¡No valga la redundancia!. Juan Domingo Argüelles

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу ¡No valga la redundancia! - Juan Domingo Argüelles страница 19

¡No valga la redundancia! - Juan Domingo Argüelles Studio

Скачать книгу

rel="nofollow" href="#fb3_img_img_b0513fe9-d06f-5665-a83e-3a061491d8fd.jpg" alt=""/> Google: 51 500 000 resultados de “autoestima”; 9 020 000 de “amor propio”; 2 720 000 de “baja autoestima”; 604 000 de “autoestima baja”; 270 000 de “alta autoestima”; 137 000 de “poca autoestima”; 69 100 de “gran autoestima”; 51 300 de “autoestima saludable”; 19 700 de “pobre autoestima”; 16 500 de “nula autoestima”.

      15. anciano, ¿anciano senil?, senil, viejo, ¿viejo senil?

      Si consultamos el Diccionario de uso del español, de María Moliner, sabremos que el sustantivo femenino “senilidad” es sinónimo del sustantivo femenino “vejez”, y que el adjetivo “senil” significa, literalmente, “de la vejez”. En esto coincide el Clave, Diccionario de uso del español actual: “senil. adj. De la vejez o relacionado con ella”. Sin embargo, mucha gente supone que, al calificar a un “anciano” de “senil”, le añade algo diferente a su condición de “anciano”. Esto es lo malo de la hipocresía del piadosismo y de la falsedad del eufemismo, propias de la lengua política, que han abolido el recto sentido de los términos “anciano” y “viejo”, sustituyéndolo por un inexacto, informe y resbaladizo “adulto mayor”. Con propiedad idiomática, deberíamos referirnos a un hombre “senil” o a una mujer “senil”, pero no a un “anciano senil” ni a una “anciana senil”, pues la “ancianidad” es correspondiente, y equivalente, de la “senilidad”. Imposible es la existencia de un niño “senil” (aunque nos atraiga la ficción de F. Scott Fitzgerald, llevada al cine, El curioso caso de Benjamin Button), del mismo modo que no hay adolescentes ni jóvenes “seniles”. El diccionario académico define del siguiente modo el sustantivo femenino “ancianidad”: “Último período de la vida ordinaria del ser humano, cuando ya se es anciano”. Ejemplo: Lo peor de la ancianidad es cuando ésta llega con sus amigas enfermedad y soledad. El adjetivo y sustantivo “anciano” (derivado del latín ante: “antes”) se aplica a la persona “de mucha edad”. Ejemplo: En el momento de su muerte, era un anciano solitario. Vayamos ahora al significado del sustantivo femenino “senilidad”. Posee tres acepciones en el diccionario académico: “Condición de senil”, “edad senil” y “degeneración progresiva de las facultades físicas y psíquicas”. Ejemplo: A diferencia de Pushkin y Chéjov, que murieron a los 37 y 44 años, respectivamente, Tolstói alcanzó la senilidad. El adjetivo “senil” (del latín senīlis) se aplica a lo “perteneciente o relativo a la persona de avanzada edad en la que se advierte su decadencia física”. Ejemplo: Tolstói era un hombre senil cuando murió en 1910, a los 82 años. Queda claro que “senil” es un opuesto o antónimo del adjetivo “juvenil” (del latín iuvenīlis): “Perteneciente o relativo a la juventud” (DRAE), pues “juventud” (del latín iuventus, iuventūtis) es la “condición o estado de joven” que se corresponde con “energía, vigor, frescura”, todo lo contrario del período “senil” y de la “senilidad” o “vejez”. Ejemplo: Raymond Radiguet era un escritor juvenil cuando murió en 1923, y, pese a su juventud, dejó una obra maestra: El diablo en el cuerpo. Es probable que la mayoría de las personas que ignora el significado del sustantivo “senilidad” y el adjetivo “senil” confunda a éstos con el sustantivo “decrepitud” y el adjetivo “decrépito”. Con propiedad, podemos afirmar que todos los “ancianos” son “seniles”, pero no necesariamente todos son “decrépitos”, pues el adjetivo “decrépito” (del latín decrepĭtus) significa “muy disminuido en sus facultades físicas a causa de la vejez” (DRAE). Ejemplo: A sus 78 años no mostraba una condición decrépita. Pongámonos de acuerdo: se puede ser anciano o viejo sin evidenciar “decrepitud” (“condición o estado de decrépito”), pero no se puede llevar la “ancianidad” sin “senilidad”, pues ambos sustantivos son sinónimos. De ahí que decir y escribir “anciano senil” o “viejo senil” es incurrir en redundancias. En cambio, la expresión “demencia senil” es correcta, pues se trata del síndrome que consiste en el deterioro de las capacidades psíquicas, en particular cognitivas, del anciano, y es una demencia, como su nombre lo indica, del período de la ancianidad, cuando se encuentran muy disminuidas las facultades físicas y psíquicas. Pero se equivocan quienes creen que toda “senilidad” implica “demencia”, pues “senil” no es sinónimo de “demente” (“loco, falto de juicio”). Toda “senilidad” implica “ancianidad” porque, como ya advertimos, se trata de sustantivos sinónimos, y nada se agrega al calificar al “anciano” o al “viejo” de “seniles”. Son redundancias dignas del paredón.

