Enfoques teóricos de políticas públicas: desarrollos contemporáneos para América Latina. Gisela Zaremberg

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Enfoques teóricos de políticas públicas: desarrollos contemporáneos para América Latina - Gisela Zaremberg

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en el realismo político— fue El Príncipe (1989) de Maquiavelo. Este libro del siglo xvi se preocupará principalmente por el efecto del tipo de acciones del agente —en este caso, los príncipes de las ciudades estado italianas— sobre la permanencia del gobierno y el Estado. En este sentido, es interesante notar que la obra que es considerada por muchos como fundadora de la ciencia política se enfoca en el agente más que en la estructura. No obstante, en el siguiente siglo Locke subrayará la importancia de un elemento claramente estructural —la división de poderes— para una adecuada y duradera estabilidad institucional. Durante el siglo xix Marx resaltará el modo de producción y la estructura de clases sociales como variables explicativas centrales, pero, por otro lado, Carlyle (2012) señalará que la historia del mundo no es sino la de la biografía de los grandes hombres. A su vez, no pasará mucho tiempo para que otro autor, en este caso Spencer, viniera a oponerse a esta última visión, ya que para él “la génesis de un gran hombre depende de la larga serie de complejas influencias que ha producido el grupo en el cual aparece […] antes que él pueda rehacer a la sociedad, la sociedad debe hacerlo a él” (1873, p. 35. Traducción propia). Con los términos de este debate ya más claros, Simmel podrá abordar explícitamente el tema de la relación entre agente y estructura en su conocido texto de 1903: The Metropolis and Mental Life (La metrópoli y la vida mental) (1950).

      Por último, durante el siglo xx los enfoques centrados en la acción del agente tendrán una presencia importante en la sociología europea, sobre todo a partir de Weber, así como en la ciencia política estadounidense, empezando sobre todo con Schattschneider (1960) (aunque en menor medida, porque esta última disciplina observó durante la mayor parte del siglo xx un predominio de los enfoques centrados en la estructura, ya sea en su versión institucional-legal, estructural-funcionalista, de elección racional o neo-institucional).[2]

      El presente capítulo se centrará en los enfoques que a partir del siglo xx han destacado la importancia de los factores asociados al actor o agente (aquí considerados como sinónimos) para el entendimiento de los procesos socio-políticos y sus resultados. Reseñará primero las posiciones principales de los sociólogos y (un tanto más ampliamente) de los politólogos que en este periodo han subrayado dicha importancia, para luego describir las de algunos autores del campo de las polí­ticas públicas que se han orientado en el mismo sentido. Presentar esta reseña es importante porque, hasta donde sé, no existe en la literatura en español un texto que lo haya hecho hasta el momento. En la última sección del capítulo, en parte con base en la recapitulación de estos desarrollos analíticos, se ofrecerá un argumento propio que busca retomar de una manera particular y un tanto más sistemática los factores asociados al actor y la acción estratégica como elementos del análisis socio-político. Las conclusiones harán un breve balance de lo expuesto en el capítulo, así como de algunos alcances y límites del conjunto de enfoques expuesto.

      La sociología europea

      Aunque planteó importantes ideas en relación a diversos aspectos de la sociedad y la política, Weber (1979) desarrollaría también el enfoque de la denominada sociología interpretativa, que se centrará en el estudio de la acción social. Definió en este sentido cuatro tipos de acción social: la tradicional (vinculada a las costumbres), la afectiva (relacionada con las emociones), la racional de acuerdo a valores (es decir, principios éticos o ideológicos) y la racional de acuerdo a fines (vinculada a algún objetivo práctico). Al hacer dichos planteamientos, este autor resaltó la importancia de los agentes porque señaló la importancia de conocer la lógica de su actuación, así como las características, razones y consecuencias de la diversidad de sus acciones. Con estos conceptos Weber estableció una diferencia que es fundamental para el estudio empírico, desde el punto de vista del actor, de la naturaleza y efectos de los procesos socio-políticos; esto es, la diferencia existente entre la acción social emocional, que difícilmente conseguirá alcanzar un objetivo determinado, y la acción estratégica, en la que los medios se seleccionan en función de un valor o una meta. Su preocupación por el agente también se vio reflejada en su discusión de distintos tipos de éticas de los actores, ya fuera la de la convicción (guiada por una ideología sin importar las consecuencias) o la de la responsabilidad (que se puede basar en una ideología pero al menos lo hace estando consciente de las consecuencias) (Weber, 2005).

