El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov . Galina Ershova

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El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov  - Galina Ershova Akadémica

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se escondían aquí de la autoridad y del hostigamiento por parte de la Iglesia. En estos lugares exiliaban a la gente que estaba disgustada con las autoridades. Pero precisamente era aquí donde comenzaba siempre el renacimiento del país. La gente peculiar del norte de Rusia es la fusión de los rusos que vinieron de otras regiones con los múltiples pueblos nórdicos, tales como los komi, los fineses, los carelios, los saami, los vepsios, los chudi… Justamente ellos fueron los que construyeron la flota rusa, levantaron una nueva capital entre los pantanos –Petersburgo–, abrieron el camino hacia Europa, llegaron hasta América, le regalaron a Rusia a Mijaíl Lomonósov, fundador de la ciencia rusa, y finalmente crearon la industria que convirtió al país en una potencia mundial.

      Los cuentos místicos y las leyendas del norte son un tema muy especial en la literatura rusa. Los maravillosos cuentos de hadas de los chudi inspiraban a los escritores Vladimir Odóyevski, Alexandr Blok, Serguei Esenin, Pavel Bazhóv... No es de sorprender que incluso el Ded Moroz o Abuelo Frío (Papá Noel para los occidentales) haya resultado ser habitante de la ciudad de Velikiy Ústiug.

      Precisamente en el norte de Rusia, en Velikiy Ústiug, de la provincia del Vólogda, encontramos en los archivos los nombres de los antepasados de Yuri Knórosov por la línea materna: una familia humilde de comerciantes, los Makárov.

      La historia de Velikiy Ústiug se remonta al siglo xiii, cuando la ciudad se menciona por primera vez en las crónicas históricas. En aquel momento las vanguardias del principado de Rostovo-Súzdalski habían llegado a las tierras de las tribus ugrofinesas. Estas construyeron fortificaciones cerca de la desembocadura del río Yug, en la orilla alta del río Sujona (afluente del Dviná del Norte, que enlazaba esa parte de Rusia con el mar Blanco). En el siglo xiv, la ciudad era el bastión de los príncipes moscovitas en la lucha contra el poderoso Nóvgorod. Dos siglos después, esta ciudad se volvió un gran centro de comercio y de oficios prósperos. Los cristianos antiguos ortodoxos contribuían considerablemente a eso. Desde aquel tiempo, Ústiug se volvió grande.

      Hoy en día nadie podría decir de dónde apareció el comerciante Serguei Makárov en Velikiy Ústiug. Pero por alguna razón hasta ahora los descendientes recuerdan obstinadamente que Makárov vino de algún lugar del norte –del puerto de Arjanguelsk (Arcángel), subiendo por el mismo Dviná del Norte. Llegó abandonando la comunidad de los antiguos ortodoxos, que probablemente era de las corrientes más intransigentes de bespopóvstvo (sin sacerdotes) de Felipe.

      Los antiguos ortodoxos son una población peculiar que siempre se ha caracterizado por su firmeza espiritual, por la justicia y por llevar una vida correcta. Así los hizo la vida.

      La historia de los antiguos ortodoxos está estrechamente relacionada con la historia del cristianismo ortodoxo ruso y de Rusia misma. La escisión espiritual que surgió en el siglo xvii por las jerarquías eclesiásticas en el momento de la lucha por el poder y que obtuvo el nombre de «la reforma del patriarca Nikon» provocó la tragedia de los millones de habitantes más humildes y trabajadores de Rusia. Es increíble, pero aún ahora en el siglo xxi nosotros de vez en cuando nos enfrentamos con las resonancias de aquellos lejanos acontecimientos dramáticos.

      Como es sabido, el cristianismo apareció en nuestra época «con el nacimiento de Jesús» como Iglesia única. Sin embargo, casi de inmediato surgieron dos versiones principales: griega y romana o católica.

      El cristianismo de Rusia en el siglo x tenía origen griego y pertenecía a la versión «ortodoxa» o conservadora. Esta versión no permitía revisiones ni en las prácticas religiosas ni en el dogma. Mientras tanto, la versión romana del cristianismo, es decir, el catolicismo, de alguna manera u otra se corregía, adaptándose a la vida real que estaba cambiando con el tiempo y que desde hace mucho no tenía nada que ver con los cultos iniciales ni con la espiritualidad cristiana inicial.

