¡Viva la libertad!. Alexandre Jollien

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¡Viva la libertad! - Alexandre Jollien

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sin más por la ventana! Ahora estamos hablando de esta segunda vía.

      Matthieu: La imagen que me viene a la mente es la de las bandadas de estorninos, o la de los bancos de peces, que se desplazan por miles de manera sincronizada, como una nube, y que cambian súbitamente de forma y de dirección cuando los persiguen los depredadores. En el cerebro, de modo similar, todo puede cambiar radicalmente de un estado de coherencia a otro, muy diferente del anterior. En ciertos casos, esta nueva actitud se convierte en algo estable e irrevocable para el resto de nuestros días, lo cual me parece fascinante.

      Me han hablado del caso de un prisionero de Estados Unidos, autor de varios asesinatos. Para pasar el tiempo, se había apuntado a las sesiones de meditación propuestas por la prisión. Explicaba que un día había tenido una impresión extraña, como si una pared se derrumbara en su interior. Se dio cuenta, con una evidencia fulgurante, de que hasta aquel momento no había pensado ni actuado más que siguiendo el patrón del odio y de la violencia. Todas sus relaciones con los demás se habían fundamentado en la dominación, la brutalidad y el deseo. Comenzó entonces a considerar el mundo y a las demás personas bajo una luz por completo diferente. Empezó a dar muestras de buena voluntad, a apaciguar conflictos y a animar a sus compañeros de prisión a renunciar a la violencia. Un año más tarde, lo apuñalaron con un cristal afilado en los servicios de la prisión, en venganza por un crimen que había cometido en el pasado.

      Christophe: Él sin duda sabía que se ponía en peligro al renunciar al uso de la violencia en un medio ultraviolento. Pero era más fuerte que él. Todos los estudios contemporáneos muestran que, en ocasiones, nuestro cerebro pone en marcha el proceso vinculado a la decisión antes de que seamos conscientes y de haberlo querido; en tal caso, no hacemos más que seguir lo emprendido. Es una especie de estado de revelación, emanada de lo más profundo de nosotros, que hace que nos digamos: ¡no puedo continuar así!

      Matthieu: Según el neurocientífico Wolf Singer, es desagradable sentir una situación de conflicto y de indecisión, lo cual corresponde a un proceso inacabado al nivel de la actividad cerebral. La resolución de este conflicto interior y la toma de una decisión se perciben como un alivio.

      Christophe: Pero yo creo que también existe, por desgracia, una sensación de comodidad, o más bien una habituación a la incomodidad, cuando esta última ha durado demasiado tiempo. A continuación, del hábito se pasa a la resignación, a la sumisión, uno se deja llevar por el camino en pendiente del menor esfuerzo, aun si es doloroso y nos conduce a estar peor. Ante la dificultad y lo desconocido, preferimos lo fácil, aunque sea algo destructivo, y lo previsible.

      Alexandre: Para quien lucha contra la adicción, es tentador llenar el vacío, ocuparse de compensar la carencia por todos los medios, aunque sea con soluciones baratas. Frente a tan tristes mecanismos, ¿cómo hacer para emerger de ese sufrimiento abisal? El individuo que está enganchado y se fuma un porro, el adicto al sexo que se pone a ver una película X, intuyen que ese subidón no aporta más que una tregua muy breve. Huir del mundo es arriesgarse a sufrir un aterrizaje en la realidad más grosera. Singular paradoja, quizá tras la adicción se oculta una voluntad de control: agarrar una botella, beberse una copa de un trago, sin duda no deja de ser un esfuerzo desesperado por calmar la angustia, por expulsar de sí el tormento, por anestesiarse. Ante el mal que nos corroe, cada cual se las arregla como puede, optando a veces por recursos que nos hunden aún más. ¿Cómo abandonar estos medios contraproducentes e intentar otros caminos a largo plazo? Consumir, entregarnos al comportamiento adictivo, supone siempre buscar un alivio, un consuelo, un respiro. Por supuesto, siguiendo este camino solo conseguimos ir a peor, no encontramos más que migajas, mientras dejamos pasar de largo la mejora, la libertad, la alegría profunda.

