La organización familiar en la vejez. Ángela María Jaramillo DeMendoza

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La organización familiar en la vejez - Ángela María Jaramillo DeMendoza

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exclusivamente en las redes familiares, de amigos y vecinos, sino en la crisis que enfrenta el sistema de cuidado del gobierno, y que son un mito las solidaridades tradicionales que se remiten a las culturas asiáticas. Por ello, se sugería matizar las afirmaciones y recomendaciones de acción con estudios locales que identifiquen las condiciones de la soledad contemporánea en esas culturas. Un ejemplo de esto es la casa de cuidado más grande del mundo, ubicada en China, con un cupo de 5000 personas. Este tipo de acciones busca la equidad intergeneracional, que es uno de los problemas que enfrenta el cuidado informal de las familias, ya que niños, jóvenes y adultos tienen que desplazar actividades de educación y trabajo por el cuidado a los mayores (Pérez, Musitu y Moreno, 2011; BBC, 2013).

      En el mundo, cada vez hay más personas mayores de 60 años que viven solas. Son varios los autores que se han interesado por el estudio de los hogares unipersonales en la vejez (Légaré, 2004; Pilon, 2004; Gierveld, 2012; Klinenberg, 2012; Rokach, 2013; Romeo, 2013; United Nations, 2013; Ullmann, Maldonado Valera y Nieves Rico, 2014). Los niveles de este tipo de residencia varían alrededor del mundo. Según las Naciones Unidas, en el 2013, la media mundial indicaba que el 38,6 % de las mujeres mayores de 60 años vivía solas; similar a la proporción de los hombres (39,9 %). En Europa y Norteamérica, estos hogares superan el 70 % de la población mayor; mientras que en América Latina y el Caribe es menos de la mitad, con cerca del 30 %. Argentina es el país que tiene más participación de las personas mayores que viven solas, con 43,9 %, y Paraguay, la más baja, con 15,3 %. En general, parece que los hombres contribuyen un poco más en esta forma de residencia, aunque en los países de la región latinoamericana esta proporción tiende a incrementarse. En este contexto, Colombia se ubica en un lugar intermedio, con el 19,2 % para las mujeres y el 25,1 % para los hombres (figura 1).

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       Figura 1. Proporción de personas mayores de 60 años que viven independientes: mundo y algunas regiones, 2013

      Fuente: United Nations (2013).

      Las diferencias en los niveles de la residencia independiente entre distintos lugares del mundo se relacionan con varios factores demográficos, entre los que se destacan la esperanza de vida, los niveles de fecundidad y la estructura de la población.

      Los países con mayor esperanza de vida al nacer, como Japón, Europa y Norteamérica (84, 79 y 76 años, respectivamente), se encuentran entre 6 y 14 años por encima de la media mundial, que está en 70 años de edad. La región de América Latina y el Caribe está un año por debajo de Europa y cinco años por encima del conjunto mundial, con una diferencia de casi 10 años entre Argentina (76 años) y Bolivia (67 años).

      En general, la esperanza de vida a los 60 años es de 20 años, con variaciones que van desde los 26 años, en Japón, que tiene un 32,3 % de personas mayores de 60 años, hasta los 18,6 años, en Bolivia o Paraguay, con un 7 % u 8 % de personas en esas edades. Después de los 80 años, la esperanza de vida puede variar de 6 (Bolivia) a 10 años (Japón), dependiendo del país o región del mundo, así como la participación de los más viejos que va del 7,3 % al 0,8 %, respectivamente. Colombia se encuentra con una esperanza de vida intermedia entre países como Bolivia y Chile (figura 2).

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       Figura 2. Esperanza de vida según edad: mundo, algunas regiones y países, 2013

      Fuente: United Nations (2013).

