Tóxicos invisibles. Ximo Guillem-Llobat

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Tóxicos invisibles - Ximo Guillem-Llobat

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del Servicio de Entomología de los Estados Unidos de América, Leslie O. Howard (1893-1943) (con el que mantuvo en años sucesivos una estrecha relación profesional) y el principal introductor de la fumigación cianhídrica en la península ibérica, Enrique Trenor Montesinos (1861-1936), conocido como el Conde de Montornés. En aquella reunión se acordó la visita de un experto norteamericano para asesorar en la introducción de la fumigación cianhídrica en la lucha contra las plagas de los cítricos en el Estado español. Se aseguró, por otro lado, el apoyo de la administración a un buen número de iniciativas que serían esenciales para que se materializase dicha práctica agrícola. Aquella reunión, puede así entenderse como un episodio clave en la apropiación ibérica de aquella práctica plaguicida que tanta aceptación tuvo durante décadas en el tratamiento de cultivos fundamentales en la agricultura de exportación como eran los de cítricos y olivos (Guillem-Llobat, 2019).6

      Navarro estuvo presente en aquel proceso de apropiación de la fumigación cianhídrica prácticamente desde su inicio. Aunque en un primer momento este método se percibió como una solución a diversas plagas de cochinilla que afectaban a los cítricos, y en consecuencia el peso de la investigación recayó sobre los agrónomos valencianos, Navarro estuvo siempre próximo en la consecución de todos estos estudios iniciales. Por eso no es de extrañar que también acabara por valorar de manera original la utilidad que podría tener este tratamiento para hacer frente a una de las plagas que más tiempo le había ocupado en los últimos años.

      En la aplicación de estas fumigaciones al control del arañuelo del olivo, Navarro introdujo un buen número de novedades. Cambió el uso de lonas blancas por lonas oscuras y con ello permitió que la fumigación se pudiera desarrollar de día y no de noche como se hacía habitualmente en el caso de los cítricos. Este último cambio también fue posible debido a que pudo constatar que las dosis necesarias para hacer frente a la plaga del arañuelo podían ser muy inferiores a aquellas que se estaban aplicando en cítricos. La adaptación de aquella fumigación cianhídrica aplicada en cítricos a las necesidades del control del arañuelo sería percibida como muy exitosa y en años sucesivos dicho procedimiento fue aplicado en localidades muy diversas no solo del Estado español sino también de Francia e Italia. Podemos así descartar que Navarro fuera poco conocedor de aquel tipo de fumigaciones que mostró en su documental.

      En relación a su actividad investigadora, cabe destacar por último que sus trabajos no se limitaron a aquellos dedicados a las plagas del olivo. Estudió muchas otras plagas y contribuyó al desarrollo de tratamientos efectivos para ellas. Así sucedió por ejemplo en relación a plagas como las de la mosca de los garbanzales, la oruga del almendro, la cochinilla del naranjo y muchas otras plagas (Anónimo, 1959). Fue por tanto un activo investigador cuya actividad le llevaría a un conocimiento privilegiado para poder estimar la gravedad relativa de las plagas, y la diversidad de métodos de control existente. Pero sobre todo, para lo que aquí nos interesa, le llevaría a conocer con detalle la plaga del arañuelo del olivo y la fumigación cianhídrica; conocimientos básicos para poder gestionar correctamente un riesgo bien conocido (en aquel momento, como comentábamos, ya no era necesario estudio toxicológico alguno para establecer la peligrosidad del ácido cianhídrico).

      En cuanto a la dimensión divulgadora de Navarro, cabe destacar que esta no surgió en su madurez profesional, como ocurre en el caso de tantos otros investigadores, sino que le acompañó durante toda su carrera. Bien pronto, ya en 1897, empezó una intensa actividad divulgadora de problemas fitopatológicos a través de artículos en revistas agrícolas como Revista Agrícola de la Asociación de Ingenieros Agrónomos, Progreso Agrícola y Pecuario, o el Boletín de Agricultura Técnica y Económica. También fue muy activo tanto en la elaboración de imágenes fotográficas como de documentales de temática agrícola (especialmente sobre plagas del campo). Estos materiales fueron después utilizados en las numerosas conferencias divulgativas que impartió así como en su docencia. Ahora bien, muchos de estos materiales se han perdido o fueron destruidos en episodios como aquel que llevó a la destrucción de la Escuela de Ingenieros en el contexto de la Guerra Civil.