      ¿Cómo ponernos en marcha de una vez por todas, optar por la ascesis, encontrar el placer en otras cosas que no sean estas conductas nocivas? ¿Será que los cambios de 360 grados son en realidad ilusorios, utópicos? La contemplación de lo cotidiano nos muestra la dificultad de desprenderse de los hábitos adquiridos, de los actos reflejos y los esquemas que nunca terminan de girar en forma de bucle. ¿Y si nos centráramos, para empezar, en identificar los medios ineficaces que ponemos en práctica para intentar aliviarnos, llenar el vacío y cerrar nuestras heridas?

      Christophe: Ciertamente, estas historias de cambios bruscos no son tal vez la manera más frecuente de salir de una dependencia. Pero estudiarlas y comprenderlas podría proporcionarnos armas renovadas: ¡nos vemos tan desprovistos a la hora de ayudar a las personas que luchan contra las dependencias! La cuestión es saber qué sucedió con anterioridad al cambio, algo que las personas no siempre perciben con claridad. ¿Ha habido un tiempo de incubación, de preparación? ¿Es factible que pueda darse el clic de decirse a sí mismo: «esto no puede continuar así», sin haber hecho ningún esfuerzo previo? ¿O es que viene precedido en general de una incomodidad que ha durado semanas, o meses, y de una progresiva evolución de la conciencia, antes de llegarse al punto de inflexión?

      Matthieu: Según la amiga que me confió su testimonio, ese clic fue el punto culminante de esfuerzos continuados y de momentos progresivos de toma de conciencia, de pequeños pasos que representaron otros tantos minidesapegos con respecto al objeto de adicción. Hay un tiempo de incubación durante el cual la intensidad de la incomodidad aumenta en relación con el placer de la adicción, por atenuado que sea este. Cuando se hace patente que los inconvenientes se han hecho intolerables, se ha alcanzado el punto de inflexión. Pasa un poco como con la fruta madura. Si quieres coger una manzana cuando aún está verde, romperás la rama por una manzana que resulta incomestible. Cuando el fruto está maduro, apenas lo rozas te cae en la mano.

      LA DEPENDENCIA AFECTIVA

      Alexandre: El humano es un ser de vínculos, abierto, sensible, no es causa sui… ¡para bien y para mal! El mal reside quizá en la dependencia, en las carencias afectivas, las proyecciones, los malentendidos, las esperanzas frustradas. Los vínculos con los demás a menudo se agrían. Por no hablar de esas relaciones tóxicas que nos amargan sencillamente la vida. En este terreno, un amigo me proporciona una lección muy valiosa… Cada vez que va a visitar a su madre a una residencia de mayores, se prepara, como él dice, para «descender a la fosa contaminada de Chernóbil». Y añade: «Me espero a recibir en plena cara una montaña de ondas negativas, un cargamento de reproches, una carretada de críticas». Y Dios sabe que él quiere a su madre, razón por la cual hace todo lo que está en su mano por evitar arruinar la relación. Se arriesga a introducir un poco de libertad en el corazón del caos. ¿Cuántas veces en nuestra vida nos apegamos a personas que no nos dan más que migajas de afecto, sin colmar jamás nuestro corazón? Lo que es peor, somos capaces de unirnos, de atarnos a mujeres y a hombres que tiran siempre de nosotros hacia abajo.

      Swami Prajnanpad lo resume así: un perro volverá siempre a su amo con la esperanza de obtener su escudilla de comida, aun si el hombre es un desalmado que le pega. Por fidelidad, por necesidad, el buen animal está dispuesto a encajar los crueles golpes, a volver a recibir una y otra vez las consabidas palizas, a encadenarse a su verdugo. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a soportar para satisfacer nuestras necesidades y obtener por fin esa ración que tanto necesitamos? A falta de un amor incondicional que nos colme, podemos apostar que hay muchas personas dispuestas, y yo la primera, a arrastrarse para recoger unas pocas migajas. De ahí el serio peligro de la dependencia, de la alienación.

      Por fortuna, hay mil y un caminos que nos liberan de esta prisión. ¿Por qué habríamos de otorgar a nadie el derecho de vida o muerte sobre nuestra alegría? ¿Quién nos manda delegar nuestra paz interior? Spinoza, una vez más, nos aleja de todo tipo de charlatanería. Es gracias a un afecto mayor, escribe, como conseguimos vencer una pasión triste. Sí, para desactivar un apego nocivo, sin agotarse en la lucha, lo mejor es abrazar una aspiración mayor, más extensa: el deseo de rodearse de amigos, de salir adelante, de entablar relaciones

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