      Por otro lado, si bien no es fácil de clasificar disciplinariamente ya sea como sociólogo o como politólogo, Gramsci es otro autor europeo de la primera mitad del siglo xx que subrayó la importancia de las estrategias y actores políticos. Siguiendo explícitamente a Maquiavelo, en sus Cuadernos de la Cárcel (1981) recomendó por ejemplo evitar la guerra de movimientos (esto es, la estrategia de “asalto al poder” que Lenin teorizó y utilizó en Rusia). Gramsci sostenía que el triunfo de lo que para él era el “príncipe moderno”, esto es el partido comunista, solo se podía dar adaptando la acción al contexto. En otras palabras, argumentaba que en Occidente, donde el capitalismo se había ya afianzado culturalmente, dicho triunfo solo se podría dar a través de una guerra de posiciones, por medio de la cual se debían ganar diversos espacios dentro de los aparatos ideológicos del Estado antes de tomar finalmente el poder.

      Después de Weber y Gramsci vendrá una serie de autores en el campo de la sociología, principalmente en Europa, que subrayaron el estudio de la acción y los actores. El primero de ellos fue Bourdieu, quien en su Esquisse d’une Théorie de la Pratique (Esbozo de una teoría de la práctica) (1972) desarrolló los conceptos de habitus, campo y capital. Este autor fue de los primeros que en la segunda mitad del siglo xx observó a los actores sociales como enmarcados en un campo, esto es, un conjunto dinámico de posiciones y relaciones sociales, en el cual cada actor posee y utiliza varios tipos de capital, ya sea cultural, social o económico. Argumentó que cada agente, desde su posición, interioriza relaciones y expectativas para operar en dicho campo, las cuales con el tiempo forman un habitus, esto es, un conjunto de esquemas relacionales y expectativas habituales. Debe notarse, sin embargo, que si bien el campo en el que los agentes actúan define su comportamiento, para Bourdieu dicho campo se define también a través de la acción de los mismos agentes.

      Unos años más tarde, Crozier y Friedberg plantearán que si bien los procesos sociales implican restricciones estructurales, los actores tienen un “margen de libertad que emplean de una manera estratégica en su interacción con otros” (1977, p. 25). Para ellos, el poder es “el resultado, siempre contingente, de la movilización por los actores de las fuentes de incertidumbre pertinentes que ellos controlan en una estructura de determinado juego” (1977, p. 26). En un juego, “el jugador es libre; pero si quiere ganar debe adoptar una estrategia racional en función de la naturaleza del juego” (1977, p. 94). La “función” es “un estado de equilibrio estable entre una estrategia dominante y mayoritaria… y una o varias estrategias minoritarias” (1977, p. 99).

      Ya en los años ochenta, Giddens, en su conocido The Constitution of Society: Outline of the Theory of Structuration (La constitución de la sociedad: esbozo de la teoría de la estructuración) (1984), argumentará que la acción genera estructura y la estructura genera acción, por lo cual en su opinión estos dos elementos constituyen una sola e indisoluble realidad. No niega la influencia estructural sobre la acción individual, sin embargo tampoco cree que sea determinante; en otras palabras, para él los actores tienen capacidad de acción pero también de lo que denomina supervisión reflexiva; a través de la primera producen y mantienen la estructura, pero a través de la segunda pueden cambiarla.

      Otra autora británica, Archer (1995), critica la posición de Giddens y desarrolla lo que llama un enfoque morfogenético, cuyo rasgo distintivo es “el reconocimiento de la dimensión temporal, por la cual y en la cual la estructura y la agencia se forman mutuamente” (1995, p. 92). Para ella sí es posible diferenciar los factores estructurales de los vinculados al agente si se introduce la variable tiempo. Es decir, en un análisis secuencial se pueden distinguir los momentos en que la estructura influye sobre el individuo y aquellos donde sucede lo contrario. Así, sostiene que si bien en un primer momento los individuos se ven influidos por la estructura, posteriormente el mantenimiento o cambio de esta dependerá de los actores

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