      La sensibilidad de Navarro hacia la divulgación y en concreto hacia la elaboración de materiales visuales quedó plasmada no solo en su intensa actividad de producción, a la que ahora nos referíamos, sino también en sus esfuerzos por teorizar y por contribuir a buscar soluciones técnicas originales en este ámbito. Buena muestra de ello la tenemos en su obra Cinematografía elemental aplicada a la enseñanza de las ciencias, y especialmente a la agronómica; aunque cabe destacar que aparentemente dicha obra se perdió en el episodio bélico al que nos referíamos antes (Camarero Rioja, 2013).

      Fue autor, por otro lado, de todo un conjunto de obras que se centraban en las conferencias que impartió. En estas recopilaciones de las conferencias impartidas, Navarro explicaba el interés que tenían las imágenes para amenizar los asuntos entomológicos en los que estaban centradas. Las películas y fotografías no solo permitían mostrar los organismos y tratamientos, sino que eran una buena forma de introducir otro tipo de elementos filosóficos, mitológicos o incluso arquitectónicos que harían más atractivas las conferencia y evitarían el rechazo que podía generar la entomología en su estado más puro (Camarero Rioja, 2013). Así por ejemplo explicaba como para tratar la plaga de cochinilla acanalada del naranjo, elaboró un documental que empezaba por mostrar la entrada en Valencia por las Torres de Serrano, el Micalet, el Palacio del Marqués de Dos Aguas, etc. El documental acababa también con referencias a la mitología griega que siempre estuvo muy presente en sus trabajos. La elaboración de todos estos recursos era clara muestra de su compromiso con la actividad divulgativa cuya importancia no dudó en destacar, de manera explícita, en sus trabajos sobre las conferencias agrícolas (Navarro, 1913; Navarro, 1923).

      Aquellas obras sobre sus conferencias constituyen también un material muy valioso para analizar los públicos concretos a los que se dirigía tanto en sus conferencias en general como en sus documentales en particular. Como ya comentábamos, los documentales que elaboró los utilizó habitualmente como complemento de sus conferencias y estas se dirigieron a públicos muy diversos. En ocasiones tuvieron lugar en el marco de las actividades organizadas por determinadas asociaciones profesionales, como las de arquitectos e ingenieros o las de labradores. Se dirigió a propietarios agrícolas pero también al conjunto de determinadas poblaciones rurales, celebrando dichas conferencias en los frontones de poblaciones especialmente afectadas por una u otra plaga. El carácter profano de parte estos públicos objetivo podía explicar que no se adentrara en aspectos técnicos de estas fumigaciones, ni siquiera en aquellos relativos a la seguridad. Pero esto difícilmente explica que las fumigaciones filmadas se desarrollaran en clara contradicción con las pautas establecidas en los manuales a los que nos referíamos antes.

      Si por un momento nos detenemos brevemente en el análisis del panorama de la divulgación agrícola en el contexto español de aquel momento, todavía parecen cobrar más interés las aportaciones de Navarro. El carácter pionero de la actividad divulgativa que Navarro desarrolló a través de la elaboración de documentales agrícolas resulta bastante evidente si tenemos en cuenta los trabajos que a este género audiovisual han dedicado autores como Fernando Camarero Rioja (2014). Fue por otro lado identificado como tal pionero en artículos publicados en el primer tercio de siglo en revistas como Agricultura. Concretamente, por ejemplo, en un artículo del ingeniero E. Morales Fraile, no solo se destacó su originalidad en el contexto español sino también el bajo desarrollo de esta cinematografía ibérica en comparación con aquella que podía encontrarse entonces en Alemania, Bélgica, Estados Unidos, Francia y muchos otros estados (Morales Fraile, 1931).

      El valor de su contribución no se limita, sin embargo, al medio técnico utilizado. Su intensa actividad divulgativa en general contrastaba con la baja actividad que se desarrollaba en aquel momento en el contexto estatal. Si bien a principios de siglo se pusieron en marcha algunas cátedras ambulantes, con las que se trataba de divulgar el conocimiento agrícola en el medio rural, fue solo en 1927 cuando se reorganizó dicho servicio con la aprobación del Real decreto de 24 de marzo. En aquel momento se destacó la baja incidencia de las iniciativas anteriores y se propuso

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