Santander-Bretaña-Santander en el Corto Maltés, un velero de 6 metros. Álvaro González de Aledo Linos

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Santander-Bretaña-Santander en el Corto Maltés, un velero de 6 metros - Álvaro González de Aledo Linos

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Hay que tener los medios para recongelarlos, y normalmente pedimos el favor en las marinas o en alguna tienda o bar cercanos. A falta de frigolines o cubitos de hielo, comprábamos en el supermercado alguna bolsa de productos precocinados congelados, que hasta el momento de consumirlas daban frío al interior de la caja de porespán y hacían la función de los frigolines. Para la navegación a Bretaña compramos una neverita eléctrica de camping. Se conecta a la batería y no usa gas, pero consume 40 W (3 A/hora) por lo que podía agotarnos la batería enseguida. Por eso nuestra idea era enchufarla solo cuando hubiera mucha insolación y el panel solar estuviera cargando a tope, cuando fuéramos a motor (que también carga la batería) o cuando estuviéramos en una marina conectados a la electricidad del pantalán. El resto del tiempo pensábamos usarla con frigolines como hasta ahora. La neverita es de 20 litros en vez de los 23 de la caja de porespán, pero como a ratos iba a ir enchufada necesitaría menos frigolines y por tanto habría más espacio para la comida. El resultado ha sido extraordinario. Por un lado en Francia no es habitual abarloarse a los pesqueros y hemos tenido que ir a las marinas deportivas más que nunca. Así la neverita estaba conectada a la electricidad del pantalán toda la noche y parte de la tarde. Siempre tenía dentro cuatro frigolines o más, de manera que aunque no llegasen a congelarse sí mantenían el frío dentro de la nevera durante la navegación hasta la siguiente escala. Y por otra parte siempre que arrancábamos el motor la enchufábamos a la batería, y también los ratos de mucho sol, sin que nunca pusiese en peligro su carga, que controlábamos con el voltímetro. Por otra parte nos acostumbramos a vigilar periódicamente la posición de la botavara en los fondeos y los puertos, para cambiarla según la situación del sol y que no proyectase sombra sobre el panel solar, que va en la tapa del tambucho. Ha sido una de las mejores adquisiciones para la comodidad a bordo y estamos plenamente satisfechos de su resultado. Nos ha simplificado la intendencia y casi hemos prescindido de pedir el favor de congelarnos los frigolines.

      En la vuelta a España subíamos nuestra posición al blog para tranquilidad de nuestras familias cada pocas horas. Lo hacíamos mediante el programa Localizatodo que exige una conexión permanente a Internet del teléfono móvil. En las costas españolas no había problema pues teníamos una tarifa plana de Internet, pero esa no servía en Portugal ni en Francia, países en los que no subíamos la posición. Como la navegación a Bretaña iba a ser mayoritariamente en tierras francesas no nos serviría. Por eso compramos una baliza de localización SPOT GEN3. Es un aparatito del tamaño de una cajetilla de cigarrillos, con cobertura mundial, que emite tu posición GPS cada 10 minutos a través de la red de telefonía satelital Globalstar (un operador de telefonía creado en 1994 que explota una red de 48 satélites). Esa señal puedes volcarla a una página web (nosotros lo hicimos a la del blog) donde pueden seguirte tus conocidos. Además tiene una función SOS que desencadena tu búsqueda y rescate por las autoridades marítimas, y algunas funciones de mensajes personalizados para enviar a personas seleccionadas (son mensajes escritos previamente de tranquilización, o de llegada a puerto, o lo que tú quieras, pero que funcionan desde todo el mundo, no como los mensajes de móvil que pierden la cobertura al alejarte unas millas de la costa). El aparatito es estanco al agua y tiene una tarifa desde mi punto de vista muy razonable para la tranquilidad y seguridad que aporta a la navegación (190 € el aparato y 135 €/año el servicio). Sobre las radiobalizas clásicas tiene la ventaja de la función de seguimiento, que aquellas no tienen. Y el inconveniente de que la señal que emite es telefónica y la función SOS dirigida a un único destinatario (la empresa que la comercializa, que es norteamericana) la cual avisa a las autoridades competentes en el rescate del país en el que navegues. Es decir, que puede haber un barco poco más allá de tu horizonte que no se entere directamente de tu situación de alerta, aunque sí cuando las autoridades contacten con los barcos presentes en la zona. Para nuestro tipo de navegación, que es costera y siempre a menos de 12 millas de la orilla, es decir, al alcance de los barcos y helicópteros de rescate, nos ha parecido suficiente. Por otra parte puedes utilizarla igualmente para las excursiones por el monte, o para cualquier otra actividad en tierra.

