Amor perdido - La pasión del jeque. Susan Mallery

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Amor perdido - La pasión del jeque - Susan Mallery Libro De Autor

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el corazón de Kari diera un triple salto mortal.

      —He cenado con mi madre. Lo hago todas las semanas.

      —Oh.

      Kari trató de pensar en un comentario ingenioso, pero no se le ocurrió ninguno. La confesión de Gage no la sorprendió. Siempre se había portado bien con las mujeres de su vida… su madre, la abuela de ella. Recordó haber leído un artículo en algún sitio que afirmaba que la forma en que los hombres tratan a su madre será una buena indicación de cómo traten a su esposa. No era que estuviera planeando casarse con Gage Reynorlds. Aun así, era agradable saber que estaban dentro del grupo de hombres buenos.

      —¿Qué tal está tu madre?

      —Bien. Lo pasó mal después de la muerte de mi padre. Habían pasado tanto tiempo juntos que creo que pensó que no podría vivir sin él. Pero ha salido adelante. El año pasado comenzó a salir con un hombre. Un tipo llamado John. Están prometidos.

      Kari se enderezó.

      —Vaya. Eso es estupendo —señaló y recordó lo cercano que siempre había estado Gage a su padre—. ¿Y a ti no te importa?

      —No. John es un buen hombre.

      «Se reconocen entre sí», pensó Kari.

      —¿Cuándo es la boda?

      —Este otoño. Él es un contratista jubilado. Tiene mucha familia en Dallas. Esta semana está allí. Una de sus nietas celebra su cumpleaños y no quería perderse la fiesta.

      —Dicen que la gente que tiene un matrimonio feliz puede repetir la experiencia.

      Gage miró al vacío.

      —Creo que es cierto. Mis padres se amaban. Hubo muchas peleas y tiempos difíciles pero, en general, estaban enamorados. Que yo sepa, el matrimonio de John también fue muy sólido antes de que su esposa muriera. Imagino que les irá bien.

      —Me gustaría volver a ver a tu madre. Siempre me cayó bien.

      —Trabaja en la ferretería, media jornada. Podrías acercarte a saludarla.

      —Lo haré.

      Cuando Kari y Gage habían estado saliendo, Edie la había recibido con los brazos abiertos. No sabía si lo hacía con todas las novias de su hijo, pero le gustaba pensar que su relación con ella había sido especial. Por supuesto, estaba segura de que a Edie no le había gustado que dejara a Gage sólo con una nota como explicación.

      —¿Sigue enfadada conmigo por lo que hice?

      Gage la observó, con mirada burlona.

      —Parece que al fin se ha recobrado de ello.

      —Bien. Entonces, me pasaré a verla y le felicitaré por su próxima boda. Creo que es genial que encontrara a alguien. Nadie debería estar solo.

      Tan pronto como dijo aquellas palabras, Kari deseó no haberlo hecho. Era obvio que tanto Gage como ella estaban solos. Ella conocía sus circunstancias, pero ¿y las de él? era el tipo de hombre que siempre había atraído a las mujeres, así que debía de estar soltero por decisión propia. ¿Por qué?

      Kari estuvo a punto de preguntar, pero él se adelantó.

      —¿Y por qué no te has casado, Kari? —preguntó él y, antes de que ella respondiera, se encogió de hombros y añadió—: No importa. Se me olvidó. No te interesaba tener un hogar. Tenías cosas que hacer y sitios que ver.

      —Eso no es cierto. Claro que quiero casarme y tener hijos. Siempre he querido hacerlo.

      —¿Pero no conmigo?

      —Pero no a tu ritmo —contestó ella y suspiró—. Hace ocho años tú ya tenías tu vida encaminada. Habías visto mundo y estabas preparado para sentar la cabeza. Yo acababa de salir del instituto y tenía muchos sueños por realizar. Era joven y estaba llena de esperanzas y, aunque me importabas mucho, me asustaba tu plan de vida. Me parecías mucho mayor, mucho más seguro. Todo lo que decías era razonable, pero no me pareció el momento. No quise ser como mi madre y mi abuela, que se casaron nada más salir del colegio y tuvieron hijos enseguida. Quería tener la oportunidad de ver mundo y realizar mis sueños.

      —Pensé que yo era uno de tus sueños.

      —Y así era. Pero no ese momento. Cuando me enteré de que ibas a pedirme que me casara contigo, entré en pánico, por eso huí. Pensé… Lo tenías todo tan claro. Pensé que me perdería entre tanta seguridad.

      Gage estaba sentado tan cerca que Kari podía sentir el calor de su cuerpo y oler su aroma. Su corazón estaba dividido entre la opción de recostarse en él y de salir corriendo a las montañas. Las confesiones nocturnas solían ser peligrosas. ¿Cuál sería la consecuencia de aquélla?

      —Tienes razón —dijo Gage.

      —No esperaba que dijeras eso —comentó ella, sorprendida.

      —Por aquel entonces, creía que lo sabía todo —admitió él, encogiéndose de hombros—. Eras lo que buscaba en una esposa, nos amábamos… ¿por qué no casarnos? Me hablaste sobre ir a Nueva York y convertirte en modelo, pero no creí que lo dijeras en serio. Fue muy arrogante por mi parte. Lo siento, Kari. Debí haberte escuchado. En vez de eso, me concentré en lo que yo quería y en imponer mis deseos.

      Su confesión la tomó con la guardia baja.

      —Gracias —murmuró ella—. Ojalá hubiéramos tenido esta conversación hace ocho años.

      —Sí. Quizá hubiéramos encontrado una manera de que funcionara.

      Kari asintió, pero no dijo nada. En el fondo, lo dudaba mucho. Incluso después de tanto tiempo, la verdad seguía lastimándola. Podía ser que Gage hubiera querido casarse, pero no la había amado lo suficiente como para ir tras ella y pedirle que volviera a casa con él. No la había amado lo suficiente como para seguir en contacto con ella y prometerle que la esperaría. Ella se fue y él se limitó a continuar con su vida sin más.

      —Yo me fui al ejército cuando quise ver mundo y tú te fuiste a Nueva York. Supongo que tú lo pasaste mejor —comentó él, queriendo cambiar el tono de la conversación.

      —Oh, no sé —replicó ella con voz triste—. Al menos tú podías comer.

      —¿Tan justa andabas de dinero?

      —Un poco. Al principio. Pero conseguí algunos trabajos a tiempo parcial y de vez en cuando un trabajo como modelo. El tema de la comida tenía más que ver con mantener la figura en el ideal de la modelo americana. No comía porque tenía que adelgazar. Era joven y decidida, pero no tuve en cuenta que no era una forma de vida muy saludable.

      —Aparte del hambre que pasaste, ¿fue lo que esperabas?

      —No lo sé. Creo que las chicas jóvenes quieren ser modelos porque tiene mucho glamour. ¿En qué otro trabajo podría una chica de dieciocho años hacer tanto dinero y viajar por todo el mundo? Recibes muchas invitaciones. Los hombres quieren salir con modelos. Ser modelo te da una identidad instantánea.

      Kari

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