Diplomacia y revolución. Manuel Alejandro Hernández Ponce

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Diplomacia y revolución - Manuel Alejandro Hernández Ponce

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avanzó el año de 1911 se fue desvaneciendo la esperanza del Departamento de Estado respecto a la recomposición del caso mexicano, especialmente tras las crecientes noticias sobre daños a extranjeros. Entre los informes sobre el movimiento de tropas estadounidenses en la frontera, destacaron los rumores sobre una supuesta solicitud del gobierno alemán para que la Casa Blanca enviara tropas a México. Sin embargo, a los pocos días se emitió un comunicado desde Berlín a la Prensa Asociada de Estados Unidos en el que el barón Von Kiderie Wanscheter aclaró que “Alemania no ha hecho representaciones a Washington sobre el asunto [la intervención armada], y ni se propone tomar medida alguna a ese respecto” (El Imparcial, 12 de marzo de 1911: 12). Además, señaló que ninguno de sus cónsules en México consideró hasta el momento que la situación ameritara una medida intrusiva.

      Para mantener la situación diplomática bajo control y desmentir los rumores sobre el intervencionismo, el secretario de Estado, Knox, instruyó al cónsul Alexander V. Dye en Nogales, Sonora, para que negara todas las falsas historias de intervención. Los diplomáticos estadounidenses fueron encomendados para refrendar la amistad con los mexicanos, “esperando que pronto regresaran las bendiciones de paz” (The Border Vidette, 13 de mayo de 1911: 4). Lo único que estaba claro era la prioridad de garantizar la protección de las vidas estadounidenses.

      Ante los rumores de una posible intervención, algunos sectores de la sociedad mexicana en Estados Unidos decidieron organizarse y protestar. Una de las manifestaciones más importantes fue convocada por Gil Blas, quien llamó a la “causa patriótica” para manifestarse frente a la embajada de México en Estados Unidos. La movilización sucedió un día antes de la celebración de Navidad, expresándose “en contra del maltrato de mexicanos a lo largo de la frontera, incluyendo la detención de quienes hubiesen violado las leyes de neutralidad” (The Arizona Republic, 24 de diciembre de 1911: 1). Este episodio fue uno de los múltiples actos públicos que se alzaron en contra de la supuesta neutralidad estadounidense.

      El Departamento de Estado priorizó el resguardo de la vida e intereses de sus ciudadanos. Al respecto, el cónsul de Ciudad Juárez, Thomas D. Edwards, declaró estar preocupado por sus representados, dado que después del desarme del 40% de los rurales, se presentaron algunos altercados que aunque “no estuvieron marcados por el sentimiento antiamericano” (El País, 19 de marzo de 1911: 1), sí amenazaron a la población en general.

      El reordenamiento de las fuerzas armadas en México generó que los cónsules solicitaran instrucciones para actuar conforme a la política neutral de Estados Unidos y a su vez garantizar la protección de sus intereses. La esperanza de los diplomáticos se centró en que Madero cumpliera con su palabra, es decir, que “enviara una fuerza adecuada de tropas regulares a Juárez para restablecer el orden y proteger a los residentes americanos” (El País, 2 de febrero de 1912: 1).

      La victoria del maderismo: un nuevo reto para la diplomacia estadounidense

      Desde las primeras semanas de lucha armada pareció latente la posibilidad de un conflicto con Estados Unidos. La violencia e inseguridad llevaron a la capitulación de Díaz, argumentando que el prolongar la lucha generaría una posible complicación internacional. No obstante, durante esta etapa “los revolucionarios y los federales tomaron precauciones para no causar daños […] aun cuando Madero y Díaz estaban dispuestos a vencer también estaban decididos a evitar la intervención de los Estados Unidos” (Cosío Villegas, 1997: 26).

      Después de que el Departamento de Estado evaluó la situación en México, determinó que eran pocas las opciones no militares para impedir que se replicaran los actos antiestadounidenses. No obstante, antes de que se optara por protestar diplomáticamente ante el creciente sentimiento xenófobo, irrumpieron profundos cambios en el panorama político mexicano. El recrudecimiento de los combates en México generó que la prensa vaticinara la pronta intervención estadounidense.

      Para disuadir cualquier rumor, el cónsul en Veracruz, William Canada, señaló: “mi gobierno tiene la más sincera amistad por México y su pueblo a quien se espera pronto regresará la bendición de la paz” (El Dictamen, 14 de mayo de 1911: 1). Por instrucciones de Knox, se aclaró que el gobierno de Estados Unidos no intervendría con la política mexicana, y su única demanda sería que se cuidara la vida de sus ciudadanos.

      Ante las noticias sobre las derrotas del ejército federal, el cónsul estadounidense en la Ciudad de México informó que el 24 de mayo se reunió una multitud en el Zócalo para exigir la renuncia de Díaz. A las pocas horas los protestantes fueron atacados por fuerzas locales que los dispersaron. Al día siguiente, se reportó que a unas cuadras del consulado de Estados Unidos en México se dio otro enfrentamiento entre la guardia local y los ciudadanos, escena que desembocó en una importante cantidad de muertos y heridos.

      Tras la toma de Ciudad Juárez y la renuncia de Díaz, Madero se proclamó por todos los medios posibles “amigo del pueblo de Estados Unidos”. Victorioso, frente a pobladores de El Paso, Texas, prometió que “haría cualquier esfuerzo para suprimir el sentimiento antiamericano y difundiera el espíritu en todo el país de que Estados Unidos es y era el mejor amigo internacional de México” (The Arizona Republic, 25 de mayo de 1911: 1).

      El presidente interino De la Barra se comprometió a indemnizar los daños ocasionados por las acciones maderistas. El maderismo consideró vital ganar la confianza y aceptación tanto de las potencias europeas como de Estados Unidos; sin ello, el gobierno mexicano no tendría la posibilidad de participar en la escena política y económica internacional, por lo tanto, salvaguardar los intereses extranjeros se volvió vital para la vida diplomática mexicana.

      Para Madero, quienes se manifestaron

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