Ideología y maldad. Antoni Talarn

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Ideología y maldad - Antoni Talarn

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y sus criminales. Madrid: Gredos. (pp. 110-128).

       Schopenhauer, A. (1851). Parerga und Paralipomena. Berlín: Hahn. Traducción castellana: Parerga y Paralipómena. Madrid: Trotta, 2006.

       Sironi, F. (2007). Psychopathologie des violences collectives. París: Odile Jacob. Traducción castellana: Psicopatología de la violencia colectiva. Madrid: 451 Editores, 2008.

       Stevenson, R. L. (1886). Dr. Jekyll and Mr. Hyde. London: Longmans, Grenn and Co. Traducción castellana: El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Barcelona: Alianza, 1978.

       Talarn, A. (2007). Globalización y salud mental. Barcelona: Herder.

       Tobeña, A. (2017). Neurología de la maldad. Mentes predadoras y perversas. Barcelona: Plataforma.

       Zizek, S. (2008).Violence. London: Profile. Traducción castellana: Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales. Barcelona: Paidós, 2009.

      Primera parte Las bases conceptuales

      Solo un ermitaño perdido en una jungla lejana podría ignorar la cantidad diaria de titulares de periódico, de noticias de radio y televisión o de informaciones en la red relacionadas con fenómenos como el terrorismo, la guerra, los genocidios, la corrupción. la brutalidad policial, la indiferencia ante los refugiados, el auge de la extrema derecha y otras formas de trato humano establecidos en base a la violencia.

      Sin embargo, aunque parezca imposible, los estudiosos de la psicología, la sociología, la filosofía y otras disciplinas asociadas, aún están por establecer de un modo unánime y fehaciente muchos de los términos implicados en este tipo de conductas y relaciones. No cabe duda, entonces, de que los conceptos de agresión, violencia, maldad, crueldad y otros, en los que basaremos el presente texto, corresponden a la categoría de lo que la filosofía llama «conceptos esencialmente controvertidos» (Gallie, 1956). Es decir, se trata de nociones que conllevan interminables debates sobre su uso adecuado. Debates que no pueden ser resueltos por la evidencia empírica, el uso del lenguaje o los cánones de la lógica por sí solos. A estos conceptos básicos necesarios para nuestro estudio nos dedicaremos en el primer capítulo de esta parte, una sección con un marcado carácter introductorio y un tanto académico. Imprescindible, no obstante, para seguir adelante y orientarnos en el camino a seguir.

      Será en el segundo capítulo donde se entrará de lleno en el meollo del asunto que nos ocupa. Definiremos lo que entendemos por «mal» y por «maldad» y haremos algunas consideraciones que serán seminales para el resto del texto.

      En el capítulo tercero reflexionaremos a propósito de la maldad y sus relaciones con la moral. Abordaremos las causas últimas de la maldad humana o, al menos, para no ser pretenciosos, una serie de factores causales de orden general que nos puedan resultar explicativos, claros y concisos. Describiremos, también, las estrategias con las que las maldades suelen justificarse o excusarse.

      Tal y como decíamos en la introducción, el cuarto capítulo estará destinado a permitir una aproximación a las ideas fundamentales sobre la maldad que nos han legado la filosofía, la etología y la psicología. La mirada será forzosamente introductoria, puesto que resultaría imposible revisar con detalle todas las ideas de cada una de estas disciplinas con respecto a nuestro tema.

      Sin embargo, aun tras este esfuerzo de delimitación conceptual, no cabe esperar la recompensa de una claridad meridiana que permita, ni de lejos, idear una teoría paradigmática de la violencia y el mal. Ni las definiciones serán precisas del todo, ni ha habido, ni probablemente la habrá nunca, una única teoría capaz de entender la violencia de modo total. Su extensa historia, sus variadas formas, manifestaciones, motivaciones y consecuencias dificultan la elaboración de un modelo teórico heurístico y concluyente. De ahí que las publicaciones de todo tipo sobre estos temas sean innumerables, desde, prácticamente, el inicio de la actividad intelectual humana escrita.

      Sin duda este será un texto más entre otros muchos, pero si el lector lo encuentra útil y ordenado, ya nos daremos por satisfechos.

      Referencias bibliográficas

       Gallie, W. B. (1956). “Essentially contested concepts.” Proceedings of the Aristotelian Society, 56, 167-198.

      1. Términos y categorías esenciales

      Pero ¿cómo puede uno repudiar por completo la violencia cuando la lucha y la agresión son parte de la vida? La solución sencilla es una distinción terminológica entre la «agresión», que pertenece efectivamente a la «fuerza vital», y la «violencia» que es una «fuerza mortal»: «violencia» no es aquí la agresión como tal, sino su exceso que perturba el curso normal de las cosas deseando siempre más y más. La tarea se convierte en librarse de este exceso.

      Zizek, Sobre la violencia

      Definir conceptos como los que se detallan en este capítulo no es lo mismo que distinguir una molécula de otra o describir fenómenos meteorológicos. Aceptar las limitaciones intrínsecas a las ciencias sociales hace necesario, para los propósitos de este libro, una revisión holgada pero no exhaustiva —tarea del todo imposible—, sobre la terminología que configura la base de cualquier estudio sobre el mal.

      1. Diccionario elemental

      Pretendemos tan solo presentar algunos conceptos con mayor concreción y, en algunos casos, proponer definiciones estipulativas1 que nos ayuden a evitar malentendidos o solapamientos innecesarios.

      A. Agresividad y agresión

      La agresividad y la agresión son conceptos emparentados pero no idénticos. La mayoría de las definiciones consideran que la agresividad es una posibilidad del conjunto de conductas disponibles para un organismo. Simplificando, podríamos decir que los animales y los seres humanos tenemos a nuestra disposición una potencialidad innata que se puede activar en determinadas circunstancias. Cuando la agresividad se pone en marcha, aparece entonces la agresión. La agresión sería, pues, la puesta en acción de la agresividad.

      Etólogos como Lorenz (1963) consideran la agresividad un instinto presente en gran parte del reino animal que consiste en una predisposición básica o tendencia a comportarse de modo hostil en determinadas situaciones precipitantes. Esta pulsión primaria descansaría en una base neurofisiológica, derivada de las adaptaciones filogenéticas (Eibl-Eibesfeld, 1984).

      Aquí entraría en juego el estudio detallado del sistema nervioso —estructuras implicadas, niveles hormonales, lesiones, genética, etc.—, tema del que no nos ocuparemos, tal y como señalamos antes. Bastará, para nuestros intereses, retener que el instinto agresivo se da en la mayoría de animales y que, en el humano, posee una entidad propia que puede alejarlo, en muchas ocasiones, de lo puramente irreflexivo.

      Desde la psicología de la personalidad se define la agresividad como «una disposición temperamental que forma parte de la personalidad de un sujeto».Se considera, para nosotros de forma injustificada, que se mantiene estable a lo largo de toda la vida y que es independiente del contexto donde se encuentra el sujeto (Andrés-Pueyo, 1997).

      Como decíamos, la agresión sería, entonces, la expresión de la agresividad. Consiste en una acción comportamental —atacar o acometer para herir, dañar o alterar el equilibrio o la integridad de otro— de carácter puntual, normalmente

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