Superficie de imágenes. Adrián Acosta Silva

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Superficie de imágenes - Adrián Acosta Silva

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las reformas de la educación superior. Una compleja mixtura de ideas generales e intereses específicos se conjugaron para formular una perspectiva de acción pública que colocó el acento en los principios de la gestión y coordinación sistémica e institucional de la acción pública en varios campos de políticas, y no sólo los relacionados con la educación. De manera silenciosa, el lenguaje de la gobernanza ha dominado la configuración de los cambios institucionales, y buena parte de los esfuerzos y prácticas universitarias se comenzaron a justificar como expresiones de mejoramiento de las gobernanzas institucionales y aún sistémicas: calidad, eficiencia, cobertura, competitividad, equidad, evaluación, “empleabilidad” de los egresados. Las palabras y las cosas de la educación superior están hoy relacionadas con este lenguaje tecnoburocrático, cuyo significado, aunque ambiguo, legitima los procesos de diseño e implementación de las políticas gubernamentales en el sector.

      Ello no obstante, es preciso indagar más lejos y más al fondo sobre el supuesto general del enfoque que sostiene que la gobernanza está relacionada con el desempeño o rendimiento del sistema y de las instituciones de educación superior. De entrada, tendría que advertirse la existencia de distintos tipos de gobernanza que se relacionan con distintos tipos de desempeño. El contexto institucional, el entorno de políticas, los actores involucrados, los usos y costumbres de las organizaciones, son factores que determinan fuertemente el tipo de comportamientos institucionales asociados a las relaciones entre gobernanza y desempeño.

      Más aún: la lógica de la gobernanza no parece sustituir a la lógica de la gobernabilidad ni en la educación superior ni en cualquier otro campo de la acción pública. Los conflictos observados a lo largo del siglo XXI en las universidades públicas mexicanas (cuyo recuento incluiría las movilizaciones estudiantiles contra las reformas al IPN o a la UACM, los crónicos conflictos sindicales en la UABJO, los problemas en la Junta de Gobierno de la UABC, la destitución de rector general en la UdeG, los cíclicos pleitos contra la elevación de las cuotas en la UNAM) son problemas de gobernabilidad más que de gobernanza institucional. Es paradójico, curioso o contradictorio que la generalización del enfoque y el discurso de la gobernanza coexistan con las escenas de ingobernabilidad que estallan de cuando en cuando en el mundo universitario mexicano.

      Tal vez habría que reconocer, con prudencia republicana, que la gobernanza no elimina ni sustituye la gobernabilidad, y que, en el extraño mundo de las prácticas universitarias del siglo XXI, puede existir gobernabilidad sin gobernanza, pero no gobernanza sin gobernabilidad. Mirar ambas caras del gobierno universitario (gobernabilidad/gobernanza) quizá ayude a comprender de mejor manera cómo se relaciona con el desempeño de las instituciones de educación superior.

      7 Campus Milenio, 2 de noviembre de 2017.

      Con entusiasmo envidiable, el gobernador de Jalisco y el rector de la Universidad de Guadalajara inauguraron, junto con un pequeño ejército de funcionarios y promotores, el “Campus Party 2017”, un evento que desde hace varios años se celebra en Guadalajara y se anuncia como el más importante del mundo en su género. Talleres, presentaciones, conferencias sobre nuevas tecnologías, aplicaciones, empresas tecnológicas, coaching, información sobre patentes, planes de negocios para nuevas empresas. Todo eso se junta durante unos pocos días en un gigantesco espacio dedicado indistintamente a ferias de libros y de muebles, exposiciones de moda y artículos para el hogar, negocios de ferretería y muebles de baño, juguetes y artículos para mascotas.

