Boda en Eilean Donan. Lorraine Murray

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Boda en Eilean Donan - Lorraine Murray HQÑ

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vosotros, que sois los más interesados. Tú las has contratado bajo petición de Fraser e Ilona.

      —Presiento que no te hace gracia estar presente, pero quiero que lo estés. A Ilona le hace ilusión. ¿Hay algún inconveniente con ellas?

      Andrew sonrió. ¿Algún inconveniente? Se preguntó. Karen le había parecido una mujer atractiva a la que no vacilaría en llevarse a la cama en otras circunstancias. Esa era la impresión que había tenido y el mayor inconveniente con ella. Procuraría no frecuentar mucho su compañía. Y Denise le había parecido igual de atractiva, pero no le había entrado por los ojos como su compañera.

      —No tengo ninguno.

      —En ese caso, quiero que las llames y quedes con ellas esta misma noche.

      Andrew abrió los ojos como platos al escuchar la petición de su padre.

      —¿Esta noche? ¿Y qué se supone que tengo que decirles?

      —Que iremos al hotel a charlar sobre la ceremonia. Se lo diré a Ilona y a Fraser. Y que este se ponga en contacto con sus padres. Podemos reunirnos en uno de los salones o, mejor, quedar a cenar. De esa forma podemos tratar el asunto de manera distendida.

      Andrew inspiró hondo ante esa perspectiva.

      —Bien. Las llamaré a ver qué les parece —le dijo con un tono monótono.

      —Cuando concretes todo, dímelo para avisar a los demás.

      —Descuida. Hasta luego.

      Andrew se guardó el móvil en el bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros y se dirigió al periódico. Llamaría a Karen cuando estuviera a solas. Así tendría algo de intimidad para charlar con ella.

      Saludó a sus compañeros de camino a su despacho. Departió algunas cuestiones con algunos de estos y le pidió a Maggie unos minutos a solas para hacer unas llamadas, antes de hablar con ella. Esta se sorprendió al verlo por allí a esas horas. Creía que estaba todo cerrado cuando se vieron esa tarde.

      Andrew se sentó detrás de su mesa atestada de papeles, informes, ejemplares atrasados del diario, carpetas y demás. Cogió el móvil y se dio cuenta de que no había anotado el número de ella. Se maldijo por habérsele pasado por alto ese detalle. ¡Joder, resultaba que le había apuntado el suyo para que lo llamara en caso de necesidad, y él no había hecho lo mismo con el de ninguna de ellas! Permaneció pensativo unos segundos en los que su mente arrancó a funcionar y tecleó el nombre de Karen Marchand en un buscador de Internet. Encontraría su web y sus datos de contacto. Hoy en día no resultaba nada complicado dar con una persona.

      Se quedó de piedra al ver las imágenes que aparecían en su web. Tuvo que tomarse unos minutos para contemplarlas con detenimiento. Entre estas había paisajes, modelos, lugares desconocidos para él, rostros de gente anónima y algún que otro famoso. Y luego estaba ella. Su imagen en blanco y negro lo impactó más todavía que haberla conocido en persona. Aparecía sentada en el suelo con la espalda apoyada contra una moto de gran cilindrada. Vestía vaqueros y una chaqueta de piel abierta mostrando un top cuyo escote captó toda su atención. Tenía una pose relajada, con los ojos cerrados y el pelo cayendo en ondas. Daba la impresión de estar dormida, o tal vez soñando. Un brazo descansaba sobre el sillín, por encima de su cabeza. Sus labios se curvaban en una media sonrisa. Una imagen artística, sin duda alguna. Pero también muy sensual y adictiva para su gusto.

      Andrew cogió aire y se recostó contra el respaldo de su silla sin atreverse a pensar en nada. La puerta se abrió lo justo para dejarle ver el rostro de Maggie.

      —¿Se puede? —preguntó viendo a este hacerle un gesto con la mano para que pasara—. ¿Qué tal todo con las fotógrafas?

      Le costó reaccionar después de haber contemplado la imagen de Karen en su web profesional.

      —Bien. Las he recogido en el aeropuerto y las he dejado en el hotel para que se instalaran.

      —¿Qué te parecen?

      —Te repito lo mismo que acabo de decirle a mi padre: no he tenido bastante tiempo para realizar un juicio. Claro que a mí no me corresponde hacerlo, ni tampoco me interesa. Han sido mi padre y mi hermana los que se han puesto en contacto con ellas para que se encarguen del reportaje de la boda. Supongo que harán su trabajo lo mejor que saben y se volverán a París. —Se encogió de hombros sin darle la menor importancia.

      —No parece que te haga gracia que una fotógrafa de prestigio como ella se encargue del reportaje de la boda de Ilona.

      —No, no. Todo lo contrario. Creo que mi hermana se merece lo mejor. —Se incorporó hacia delante para dejar de contemplar la pantalla del portátil. No había cerrado la web de Karen y su imagen sensual todavía permanecía en esta.

      —Supongo que tendrás que volver a quedar con ella. Para ultimar detalles.

      Andrew se limitó a asentir recordando el encargo de su padre.

      —Sí. Tengo que llamarla para ver cómo planificamos todo.

      —Sigue sin hacerte gracia. —Maggie sonrió con ironía.

      —No es mi boda. No sé a santo de qué mi padre quiere que me encargue de ellas.

      —He hablado con Ian por el tema de las fotos para el periódico.

      —Sí, con un par de la pareja bastará.

      —Si necesitas algo, dímelo. Estaré organizando todo en mi mesa. No te hacía por aquí a estas horas —le dijo volviéndose en el último momento hacia él con los ojos entrecerrados.

      —Ya… Ni yo, pero tenía que hacer unas cosas.

      —Bien, ya sabes dónde estoy. El ejemplar de mañana está cerrado.

      Andrew asintió sin decir nada más y aguardó a que Maggie saliera de su despacho para llamar a Karen. Cuanto antes se lo comunicara, antes podría centrarse en el trabajo. Se quedó mirando la imagen de ella una vez más esperando a que respondiera a la llamada.

      Karen salía del cuarto de baño, envuelta en una toalla cuando su móvil comenzó a sonar. Se sintió sorprendida cuando leyó el nombre del comunicante.

      —Es Andrew —le dijo a Denise leyendo el nombre y deslizando el dedo por la pantalla para aceptar la llamada. Había introducido su número en la agenda para saber cuándo la llamaba—. ¿Sí? ¿Andrew?

      —Hola, Karen, ¿cómo marcha todo? ¿Algún contratiempo?

      —No, no. Denise y yo estamos terminando de instalarnos en la habitación.

      —Bien. Me alegra saberlo. Verás, he hablado con mi padre y según me ha contado quiere reunirse con vosotras esta misma noche para tratar los pormenores de la boda.

      —Me parece estupendo. ¿A qué hora vendrá?

      —A la que me digáis. No tiene inconveniente en veros cuando os venga mejor. Es más, me ha comentado que cenareis en el restaurante del propio hotel. De ese modo, podéis extenderos el tiempo que sea necesario. Y vosotras no tendríais que salir.

      Karen miró a Denise esperando que esta dijera algo. Había puesto el altavoz para que ella fuera

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