      Las expresiones “anciano senil” y “viejo senil” más sus femeninos y plurales son frecuentes en el ámbito culto de la lengua, entre personas que, por pereza, jamás abren un diccionario de la lengua. En el sitio web oficial de la periodista Paola Rojas leemos el siguiente encabezado de su artículo de opinión:

       “El Chapo, hoy viejo y senil”.

      Cree la periodista, equivocadamente, que los adjetivos “viejo” y “senil” poseen significados diferentes; no sabe que son sinónimos. Todo parece indicar que, con el adjetivo “senil”, se quiso referir, equivocadamente, a sus malestares, enfermedades y debilidades de salud. Pero lo que debió escribir, con corrección es lo siguiente:

       El Chapo, viejo y enfermo.

       Van unos pocos ejemplos, tomados de publicaciones impresas y de internet, de estas redundancias bastante groseras: “Trump, un viejo senil y desquiciado: Kim-Jong-un” (la verdad es la verdad, aunque la diga un mentiroso: Trump es un desquiciado, pero decirle “viejo senil” es redundante, y además lo dice otro desquiciado), “asesinados por un viejo senil”, “¿quién es este viejo senil?”, “autorrepresentaciones de Picasso en viejo senil”, “sólo eres un viejo senil”, “Maradona llamó viejo senil a Pelé” (algo así como si Pelé llamara a Maradona drogo drogadicto), “un viejo senil a cargo de su nieto idiota”, “hallan un arsenal en casa de un anciano senil”, “un anciano senil mató a otro” (sí, seguramente, a otro anciano senil), “un pobre anciano senil y ridículo”, “El Chapo, reducido a un anciano senil”, “todas las investigaciones actuales sobre el envejecimiento contradicen la imagen tradicional del anciano senil”, “el número de ancianos seniles se duplicará para el 2030” (y el número de gente que no consulta el diccionario se duplica y multiplica a cada rato), “he estado hablando con viejos seniles”, “una vieja senil que ha pasado su vida protegiendo a un escritor” (sí, a un escritor que nunca abrió un diccionario), “sólo soy una anciana senil”, “son un montón de viejas seniles”, etcétera.

       Google: 18 200 resultados de “viejo senil”; 12 700 de “anciano senil”; 10 700 de “ancianos seniles”; 2 480 de “viejos seniles”; 1 560 de “vieja senil”; 1 550 de “anciana senil”; 1 000 de “viejas seniles”.

      16. anoche, ayer a la noche, ayer en la noche, ayer noche, ayer por la noche

      Es frecuente el uso, afectado, de las expresiones perifrásticas “ayer noche”, “ayer a la noche”, “ayer en la noche” y “ayer por la noche”. Y no es que sean incorrectas, pero sorprende que, contra toda lógica de la economía del idioma, dichas frases se prefieran, especialmente entre escritores, en lugar del simple y perfecto “anoche”. Es muy probable que, por influencia, deriven de las expresiones “ayer por la mañana” y “ayer por la tarde”, perfectamente necesarias para precisar dos momentos determinados del día anterior. La generalización “ayer” se acota, justamente, por esta necesidad de precisión. Pero la acotación

Скачать книгу