y te aseguro que voy a cuidarlas mucho. Siento que podría poner huevos de oro con el apoyo adecuado.
–¿Y qué tiene eso que ver conmigo? –le preguntó ella poniéndose de pie.. Se acercó a la puerta de la cocina y apoyó la mano sobre el pomo de la puerta.
–Necesitas rutina –le dijo Matt con una voz que le provocó una tremenda exasperación.
–Creo que podré continuar con mi vida sin ella durante un tiempo –respondió Violet descaradamente–. Ahora, levántate. Es hora de que te marches. Estoy agotada.
–Entiendo que no estás planeando en instalarte al otro lado del mundo –comentó Matt haciendo caso omiso a la indirecta de Violet.
–No –admitió ella después de un rato. Suspiró y volvió a sentarse. Las piernas le temblaban–. Yo no podría vivir allí. Sería mucho más fácil que mi padre se mudara aquí y eso va a ser parte de lo que quiero conseguir cuando vaya. Convencerle para que regrese a vivir a Londres.
–Si él sigue teniendo vínculos aquí, podría pensar que lo iban a llevar por el mal camino –sugirió Matt. Violet abrió los ojos de par en par.
–No se me había ocurrido pensar en eso –admitió–. Podrías estar en lo cierto. Aún tiene amigos entre los miembros de su grupo y, por supuesto, irían a un pub y terminarían bebiendo, lo que sería muy duro para él. Podría tratar de persuadirle para que se mudara más cerca de la costa, lo suficientemente lejos de Londres para evitar las tentaciones…
–Volvamos a hablar de esa empresa mía en Australia –dijo Matt. Violet parpadeó y lo miró fijamente–. La razón por la que la he mencionado es porque me vendría bien un par de manos en las que pueda confiar allí para dirigir el nuevo equipo, por así decirlo. De esa manera, nos vendría bien a los dos.
–¿A qué te refieres?
–Me refiero, Violet, a que tu plan para desaparecer durante meses sin tener nada que hacer en el otro lado del mundo más que tratar de animar a tu padre va a resultarte muy frustrante después de un breve espacio de tiempo. Eres una mujer inteligente y necesitas utilizar tu cerebro. ¿Cómo lo vas a hacer en Melbourne?
–Estoy segura de que sabré cómo ocuparme cuando esté allí.
–Claro, habrá trabajillos en los que puedas emplearte, aunque evidentemente no necesitas el dinero. En cualquier caso, siempre me había parecido que te gustaban los desafíos… Así que, vas a estar muy aburrida… y a mí me vendría muy bien alguien en quien pudiera confiar en las etapas iniciales de mi nueva empresa. Sería un ascenso muy importante para ti estar a cargo de una de mis empresas desde cero. Tendrías un nuevo puesto, nuevas responsabilidades y, por supuesto, un nuevo sueldo que refleje las dos cosas anteriores. No te preocupes sobre permisos de trabajo y todas esas banalidades. Considéralo todo hecho.
Matt dejó pasar unos segundos para que ella pudiera digerir las ventajas de todo lo que él le estaba ofreciendo. Violet tuvo que admitir que todo era muy tentador.
–Incluso te facilitaría un pequeño apartamento propio para que tu padre y tú pudierais mantener esa independencia a la que probablemente los dos os habéis acostumbrado a lo largo de los años.