      Las variaciones en la esperanza de vida son cada vez menores entre las regiones y los países. Según Shane Hunt (2009), en 1890, la esperanza de vida en América Latina era de 27,7 años; mientras que en Estados Unidos era de 43,5 años. A lo largo del siglo XX, esta brecha de 15,8 años fue disminuyendo significativamente hasta llegar a 6 años en el 2000 (71 años para América Latina y 77 años para Estados Unidos). Según proyecciones de las Naciones Unidas, entre el 2050 y el 2055, esta brecha podría estar alrededor de los dos años. Tal acercamiento entre regiones que históricamente se han diferenciado por sus niveles de avance socioeconómico6 es producto de las mejoras sanitarias y de salud que la humanidad ha venido creando y aplicando desde mediados del siglo XIX. La recepción y la utilización de los avances científicos sociosanitarios han facilitado la rápida generalización del control de enfermedades infecciosas y parasitarias, que cada vez aportan menos muertes infantiles en las sociedades contemporáneas. En efecto, más del 60 % del aumento en la expectativa de vida de las mujeres en los países de Europa y Norteamérica, entre 1850 y 1900, sucedió porque más niñas alcanzaron los 15 años, y no porque más adultos llegaron a ser mayores de 60 años (World Health Organization y National Institute on Aging, 2011).

      Sin embargo, a pesar de la mejora sociosanitaria generalizada que permite que las personas de hoy vivan el doble o triple que sus antepasados, no todas las poblaciones tienen las mismas proporciones de personas mayores de 60 años; ello depende del descenso de la fecundidad. Los índices de fecundidad de las sociedades no han disminuido al mismo ritmo que la mortalidad, ya que obedecen en gran medida a las condiciones culturales de la población, en especial las valoraciones que hombres y mujeres tengan acerca de la familia y los hijos, lo que a su vez concierne a los entornos morales y políticos que influyen en las orientaciones de la vida sexual y reproductiva de la población. Aunque los niveles de fecundidad son distintos en las regiones del mundo, la tendencia hacia la disminución del número de hijos es algo compartido en todo el mundo. A mediados del siglo XX, se observó uno de los cambios demográficos más importantes, con el descenso general de la fecundidad, que pasó de 5 hijos por mujer a 2,7 entre 2000 y 2005 (Cohen, 2003). Para el 2012, América Latina y el Caribe registraban una fecundidad moderada superior a 2 hijos por mujer (Argentina: 2,19; Bolivia: 3,26, y Colombia: 2,32); mientras que Europa y Norteamérica ya se encontraban por debajo del nivel de remplazo (Francia: 1,98; Italia: 1,47; España: 1,49, y Estados Unidos: 1,99 hijos por mujer) (United Nations, 2014). Esto no solo influye en las diferencias de participación general de la población mayor de 60 años, sino en la forma de organización residencial, ya que en cuanto hay más niños y jóvenes, también hay más familias extensas compuestas por abuelos, padres e hijos.

      En la medida en que la fecundidad desciende y la población gana años de vida, la proporción de los mayores de 80 años aumenta. Su tasa de crecimiento mundial en el 2014 estaba alrededor del 2,8 % anual, por encima del crecimiento total de la población (1,1 %). En lugares como Estados Unidos, Japón o Europa, esta población supera el 3,5 %; mientras que en la región latinoamericana está alrededor del 1,6 % (tabla 1). A pesar de su bajo porcentaje en el país (1,2 %), la población más vieja es de gran interés para los sistemas de protección y salud, ya que por sus condiciones afectivas y físicas pueden presentar mayores riesgos de enfermedad física y mental. En esas edades, tanto el cuerpo como las relaciones sociales han sufrido el desgaste natural del curso vital, con la pérdida de familiares y amigos, así como con la aparición de enfermedades, como diabetes, tensión alta o problemas de las articulaciones, que deterioran su salud y calidad de vida.

      Respecto a la estructura de la población, se observa que las mujeres son mayoría en la vejez: en el mundo, por cada 100 mujeres mayores de 60 años hay 85 hombres. Con la edad, esta relación va cambiando, pues por cada 100 mujeres mayores de 80 años hay 62 hombres. Europa presenta el escenario de menor participación masculina con 72 hombres por cada 100 mujeres mayores de 60 años, y apenas 50 hombres mayores de 80 años por cada 100 mujeres en esas edades (tabla 1). En cuanto a la edad, Colombia tiene una estructura relativamente

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