Feminismo Patriarcal. Margarita Basi
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Y, como es lógico, las mujeres son las que salen peor paradas de este giro paradigmático en el que la sociedad parece recrearse tomando esta actitud como un modelo a seguir.
No sirve de nada destruir un hábito o conducta sin tener la idea o el ideal en el que inspirar otro hábito o conducta nuevos. Y eso es lo que ocurre: la sociedad de consumo liberal y capitalista confunde los ideales con materialidades. Sin alimento, sin refugio y sin abrigo morimos. Pero sin ideales vivimos como muertos. ¿Qué es peor?
Entonces, ¿qué quedaría en los individuos, una vez expoliados de su supuesta naturaleza, política y cultura que estos han acabado por creer universal e innata a su condición humana?
Es difícil saberlo. Lo que sí puedo visualizar es una imagen mucho más suave, sin aristas, sin tantas diferencias como nos quieren hacer creer. Es decir, pienso que todos los colectivos de identidad (heteros, homosexuales, lesbianas, bisexuales, andróginos, queer….) somos mucho más parecidos entre nosotros de lo que la sociedad nos ha hecho creer, empeñándose en diversificar y singularizar a los individuos por sus rasgos externos y actitudes politizadas de origen doctrinante, y que nada tienen que ver con una visión descentralizada de las ideologías de masas, cuyo objetivo sería el de animar a las personas a elegir libremente distintas pinceladas del basto abanico ideológico existente sin cerrarse a ninguno en concreto. Eso sería actuar con madurez y sabiduría.
Nadie tiende a diferenciarse de otros semejantes cuando vive en un estado de concordia, fraternidad y dignidad que le hace sentir seguro, respetado y valorado como ser humano, y no segregado por signos externos banales, absurdos e intrascendentes con los que la sociedad patriarcal ha decidido categorizar al ser humano. Como si el simple hecho de ser humano no fuese razón suficiente para que todos formásemos parte de un mismo referente en donde lo único trascendente fuese la capacidad emocional, sensitiva y amorosa propia en cualquier ser humano. Porque nos habríamos dado cuenta de que el poder de la razón cuando va supeditado al poder del sentimiento es válido y completa al primero. Sin embargo, priorizar la razón por encima de los sentimientos acaba destruyendo nuestras relaciones humanas, como ya hemos visto a lo largo de nuestra historia y evolución.
CAPÍTULO 5
LA PSEUDOFEMINIDAD EN EL HETEROPATRIARCADO Y SUS RAZONES
A. LA MUJER MANTIENE UNOS PRIVILEGIOS POR SER MUJER
La mujer es la única responsable de perpetuar algunos valores y actitudes patriarcales para no perder ciertos privilegios a los que no tendría acceso si rechazara ciertas actitudes machistas. La fémina no tiene reparos en sacar sus «armas de mujer» cuando quiere conseguir algo de un hombre, y no me refiero a los momentos en donde deja fluir su sensualidad natural sin más fin que ese (algo que a algunos hombres incomoda), sino cuando busca que el varón contribuya en la consecución de los objetivos e intereses para acceder a sus rancios privilegios. Porque, cuando de lo que se trata es de alcanzar otras metas, la mujer se las arregla muy bien ella sola sin la intervención masculina.
Y es en el sucio manejo de la identidad del otro, en el chantaje oculto con el que nos denigramos a veces como seres libres e independientes, cuando permitimos que «el otro» nos humille, menosprecie o trate como a un objeto tan solo para conseguir su beneplácito, con lo que henchimos un ego que nos aleja de nuestra honestidad y respeto hacia nosotros mismos.
Hay infinidad de formas con las que hacemos creer al «otro» un deseo y un sentimiento inexistente, pero que socialmente aceptamos como válido y con el que engañamos y nos dejamos engañar para hacer que las relaciones de interés parezcan todo menos eso. Es un simple convenio, las reglas de un juego perverso que acabará minando las relaciones, desencadenando el desprecio y la rabia entre sus miembros. Y solo por no querer responsabilizarnos de nosotros, de nuestros sentimientos y emociones con los que construir relaciones libres y sanas.
Unos cuantos privilegios que la mujer posee y mantiene por el mero hecho de serlo son los que siguen:
En la mayoría de países no están obligadas a ir a la guerra.
No suelen acceder ni elegir profesiones de alto riesgo, como bomberos, policía antidisturbios, artificieros, mineros, rescatistas marinos y submarinos, buzos, pilotos de caza…
Rehúyen escoger (quienes lo hacen son una gran minoría) carreras de alto nivel que les proporcionarían un mayor sueldo y proyección profesional, como las ingenierías, las científicas o las tecnológicas.
Aunque un grupo de mujeres se encuentren de improviso delante de una pelea, ninguna tratará de separar a quienes se golpean, ni nadie esperará que así lo hagan, sino que buscarán al hombre más cercano para poner fin a la reyerta mientras esperan la llegada de la policía.
La mayoría creen que en una cita siempre es el hombre quien debe invitarlas, sin pararse a pensar que el poder adquisitivo de este pueda ser igual o menor que el suyo. Este gesto demuestra cómo la fémina da por hecho que ella es algo parecido a un «trofeo» y que, si el hombre lo desea, debe ganárselo.
En cualquier tipo de accidente en el que hay que evacuar a las víctimas, aún se suele dar prioridad a las mujeres frente a los hombres.
Muchas permiten que sus maridos o parejas las mantengan económicamente a cambio de cuidar de los hijos y de la casa.
En un divorcio es la mujer la que se lleva la mejor parte. Es ella quien suele permanecer en el hogar familiar, es a ella a quien le otorgan la custodia de los hijos, incluso, a veces, la justicia obliga al padre a pagar una pensión a su exmujer por haber permanecido sin sueldo alguno durante los años de matrimonio (algo que ella eligió libremente).
Si las féminas utilizan sus «armas de mujer» frente a un hombre para conseguir sus deseos, nadie se escandaliza, pero si es un hombre el que muestra actitudes viriles, quizá algo grotescas, como tocarse los genitales o dedicar un piropo picante a una mujer que pasa por la calle, lo tachamos de machista o algo peor.
Estos son solo algunos ejemplos de las concesiones que el patriarcado dispensa a las mujeres y que, a mi modo de ver, son más unos privilegios que unos derechos por tratarse de unas ventajas propias de la ideología anticuada y machista en la que vivimos, pero que han sido aceptadas y asumidas por la mujer sin oponer crítica alguna. ¿Por qué, si son acciones completamente opuestas a la ideología feminista o de «igualdad» que ellas mismas reclaman? Simplemente porque les conviene.
B. RESPONSABILIDAD FEMENINA FRENTE A ACTITUDES MACHISTAS
Nadie sabe si fue el hombre quien coaccionó a la mujer a adaptarse a su mundo y a sus reglas, o fue ella quien libremente eligió aceptar formar parte de estas. Sea como fuere —y aunque las mujeres se hubiesen sentido amedrentadas por la violencia masculina que las esclavizaba, sometía e incluso mataba si no obedecían sus mandatos—, las mujeres bien pudieron defenderse, siempre y cuando hubiesen estado unidas, para exigir su lugar en el mundo y haberlo construido con sus propias reglas afines a su naturaleza femenina.
Sin embargo, las féminas preferimos sucumbir al poder masculino en lugar de confiar en nosotras mismas, y por esa decisión es muy posible que hoy en día la mujer siga ignorante y alejada de su verdadera identidad.
A partir de la Revolución Industrial y de los cambios sociales y políticos que ese movimiento social generó, el trabajo de la mujer asalariada contribuye fundamental