Hablando claro. Antoni Beltrán

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saber qué libro se ha de extraer de ella. Y este es el gran problema que la genética trata de explicar. ¿Cómo el cuerpo sabe qué libro ha de elegir de esta supuesta biblioteca genética? Se cree que es el “campo corporal” el que decide qué información extrae del ADN. Todo esto, a juicio del Dr. Sheldrake, coincide con los conocimientos actuales de la medicina, solo que van un poco más lejos». (SIC).

      Puede que todo esto precise más de una lectura. Pero, como ejemplo, hay cosas que aún hoy, después del tiempo transcurrido, resultan «inverosímiles», como son los extraños fenómenos que nos plantea la mecánica cuántica. Esta, si se enseña en las escuelas y en las universidades, solo se hace a «modo retórico». Aunque sin ningún convencimiento que permita profundizar, entre otras cosas, porque quienes la imparten también la desconocen en la profundidad necesaria. Visto así, ¿cómo se puede pretender que la teoría que nos ocupa llegue a tener una rápida aceptación? Lo normal, es que sea rechazada. Y, particularmente, a lo que atañe en este estudio, «por los mismos médicos», los cuales, de su conocimiento, podrían hacer buen uso de ella, como seguidamente expondré.

      «La teoría del Dr. Sheldrake muestra que “la resonancia mórfica” plantea los principios para comprender la interrelación que hay con todo lo existente. Los “sistemas morfogenéticos” son el conjunto de elementos, agentes y procesos en equilibrio que actúan combinadamente sobre la corteza terrestre, generando las formas del relieve e imprimiendo en ellas, características propias del “equilibrio sistémico”.

      Cada especie animal, vegetal o mineral posee un “conocimiento colectivo” que se va sobreponiendo con cada nueva información, a lo que contribuyen todos los miembros de su especie y, con la cual, lo conforman. De este modo, se fueron guardando en la memoria las respuestas. Desde las moléculas que componen la roca. El vegetal, para defenderse de los intrusos que le hacían daño o para conseguir con la ayuda de los insectos su reproducción. Y hasta el mundo animal, que ha desarrollado a lo largo de los años sus mecanismos de defensa y también de depredación». (SIC).

      Aquí es donde antes de continuar debo hacer un alto. Ya que son muchos los que acusan a este planteamiento de demagógico o fantasioso. Pero, en cambio, es evidente que, si el mundo está compuesto por átomos, incluyéndonos nosotros mismos, ¿quién decide lo que es inteligente y lo que no lo es? Con esta consideración volvemos a los tiempos ancestrales del animismo, donde todo lo que les rodeaba tenía vida propia, ¿recuerdas?

      Aquí surge una curiosa coincidencia menospreciada en Occidente, pero de un conocimiento ancestral en Oriente, me estoy refiriendo a la existencia de la denominada «influencia telúrica», una prueba más de la existencia de los campos morfogenéticos. Es notorio, cómo se desprecian las practicas del «feng shui» que no son nada más que una guía de la influencia magnética que ejerce la Tierra sobre el bienestar de las personas y que la medicina, al parecer, ignora.

      Volviendo otra vez al tema que nos ocupaba. Hemos dejado aparte, por razones obvias, «a los humanos». Si bien, seguimos los mismos criterios que he relatado para los demás componentes del planeta. Pues, en el momento que un sujeto aprende una nueva habilidad, seguidamente, resulta mucho más fácil al resto de los individuos instruirse. Cualesquiera de estos conocimientos entran en una «memoria colectiva» de cada uno, sin importar la distancia a la que se encuentre. A este particular, se me ocurre, por ejemplo, observar cómo los niños, con poquísima edad, manipulan los smartphones con una facilidad un tanto sorprendente, sobre todo si la comparamos con los problemas que tienen algunos adultos para su manejo. Esto nos puede ayudar a comprender por qué los «médicos jóvenes» cuando se encuentran en un ambiente donde las capacidades se cuidan y se promocionan, como pueden ser cualesquiera de los «hospitales de referencia» que existen en el mundo, se capacitan con más rapidez que sus antecesores en el mismo cargo.

      Ello no es más que la reafirmación que el cerebro de los humanos es como un crisol que pertenece al cosmos, con una «memoria holográfica» que se proyecta dentro de las redes neuronales; por ello, cuando hacemos un nuevo aprendizaje, en ocasiones estamos convencidos de que eso que nos están explicando nos resulta familiar. Cuando lo que realmente está sucediendo es que nos aflora al consciente algo que ya se encontraba en el inconsciente más profundo, o inconsciente colectivo.

      Concretando y según la teoría:

      «Desde una precepción cuántica, existen en la naturaleza unos campos llamados morfogenéticos, los cuales son “estructuras organizativas invisibles” —al igual que, por comparación, puede ser la gravedad— que moldean o dan forma a las cosas como son: animales, plantas o rocas. Y, en consecuencia, estas, también tienen un efecto organizador de la conducta.

      Dentro de la diversidad que representa esta teoría, el Homo sapiens explora las complejidades de la mente humana y asegura que la propia capacidad de percepción va mucho más allá de lo que podemos imaginar. Para explicar nuestra conexión con el mundo exterior sugiere que nuestra mente no está limitada tan solo al cerebro, sino que emite prolongaciones que entran en contacto con todo lo que nos rodea, seres, objetos, etc. Esta “psiquis extendida” nos permite intervenir en una serie de fenómenos que, hasta ahora, se podían considerar inexplicables». (SIC).

      De estos podemos indicar el «efecto placebo», tan mencionado en la medicina Occidental y que, en realidad, desde su aparición dentro de la literatura médica en el año 1832 poco se sabe de él. Las maneras de producirse están rodeadas de un halo misterioso, al que podríamos definir como mágico. Por lo que se cree y en este caso se acepta, el cerebro juega un factor sobre el organismo donde establece que ciertos males desaparezcan o se agudicen. Las medicinas arcaicas también dispusieron de este efecto al recomendar elaboradas fórmulas de lo más diversas, desde el uso de brebajes de determinadas plantas, hasta la selección de ciertas partes de algunos animales. Y, cómo no, la Iglesia católica tampoco se podía sustraer, con la exposición de santos insepultos, huesos y demás reliquias, haciéndolos objetos de devoción y, consecuentemente, de milagros.

      Todo lo expuesto, a poco que reflexionemos sin tener en cuenta este nuevo conocimiento, lo podríamos considerar increíble o, en el mejor de los casos, como una cuestión «paranormal». ¿Quizás será por eso que particularmente la «medicina» siempre ha hecho caso omiso? Aunque, como vamos a estudiar, no estaría de más valorarlo. Por encima de todo, cuando, sin tener abiertamente consciencia de ello, los clínicos, circunstancialmente, lo practican, como se ha expuesto y ahora voy a ampliar.

      De acuerdo con todo esto, la «actitud del médico, incluyendo sus pensamientos», puede influir en la persona que está visitando, provocando en ciertas ocasiones múltiples reacciones que no estarían dentro de sus patrones de comportamiento —modelo mental—. Por ejemplo, lo que anteriormente expresaba, cuando a pesar de no padecer ninguna enfermedad insiste que se le hagan unos chequeos. Y ya no me refiero a cómo el médico puede comunicar con el enfermo o con la familia, sino también lo que puede estar pensando en aquellos momentos. A todo esto, alguien se podrá preguntar: ¿tanta importancia puede tener, para el cliente

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