Boda en Eilean Donan. Lorraine Murray

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Boda en Eilean Donan - Lorraine Murray HQÑ

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siéntate si te pillo de pie porque no te lo esperas.

      —¿Qué pasa, que no es aquí en París?

      —¿Qué tal tu inglés, o tal vez sería mejor especificar un poco, tu escocés? Ya sabes que tienen sus propias palabras para diferenciarse de los ingleses. —Karen seguía trabajando en las imágenes de la sesión de fotos de esa mañana, pero controlaba el móvil de reojo esperando la respuesta de su amiga.

      —¡¿Qué?! ¿En Escocia? Pero… pero… Habrás dicho que sí, ¿no? Sé que no eres fan de los reportajes de boda, por eso te lo comento. Pero… Es Escocia…

      —No te preocupes por eso. He aceptado el encargo.

      —¡Sí!

      —Sabía que tu visión inicial cambiaría nada más que supieras el destino. Pues todavía no conoces lo mejor.

      —¿Hay más? No creo que…

      —¿Qué te viene a la mente si te digo Eilean Donan?

      —¿El castillo dónde se han rodado películas, series y anuncios? ¿Me estás diciendo que la boda se va a celebrar allí mismo?

      —Exacto. A ver, nuestro cliente es el padre de la novia. Ha enviado a Nora billetes de avión para Inverness, y nos ha reservado una habitación en un hotel en esa ciudad. Tenemos que coger el vuelo a Londres pasado mañana según veo en la fecha de estos. Haremos escala y cogeremos otro a Inverness. Allí nos esperan para llevarnos al hotel. Una vez allí tendremos que encargarnos de todo lo referente a la sesión de fotos, claro. Lo demás corre por cuenta de este. Espero poder concretarlo todo con el tal Roger McFarland, según dice aquí en el correo que Nora me ha enviado. Bueno, esto es, a grandes rasgos, el tema.

      —Entonces, vamos a pasar unos días en las Tierras Altas de Escocia —resumió Denise.

      —Así es. Eso sí, hay que currar, ya lo sabes. No vamos a hacer turismo.

      —No hay problema. Curraremos a tope. Y el tiempo que nos quede libre podremos recorres los alrededores de Inverness.

      A Karen le encantaba el cambio que había experimentado la voz de su colega.

      —Genial. Bueno, pues eso era lo que tenía que contarte. Vete preparando la maleta.

      —¿Llevaremos nuestro propio equipo fotográfico?

      —Nora me comentó de pasada que ellos estaban dispuestos a facilitarnos uno… Pero sabes que soy una maniática y que prefiero trabajar con lo que ya conozco.

      —Lo que tú digas. ¿Algo más que deba saber?

      —Los billetes están en mi correo y del hotel no tenemos que preocuparnos. Lo único que te pido es que tengas tu pasaporte en regla.

      —Descuida. Lo renové hace un par de años. Está vigente.

      —Genial, pues por el momento está todo dicho. Si necesitamos algo te pego un toque. Oye, por cierto, ese violín que suena de fondo…

      —Es el vecino. Está practicando.

      —Pues es muy bueno.

      —¡Qué me vas a contar!

      —Aprovecha la melodía para relajarte. Yo voy a enviarle a Nora las fotos de esta mañana. Estamos en contacto.

      —Claro. Lo que sea. Adiós.

      —Adiós —dijo deslizando el dedo por la pantalla de su móvil y centrando toda su atención en su trabajo. Terminaría lo antes posible, se daría una ducha y buscaría algo de información sobre Inverness y sobre Eilean Donan, claro estaba. No le gustaría que Denise y ella se presentaran a ciegas. Al menos conocer un poco por dónde iban a moverse. Y de paso entrar en la página del hotel y echar un vistazo a este.

      ***

      El timbre de la puerta sonó cuando terminaba de secarse el pelo. ¡Qué oportuno quien fuera! Pensó camino de esta descalza y envuelta en el albornoz. Se acercó a la mirilla y resopló cuando reconoció a Vincent esperando en el descansillo. Contó hasta cinco y abrió.

      Cuando él la vio se quedó sin saber qué decir y sin poder mover un pie del sitio que estaba.

      —Cierra cuando hayas entrado —le pidió caminando hacia su habitación para vestirse. ¿Qué narices hacía él allí? Llevaban tiempo sin verse y de repente se presentaba en su casa sin avisar—. ¿Qué haces aquí? —le preguntó apareciendo en el salón vestida con unos pantalones de hilo y una camiseta de manga corta. Se había recogido el pelo en lo alto con una pinza salvo por algunos mechones que caían a ambos lados de su rostro.

      —¿No puedo pasar a verte? —le preguntó él mostrándose sorprendido por el recibimiento.

      —¿Quieres la verdad? Después de pasarnos días enteros sin vernos y casi sin hablar… si exceptuamos algunos mensajes de WhatsApp… No te esperaba. Y que conste que no te lo echo en cara porque yo también tengo mi parte de culpa en ello.

      Vincent frunció los labios y asintió.

      —Me parece bien. Y ahora, dime, ¿qué tal estás? De haber sabido que ibas a recibirme desnuda…

      —Desnuda es lo que tú hubieras querido. Llevaba el albornoz puesto, por si no te diste cuenta. A lo mejor estabas demasiado centrado en imaginarte si llevaba algo puesto bajo este.

      —Apuesto a que no había nada excepto tú. —Vincent sonrió con sarcasmo—. ¡Te marchas a Escocia! —Hizo un gesto con la mano hacia la documentación sobre el viaje que ella tenía abierta en su portátil.

      —Trabajo.

      —¿Cuándo?

      —Pasado mañana.

      —¿Ibas a decírmelo?

      —¿Para qué? No vas a venir. Como en otras ocasiones que he tenido que viajar.

      —Ya. Bueno, veo que has tomado tu propia decisión.

      —Vincent, no sé qué quieres que te diga salvo que cada uno de nosotros vivimos en nuestro propio mundo. Tú quieres que yo encuentre un trabajo algo más tranquilo en el sentido de viajar. Y yo no puedo quedarme sentada en una oficina viendo caer las horas.

      —Lo sé, y no te pido que…

      —Es inútil seguir con esto cuando ambos sabemos que no habrá el final del cuento. Y disculpa si te soy tan sincera, pero durante todo este tiempo que apenas nos hemos visto me he dado cuenta de que es inútil seguir adelante.

      —Siempre he admirado tu sinceridad, Karen —le dijo con un tono irónico que buscaba hacer algo de daño.

      —Es decir la verdad.

      —¿Cuánto tiempo te marchas a Escocia?

      —Algunos días. Lo que dure los preparativos de la boda y esta.

      Vincent apretó los labios y asintió. Sabía que ella tenía toda la razón porque aquella

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