Tóxicos invisibles. Ximo Guillem-Llobat
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Estas aplicaciones habían generado abundantes trabajos en el contexto norteamericano y, sin duda, estos inspiraron a su vez el desarrollo de las fumigaciones en el contexto ibérico. Este recorrido había permitido detectar una serie de riesgos que al menos pudieron inspirar las medidas que quedaron reflejadas en el manual de la Estación de Patología Vegetal de Burjassot. Y sin embargo, tal y como ya se ha indicado, el documental de Navarro no fue fiel a estas medidas.
¿Cómo podemos explicar esta invisibilización del riesgo? Una breve evaluación de la formación de Navarro y de su implicación en la divulgación nos permitirá profundizar en las causas y los mecanismos por los cuales se dio esta invisibilización que, de manera puntual o estructural, involuntaria o premeditada, contribuyó a la construcción de ignorancia sobre la peligrosidad de las fumigaciones cianhídricas.
Leandro Navarro: investigador y divulgador
Leandro Navarro Pérez nació en 1861 en Tarazona de Aragón y se formó en la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos, dependiente del entonces llamado Instituto Agrícola de Alfonso XII. En 1892 fue destinado a la Estación Enológica de Alicante y allí permaneció hasta que cuatro años más tarde pasó a ser profesor auxiliar de la asignatura de Patología Vegetal de la Escuela de Ingenieros Agrónomos. Ya en 1897 fue nombrado profesor de dicha asignatura y asumió en consecuencia la dirección de la Estación de Patología Vegetal de Moncloa.
Su actividad docente, divulgadora e investigadora fue muy intensa durante toda su larga carrera profesional. Tanto es así que difícilmente se podría plantear que la falta de referencias a la toxicidad del tratamiento pudiera deberse a la deficiente conexión de Navarro con las últimas tendencias en el ámbito de la investigación. Todo parece indicar que dicho argumento no se sustentaría de ninguna de las formas. Navarro fue muy activo en la investigación y, en particular, en aquella relativa a las plagas del olivo publicó más de una treintena de trabajos (Anónimo, 1959).
Poco después de su incorporación como director de la Estación de Patología Vegetal de Moncloa, en 1898, Navarro publicó su «Memoria relativa a las enfermedades de los olivos». Habiendo reunido los materiales para la preparación de dicha memoria, Navarro tuvo conocimiento de que el Ateneo y Sociedad de Excursionistas de Sevilla había abierto un Certamen, entre cuyos temas se encontraba aquel relativo a las enfermedades del olivo en Andalucía. Decidió presentar su trabajo en aquel Certamen y fue merecedor del primer premio. Navarro explicaría que aquella memoria no era más que un primer estado de la cuestión en el que se incluía la información hasta entonces dispersa en libros y folletos diversos y acabaría por calificar dicho trabajo de «índice para lo sucesivo». Es decir, que a partir de aquel primer trabajo iría profundizando en algunas de estas enfermedades y contribuyendo de formas diversas a su tratamiento.
Figura 3
Leandro Navarro (en el centro de la imagen) muestra a una comisión del Consejo Provincial de Fomento de Jaén la eficacia del tratamiento con cianhídrico. Documental Fumigación de los olivos por medio del gas cianhídrico (1914). Europeana. https://www.europeana.eu/es/item/08625/FILM00068074c_X
El olivo acabaría convirtiéndose en aquella época en un cultivo prioritario en las políticas agrarias estatales y esto favorecería la aprobación de importantes inversiones para su estudio; unas inversiones de las cuales también se benefició Navarro. Hay que destacar que, tal y como han mostrado Juan Francisco Zambrana Pineda y otros autores, entre 1858 y 1935, el cultivo del olivo pasó a ocupar más de un millón de nuevas hectáreas y que este aumento en extensión fue acompañado de un incremento de la producción. En aquel mismo período la producción olivarera llegó a triplicarse (Zambrana, 2003).
Los posteriores trabajos de Navarro en relación a las plagas del olivo estuvieron impulsados en más de una ocasión por requerimientos del Ministerio de Agricultura. Seguramente el lugar que ocupaba en la Estación de Patología Vegetal de Moncloa y la publicación de la memoria a la que nos referíamos, motivaron dichos requerimientos. Así, por ejemplo, el 13 de marzo de 1905 se aprobó una Real Orden en la que se le ordenaba la «organización de la enseñanza ambulante en el término municipal de Bailén (Jaén), que tuviera por fin, previo el estudio sobre el terreno de las causas de la crisis que venía sufriendo la riqueza olivarera en dicho término, el de combatir las criptógamas e insectos olivícolas con todos cuantos medios aconsejara la ciencia» (Navarro, 1911). En aquel estudio que desarrolló junto al ingeniero agrónomo de la provincia de Jaén, Cecilio Benítez, centraron muchos de los esfuerzos en el insecto Psylla olea (Fonsc.), también conocido como pulgón del olivo o cotonet. Unas semanas más tarde, el 7 de abril, la Dirección General de Agricultura le ordenó que una vez finalizados los estudios que se le habían encomendado el 13 de marzo, debería desplazarse hasta Murcia con el fin de estudiar la enfermedad existente en los olivos de dicha localidad. Y en esta ocasión el estudio estuvo centrado en Cycloconium oleaginum, comúnmente denominado repilo.
El 9 de diciembre de 1905, con la publicación de una nueva Real Orden, todavía se le encomendaba desde el Ministerio la ampliación de sus estudios sobre el pulgón del olivo y así Navarro se vería involucrado en toda una serie de experiencias adicionales. Pero su mayor éxito en el estudio y tratamiento de las plagas del olivo llegaría pocos años más tarde, cuando desarrolló sus estudios sobre el tratamiento de Phloeothrips oleae (Costa-Targioni) o arañuelo del olivo. Dichos trabajos merecen una especial atención si queremos entender cómo se representó, o dejó de representar, el riesgo en el documental de Navarro, ya que fue esta la plaga que motivó muchas de las aplicaciones de hcn sobre olivos.
El Real decreto de 25 de octubre de 1907 ordenaba el estudio de la «enfermedad existente en los olivos del pueblo de Mora, de la provincia de Toledo». Durante los próximos meses, e incluso años, Navarro dedicó esfuerzos importantes para resolver esta cuestión. Ya en 1908 publicó una memoria en la que se incluían toda una serie de procedimientos que habían resultado exitosos en las experiencias que había desarrollado en dicha población. Estos procedimientos se comunicaron a públicos muy diversos con la elaboración de hojas informativas, la impartición de conferencias y la preparación de proyecciones visuales de utilidad tanto en la divulgación como en la docencia. En esta intensa labor comunicativa, que también comportó reuniones con las autoridades locales, se involucró Navarro plenamente y según se informaba años más tarde tendría un impacto considerable en las prácticas agrícolas de aquella región.
Sin embargo, lejos de dar por cerrado el tema, Navarro siguió sus trabajos dedicados al control de la plaga del arañuelo y en 1912 presentó una nueva memoria que planteaba los beneficios de la fumigación cianhídrica en el control de la plaga (la memoria a la que nos referíamos antes y que incluía una sección con las