¡No valga la redundancia!. Juan Domingo Argüelles

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¡No valga la redundancia! - Juan Domingo Argüelles Studio

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hoy. Ocurrió ayer” y “el día que antecede inmediatamente al de hoy (úsase normalmente precedido de preposición). Todavía queda pan de ayer”. En sentido figurado, “ayer” significa también “en el pasado”. Ejemplos del DRAE: Su cabello, ayer negro, ha encanecido; La moda de ayer. Asimismo, tiene uso de sustantivo masculino, con el mismo significado de “tiempo pasado”. Ejemplo: Olvida el ayer y vive el presente. Lo cierto es que, si bien hay necesidad de precisar, respecto del día anterior, las temporalidades matutina, cenital y vespertina mediante perífrasis (Ayer por la mañana, Ayer al mediodía, Ayer por la tarde), no la hay en absoluto en relación con la noche, pues, como hemos dicho, tenemos, para esto, el adverbio demostrativo “anoche” (Anoche me costó mucho conciliar el sueño). En el Panhispánico se advierte que “la expresión ayer (por/en/a la) noche convive con la forma sinónima anoche, mayoritaria en todo el ambiente hispánico”. Convive, pero por afectación de escritores que deberían ir a un taller de redacción para aprender concisión y precisión del lenguaje, pues siempre será mejor decir “anoche” que “ayer noche”, “ayer a la noche”, “ayer en la noche” y “ayer por la noche”. Invaluable lección es la que da Antón Chéjov a los que escriben o desean ser escritores: “No digan ‘las lágrimas salían de sus ojos y escurrían por sus mejillas’; esto repugna. Digan, nada más, ‘lloraba’”.

       Google: 10 500 000 resultados de “ayer en la noche”; 6 890 000 de “ayer a la noche”; 6 640 000 de “ayer por la noche”; 337 000 de “ayer noche”.

       Google: 32 200 000 resultados de “anoche”.

      17. apología, ¿apología a favor?, ¿apología en contra?, ¿apología en favor?

      ¿Puede haber una “apología” en contra? Por supuesto que no. El sustantivo femenino “apología” (del latín tardío apologĭa, y éste del griego apología) significa “discurso de palabra o por escrito, en defensa o alabanza de alguien o algo” (DRAE). Ejemplo: Fulano hizo una apología vergonzosa y rastrera del presidente. Decir y escribir “apología a favor” es redundante, pues, por definición, toda apología es favorable. Basta con decir y escribir, como lo hizo Platón, Apología de Sócrates, es decir, elogio de Sócrates. Ni siquiera se presta a anfibología o ambigüedad: se hace la apología de esto o de aquello, de este o de aquel, y se dice y se escribe “apología de” porque la preposición sirve para introducir al destinatario de la apología. Contrariamente, un autoelogio, o elogio en boca propia, no es, exactamente, una “apología”, sino una idiotez. Que quede claro, entonces, que toda “apología” es favorable y hasta laudatoria; por ello resulta redundante agregar “a favor”, como en el siguiente ejemplo: “Apología a favor de Sócrates”. Si existieran “apologías en contra” de algo o de alguien, tendríamos que admitir que las hubiese “a favor”, pero, como ya vimos, por definición, esto es imposible. Y, sin embargo, así como muchos dicen y escriben “apología a favor”, hay otros muchos que dicen y escriben “apología en contra”. Y todo porque jamás en su vida han ido al diccionario para leer la definición de “apología”.

      Incluso en libros académicos o literarios aparecen estas barbaridades. Justamente en un artículo académico leemos lo siguiente:

       “Owen Fiss, por ejemplo, hace una importante apología a favor del Estado activista”.

      Con corrección, el autor debió escribir que Owen Fiss

       hace una importante apología del Estado activista.

       No es mejor, por supuesto, hablar y escribir de “apologías en contra”, que constituye un sinsentido, una monstruosidad semántica, y un atentado a la lógica. He aquí varios ejemplos de estas barbaridades, ya sean por redundancia o por absurdidad: “Apología a favor de Galilei”, “apología a favor del crimen”, “apología a favor de la bicicleta”, “apología a favor de una causa política”, “apología a favor de un candidato”, “apología en contra de los derechos humanos”, “apología en contra de la injusticia”, “apología en contra del abandono de la esposa”, “apología en contra de la lucha contra la violencia”, “apología en contra del miedo y la oscuridad”, “apologías a favor de ciertas artes”, “apologías a favor de la doctrina”, “apología en favor de la santa iglesia”, “apología en favor de la fe”, “apologías en favor de la botánica”, “apologías en favor del terrorismo”, etcétera.

       Google: 86 800 resultados de “apología a favor”; 21 400 de “apología en contra”; 14 300 de “apologías a favor”; 13 100 “apología en favor”; 1 520 de “apologías en favor”; 1 500 de “apologías en contra”.

      18. ¿aporafobia?, aporofobia

      El DRAE no incluye en sus páginas la mayor parte de las palabras formadas con el sufijo “-fobia”, elemento compositivo que significa “aversión” o “rechazo”, como en “agorafobia”, “claustrofobia” y “homofobia”. Entre estos términos, que no recoge el DRAE, está el sustantivo femenino “aporofobia”, contribución de la filósofa española Adela Cortina para referirse a la “aversión, odio o rechazo a los pobres”. Para Cortina, “era necesario poner nombre a un fenómeno que existe y es corrosivo”. El término está formado a partir del griego á-poros (“sin recursos” o “pobre”) más phobos o fobos (“aversión”, “miedo”, “odio”, “pánico”, “rechazo”, “repugnancia”): literalmente, “rechazo a la gente sin recursos, al desamparado, al pobre”. A decir de Cortina, “el 90% de las personas es aporofóbica”, es decir, siente aversión por los pobres. Pero, como ya vimos, de acuerdo con las raíces del término, se debe decir y escribir “aporofobia” y no, por ultracorrección, “aporafobia”, que no significa nada. Debido al influjo del término “agorafobia” (del griego agorá: “plaza pública” y fobia: “rechazo”): “temor a los espacios abiertos”, que muchos pronuncian y escriben, incorrectamente, “agorofobia”, por equivocado prurito de corrección, muchas personas del ámbito culto de la lengua transforman el correcto “aporofobia” en el desbarre “aporafobia”. Aun si estuviese en el diccionario el sustantivo “aporofobia”, muchos seguirían diciendo y escribiendo “aporafobia” porque, simplemente, de todos modos, no consultan el diccionario. El término que, con pertinencia y corrección, acuñó Adela Cortina es “aporofobia”.

      El desbarre “aporafobia” es, por supuesto, del ámbito culto y, especialmente, de los medios académico y profesional, de donde ha pasado al periodismo. En el diario español La Voz, de Navarra, el columnista escribe, en el cuerpo de su artículo, la correcta voz “aporofobia”, pero en el titular leemos lo siguiente:

       “Aporafobia, rechazo a las personas pobres”.

      Como ya vimos, quien impuso tal titular disparatado, al colaborador del diario, debió escribir:

       Aporofobia: rechazo a las personas

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