En defensa de Julián Besteiro, socialista. Andrés Saborit

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En defensa de Julián Besteiro, socialista - Andrés Saborit Historia y Sociedad

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el Congreso de la Unión General de Trabajadores reunido en 1932, último celebrado en España, hubo cierto ambiente favorable a que las Sociedades obreras allí donde no hubiese Agrupaciones Socialistas, hicieran política y tuviesen concejales propios. Besteiro intervino en el debate, celebrando que los delegados no hubieran insistido en este punto, agregando: «¿Qué peligro creéis que pudiera yo ver en este? ¡Ah! El de la orientación de un movimiento sindical que no tuviera una clara conciencia socialista». Ese peligro existe, agudizado cuando escribo estos comentarios, por parte de algunos intelectuales del interior de España que patrocinan un movimiento obrero unificado al margen del Partido Socialista. Si eso triunfara, los comunistas serían los únicos beneficiados, y las víctimas inocentes, anarquistas y socialistas. Dejar que ciertos elementos se crean capaces de orientar el movimiento obrero es sumamente arriesgado.

      En el archivo personal de Besteiro figuran cartas que le dirigieron Luisa y Carlos Kautsky, antes y después de haber puesto prólogo a la obra de Kautsky El programa de Erfurt, donde este deshace el error en que le hicieron caer a Largo Caballero quienes argumentaron con textos de Kautsky que no eran suyos. Cuando la pasión estalla, estos errores, a veces de buena fe, son muy frecuentes.4

      El Gobierno provisional de la República, en 1931, apenas constituido, sin contar con él, le nombró delegado del Estado en la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos, el puesto mejor retribuido en España. No lo aceptó. Poco después le nombró embajador de la República en París. Lo rechazó igualmente. Declarada la guerra civil, fue nombrado embajador de la República en la Argentina, rechazándolo. Asimismo rechazó el cargo de presidente del Instituto Nacional de Previsión. Aceptó ir a Londres, a las fiestas de la coronación del rey de Inglaterra, como un pretexto, de acuerdo con Azaña, para intentar una salida honrosa al conflicto. Ni Azaña, ni el Gobierno republicano español, ni sus diplomáticos, ni los partidos políticos supieron apreciar el sacrificio hecho por Besteiro al aceptar esa comisión, sin que nadie se atreviera a dar la cara. Justamente irritado, cuando Azaña estuvo en Madrid, Besteiro no fue a oirle. Ni se saludaron. Azaña estaba acobardado por Negrín y por los comunistas.

      Hubo quien fantaseó a base de las facilidades encontradas por Besteiro en la embajada inglesa en España, Absolutamente nada de eso es cierto. Besteiro no utilizó ningún favor de esa embajada ni de ninguna otra. No salió de Madrid porque estaba decidido a esperar en la capital de España el final de los acontecimientos. Hubo quien habló de traición y hasta llego a decir: «¡O todos nos hundimos o todos nos salvamos!» Julián Besteiro, cuando habló por radio, no lo dijo: lo hizo. Quien lo dijo se salvó.

      Besteiro estuvo preso en el convento de San Isidoro de Dueñas (Palencia). El 15 de mayo de 1557, Fray Luis de León pronunció allí uno de sus discursos más representativos, en la reunión del Capítulo de los Agustinos en la provincia de Castilla. Presos estuvieron Fray Luis de León, San Ignacio de Loyola, San Juan de la Cruz… La Historia no lo ha olvidado. Tampoco olvidara la prisión de Julián Besteiro.

      Con un nutrido grupo de sacerdotes vascos presos como él en San Isidoro de Dueñas, Besteiro fue trasladado a una vieja iglesia transformada en prisión en Carmona (Sevilla), donde se carecía de todo. En Carmona, precisamente en 1935, había sido jefe de la guardia municipal uno de los que, con riesgo de su vida, salvó la de Indalecio Prieto, cuando le impidieron hablar en la plaza de toros de Écija quienes se llamaban, sin serlo más que de nombre, amigos de Largo Caballero. Por Carmona quiso ser diputado a Cortes Alejandro Lerroux, en sus primeros tiempos. En esa misma ciudad, de niño, vivió Francisco Giner de los Ríos, frecuentando allí por primera vez una escuela.