      La baliza de localización ha funcionado a la perfección. En teoría debe situarse en una superficie horizontal con la tapa con el logotipo mirando hacia el cielo, pues la antena que detecta los satélites está bajo el logo. Pero en el barco la baliza hay que llevarla siempre encima por si te caes al agua. La llevé siempre yo encima, y en las guardias nocturnas el que se quedaba al timón, y teníamos la consigna de que si el otro se caía al agua engancharíamos la baliza al aro salvavidas antes de lanzarlo, de manera que si no se conseguía volver a por él al menos tendría en su poder la baliza para activarla y mandar su situación en el mar. Lo que no es coherente es llevarla dentro del barco, porque allí no ayuda al que se cae al agua, y menos en las navegaciones en solitario. Funcionó perfectamente llevándola en el bolsillo, que en navegación es más cómodo porque ya se llevan bastantes cosas colgadas del cuello (las gafas, el anemómetro, los prismáticos, el compás de marcaciones, el móvil en su funda estanca, el Mp3, el sombrero, etc.) no todas a la vez, claro. Aunque en teoría la baliza es resistente al agua según IPX7 (sumergible a 1 metro de profundidad por 30 segundos) durante toda la navegación la llevamos dentro de una funda estanca. Y aunque en teoría las pilas deberían durar de siete a diez días, a nosotros nos duraron más de dos meses hasta el primer cambio, aunque eso sí, no la teníamos encendida las 24 horas sino solo las horas de navegación.

      Para controlar el rumbo o la dirección del barco fondeado instalé un chivato de fuera de rumbo o de garreo para la siesta o para la noche. Sienta mal estar echando un pestañazo o durmiendo por la noche, presentir que ha habido un cambio de rumbo o que el barco ha garreado o borneado, y tenerte que levantar de la cama para salir a la bañera a comprobarlo. Para evitar levantarme coloqué una brújula de montaña, de las que tienen la base transparente y que por lo tanto puede verse la aguja desde debajo, en el techo de la cabina justo encima de donde duermo. Cuando me acostaba ponía la alidada sobre la aguja que marca el Norte, y si presentía algún cambio de rumbo o un garreo miraba si la aguja se había desviado de la posición que tenía al principio. Cuando el barco garrea lo primero que hace es cambiar su posición respecto al viento, y en vez de recibirlo por la proa lo hace por el través y por lo tanto cambia su posición respecto al Norte. Este chivato ha sido una gran idea y lo utilicé habitualmente en todas las siestas del viaje y en los pocos fondeos nocturnos. También resultó útil cuando estuvimos fondeados en una zona de corrientes de marea, como todo el golfo de Morbihan. Al invertirse la marea la corriente cambia de dirección, y puedes acercarte a la rocas o a espigones peligrosos. Tener ese chivato encima de la cama me permitía tranquilizarme y, tras una ojeada, seguir durmiendo.

      Respecto a la cartografía, tenía en formato electrónico desde la vuelta a España la carta Navionics Gold XL-9-46XG de Europa y Norte de África, que curiosamente, tres años después, aún tenía actualizadas las mareas y las corrientes de este año. En papel llevaba la guía Imray “Atlantic France” (North Biscay to the spanish border) en su última edición inglesa de 2010 (estuve esperando la traducción española, anunciada para mayo de 2015, pero finalmente no salió antes de marcharme) y por el camino compré las Navicarte francesas 255 (Bassin d’Arcachon), 1024 (Royan-Capbreton) y 246 (Golfe de Morbihan), que por su detalle son las que tuve en el expositor vertical de la mesa de cartas la mayor parte del tiempo. Por otra parte, a mitad del viaje (en el intercambiador de libros de la marina de Arzal) conseguí el Bloc Marine 2013 del Atlántico, el Mar del Norte y La Mancha, obra náutica de referencia en Francia, que incluye los puertos y la costa desde Bélgica hasta Marruecos. También llevaba unos números atrasados de la revista francesa Voiles et Voiliers; un equipo de sus periodistas había dado la vuelta a Francia en un Sun 2500 amarillo entre 2005 y 2006 y habían publicado las rutas seguidas y sus experiencias. Las zonas que íbamos a recorrer nosotros estaban publicadas concretamente en los números de enero a junio de 2006.

      Aunque no sea un instrumento propiamente náutico, considero una mejora para esta navegación haber dispuesto de un teléfono móvil Smartphone Android que en la vuelta a España no tenía, especialmente para obtener el pronóstico meteorológico. Descargué la aplicación de Winfinder que te da el pronóstico para navegación costera de los siguientes nueve días, aunque ya se sabe que solo son fiables los próximos 3-4 días. Es evidente que

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