      En Rusia, el cristianismo ortodoxo llegó a llamarse «La Iglesia ortodoxa». Se consideraba como la única fe correcta. Durante siete siglos, en el país hubo muchos cambios en el idioma, en las tradiciones y en la vida. No siempre los copistas alfabetizados que vertían el significado del texto de los libros de la Iglesia podían comprender algunos realia del viejo idioma. Por lo tanto, introducían las aclaraciones y las interpretaciones correctas según su punto de vista. Por eso en el siglo xvii formalmente se consideraba que la reforma había sido dirigida «para corregir» los errores surgidos. Es decir, se trataba de la recuperación de la regularidad perdida. De la misma manera se corregían las prácticas religiosas que se desviaban cada vez más de los cánones griegos. Las ideas acerca de la misma regularidad tampoco estaban muy claras. Como solía pasar, detrás de la reforma eclesiástica estaba una política grande y la lucha fuerte por el poder.

      Finalmente, resultó que escribir «Iisús» (Jesús) en lugar de «Isús» o usar la imagen de la cruz de los cuatro puntos en lugar de los ocho puntos, así como el llamamiento para santiguarse no con dos sino con tres dedos, llegó a ser motivo suficiente para una profunda escisión de toda la nación, desde los gobernantes hasta los últimos campesinos. Todo comenzó cuando, después de los Concilios de los años 1650 y 1660, muchos jerarcas de la Iglesia estaban contra las transformaciones y los cambios. El prepotente patriarca y sobre todo político Nikon los expulsó de Moscú, desatando las persecuciones y las horrorosas represiones.

      Una resistencia fuerte a las innovaciones religiosas tuvo lugar principalmente en el norte de Rusia y en el río Dviná del Norte, que era la principal arteria de transporte de Pomorie, una región histórica del mar Blanco. Desde luego, el centro principal quedaba en el monasterio Solovetski. Los intentos del zar Aleksei Mijailovich de dominar mediante la fuerza a los monjes rebeldes únicamente provocaron la aparición de mártires y la participación amplia de los antiguos creyentes en disturbios callejeros en todo el país. A pesar de que Nikon había sido despojado de su cargo eclesiástico de patriarca y apartado de forma definitiva por el zar, el disgusto entre el pueblo crecía. Todos se quejaban: los comerciantes, los boyardos (nobleza), los arqueros, los campesinos. Rusia defendía desesperadamente no las prácticas religiosas sino la misma fe y las costumbres, la cultura y la dignidad nacional. Luchar contra el ejército y la autoridad era complicado. Por lo tanto, la principal arma era la negación de la misma autoridad y la negación de la Iglesia que le servía.

      La extrema y desesperada forma de esta negación llegó a ser la autocremación: las quemas colectivas en Dviná del Norte que comenzaron en 1683, con la aparición de las expediciones punitivas que les quitaba enteramente a los antiguos ortodoxos el pan y el ganado. El inteligente y calculador Pedro el Grande había sido obligado a suavizar su actitud hacia los antiguos ortodoxos. Los miembros de estas comunidades eran mejores artesanos y comerciantes, y eran muy solicitados por el zar-constructor. Por otro lado, al final del gobierno de Pedro el Grande, después de la conspiración y la muerte del príncipe Aleksei, que se sospechaba tenía relación con los antiguos ortodoxos, comenzaron las persecuciones. Debido a ellas las colonias de los antiguos ortodoxos se dispersaron por toda Rusia, incluso dentro y fuera de Siberia y Zabaikalye.

      Las llamadas «autoquemas» finalizaron solamente en 1753, llevándose consigo cientos de vidas humanas. En 1762, al asumir su cargo de zarina, Catalina II suspendió las persecuciones e incluso intentó regresar al país a los exiliados mediante un manifiesto especial. Desde este momento a los antiguos ortodoxos se les permitió «reasentarse mediante slobodá especial (barrios libres) donde se mantendrán de acuerdo con las leyes con el doble de la tarifa y tendrán la libertad para inscribirse al campesinado y al comercio. Viviendo en el barrio obtendrán los beneficios durante seis años por diversos impuestos y trabajos». Dos años después apareció una nueva concesión: «aquellos que no se aíslan de la Iglesia ortodoxa y aceptan las ordenanzas de la Iglesia, de los sacerdotes ortodoxos» y solo respetan «por motivo de la superstición» algunas tradiciones viejas que no contradicen a los dogmas «no se ausentan de la Iglesia, no se llaman cismáticos y se liberan del doble de la tarifa». Para el desarrollo de las tierras nuevas, la emperatriz Catalina necesitaba trabajadores buenos, inteligentes, con iniciativa, lúcidos y sobrios. Debido

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