      En relación con la estancia de Besteiro en Carmona —donde falleció el día 27 de septiembre de 1940— se ha fantaseado de buena fe. Por ejemplo, se llegó a decir que Besteiro fue enterrado civilmente gracias a la intervención personal del párroco de esa localidad. En mi libro Julián Besteiro figura un relato auténtico de aquella escena tristemente dolorosa, soportada únicamente por su esposa, doña Dolores Cebrián, su hermana Mercedes, un sobrino de ambas y algún otro, muy pocos más. Las referencias publicadas por el doctor Olaso, reproducidas incluso en prensa socialista por la noble intención que las guiaba, carecen en absoluto de fundamento. El párroco de Carmona no intervino en el sepelio civil de Julián Besteiro ni tenía por qué hacerlo, desde ningún punto de vista. Fue la viuda de Besteiro, cumpliendo la voluntad de su esposo, quien decidió lo que era preciso hacer, y el alcalde de Carmona quien señaló la hora, muy intempestiva, para evitar que hubiese trabajadores en la fúnebre comitiva.

      MI OFRENDA A JULIÁN BESTEIRO5

      Las deportaciones y la ley de fugas, practicadas por el Gobierno Dato-Bugallal, se extendían por toda España en aquellos tenebrosos días del año 1921.

      El alcalde de Baeza, puesto de acuerdo con las autoridades locales, trazaba en su despacho la criminal maniobra por la que serían atrapados y eliminados definitivamente después determinados elementos de las organizaciones locales de la Unión General de Trabajadores y del Partido Socialista.

      Un funcionario municipal, discretamente escondido, escuchó cuanto preparaba el monterilla, avisando a tiempo a las dos presuntas víctimas, que pudieron escapar, vagando por los campos, bajo crueles temperaturas, atravesando ríos, hasta llegar a una estación ferroviaria sin importancia, para abordar un tren que nos condujera a Madrid.

      Llegados a la Casa del Pueblo de Madrid, en lamentable estado, obtuvimos la solidaridad de nuestros camaradas para hacer frente a nuestro derrotado ajuar, y gracias al bueno de Lucio Martínez, a quien conocíamos por haber estado en Baeza en viaje de propaganda, pudimos llegar hasta el Congreso de los Diputados, donde, en la sala de visitas, nos escuchó el querido compañero Julián Besteiro, tomando nota de cuanto manifestábamos.

      La entrevista, larga y cordial, nos dejó una impresión imborrable. Besteiro nos entregó algunas cantidades de su bolsillo particular, para hacer frente a la situación y no regresar tan pronto a Baeza. En sus palabras encontramos inmensa confianza, aliento moral para seguir la lucha.

      Llamó Besteiro a Saborit, diputado como él, informándole rápidamente de lo sucedido en nuestro pueblo, de lo que ya tenía antecedentes recibidos en la secretaría del Partido Socialista, y todos juntos pasamos a visitar al ministro de la Gobernación en el despacho del Gobierno en el Congreso.

      Las incidencias de tal entrevista vivirán eternamente en mi recuerdo. Besteiro, transfigurado, enérgico, anonadaba a Bugallal, haciéndole responsable de la política de atropellos que se cometía en la provincia de Jaén. Exigía rotundamente garantía para nuestras vidas, al regresar a Baeza. Bugallal no la daba. Se limitaba a decir que se informaría de todo, y se lo comunicaría a Besteiro, sin aceptar la versión recibida hasta comprobarla con la que dijeran las autoridades locales y provinciales.

      Finalmente, se convino esperásemos en Madrid hasta que el ministro respondiera a Besteiro dándole garantías para nuestro regreso. Pero antes de terminar la entrevista, surgió una pregunta desconcertante de Saborit a Bugallal: «¿Sabe usted, señor ministro, en dónde está Baeza?» Malhumorado, el ministro respondió: «Hombre, sí, en la provincia de Jaén.» «Bueno; pero cerca de Villacarrillo.» Y Saborit dejó clavado así el caso bien reciente entonces del maltrato sufrido por Besteiro en Villacarrillo, donde estuvo para presenciar la lucha electoral en un domingo en que se elegían los concejales en esa localidad, sin que el caciquismo local permitiera a Besteiro, diputado a Cortes y catedrático, ni siquiera poder saludar a los camaradas de aquella organización. Detenido en las peores condiciones, le pusieron en libertad cuando la farsa electoral había terminado, conduciéndole a la estación de Baeza, con dirección a Madrid.

      RAFAEL MIRA

      II BESTEIRO, OBRERISTA

      NI REFORMISTA NI HUMANISTA

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