      No es claro para qué se reúnen durante tres días cientos de jóvenes a conversar y platicar sobre sus gustos, aficiones y novedades. Tampoco por qué una universidad pública patrocina un evento privado, o un gobernador entusiasta promueve con alegría y convicción (y varios miles de pesos en becas para los participantes) la “fiesta en el campus” como una expresión de innovación, de creatividad, de productividad, de imaginación, de reunión de talentos jóvenes que auguran con certeza un futuro promisorio. Parece más claro el interés de los organizadores privados por promover sus empresas (Campus Party, en tanto “Marca Registrada”, entre ellas), por ofrecer contratos de trabajo a algunos jóvenes (“oportunidades”, dicen ellos), por vender la ilusión de que el presente está en manos de los jóvenes y de las propiedades casi milagrosas de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación para potenciales “emprendimientos” (“start-ups”). Pero resulta aún más extraño que algunos periodistas y analistas entusiasmados dediquen su atención al evento como “el futuro de la economía”, como la fuente potencial de salvación de nuestros males productivos y financieros, como las” semillas” de una era imaginaria de prosperidad económica y felicidad tecnológica. El texto de Diego Petersen al respecto no tiene desperdicio (“Sembrar futuro”, El Informador, 06/07/2017).

      Un nuevo lenguaje habita esos eventos. “Internet de las cosas”, “Networking”, “Big data”, “Smart cities”, coexisten con conceptos viejos y enmohecidos como la “triple hélice”, que no sirven mucho para explicar la realidad de las cosas, pero sí para prometer un futuro lleno de posibilidades. En el abultado programa del evento se anuncian cosas como “e-Sports”, “Creando negocios eficientes en 5 pasos”, “Robótica social”, “Hacker space”, “Dificultades tecnológicas para la conquista del planeta Marte”. La retórica del novedismo se impone, proyectos con nombres alucinantes, las palabras como pociones verbales para nombrar lo que no existe.

      La legitimación de los negocios asociados al fetichismo tecnológico parece estar en el centro de este y otros eventos similares, que ocurren lo mismo en Seattle que en Shanghái, en París o en Nueva Delhi. Y eso ocurre y seguirá ocurriendo con o sin la participación de universidades públicas y gobiernos, de sus profesores y funcionarios. Alejadas cada vez más de la ciencia y el razonamiento científico clásico y contemporáneo, las nuevas tecnologías parecen adquirir vida propia en manos de empresarios listos y jóvenes hambrientos en busca de oportunidades de trabajo. Una vaga sensación de búsqueda de milagros flota en los relatos de eventos como el Campus Party, en su publicidad, en el impresionismo que suscita entre no pocos observadores y cronistas, en el ánimo festivo, entusiasta y lúdico que invade la imaginación y las palabras de los promotores del evento. Dell, Lenovo, IBM, Google, Oracle, Facebook, WhatsApp, Amazon, empresas y proyectos para hacer buenos negocios, como patrocinadores y grupos de interés, forman el paisaje de fondo, o las fronteras infranqueables, o los Big Brothers de la fiesta en el campus.

      Seguro. Frente al escepticismo como ánimo público, la fe en la tecnología, la retórica de la innovación, el comienzo de una nueva era, el emprendurismo como aceite de serpiente. Es el signo de los tiempos. Seguramente.

      8 Nexos en línea, septiembre de 2017.

      Como sucede cada año desde hace ya más de tres décadas, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara vuelve a celebrarse entre los pasillos, comedores, auditorios y estands de la Expo-Guadalajara. A pesar del tráfico insufrible, de las largas colas para el ingreso, de las multitudes que todos los días invaden el espacio de la feria, el evento es más que una exhibición de libros, autores y públicos. Es también una fiesta de la mercadotecnia editorial, un espectáculo, una hoguera de vanidades de escritores más o menos famosos, un momento donde glorias municipales, estrellas nacionales o internacionales de la literatura y la academia se codean con escritores o profesores novatos en búsqueda del santo grial de la fama, la fortuna y la virtud. Libros de cocina, poesía, novela, ciencias sociales; libros de medicina, de contaduría, de derecho; libros infantiles, juveniles, de ciencia ficción, de cómics; novela negra, novela rosa, novela histórica, novelas a secas: clásicos de la literatura, algunas (cada vez menos) enciclopedias, libros de fotografía, de arte, de arquitectura y urbanismo. Todos se amontonan en grandes pilas de papel, coloridas pirámides y mesas que exhiben millones de libros al público de ocasión.

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