Reflexiones sobre Historia Social desde Nuestra América. Gabriela Grosores

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Reflexiones sobre Historia Social desde Nuestra América - Gabriela Grosores

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      20 Este artículo fue elaborado a partir de clases introductorias de Historia Social General (2009-2013).

      21 Ver Vilar, Pierre, “Historia” en Introducción al Vocabulario del análisis históri­co, Crítica, Barcelona, 1982.

      22 Para Marx la “totalidad concreta”, verdadero punto de partida de la vi­sión inmediata y la representación, aparece dentro del proceso del pensamiento como un punto de llegada, “síntesis de múltiples determinaciones, y por lo tanto unidad de la diversidad”, como un “concreto de pensamiento”. A su vez, esa totalidad concreta subsiste en su independencia fuera del espíritu y, en el aná­lisis teórico de elementos particulares “es preciso que el sujeto, la sociedad, esté constantemente presente en el espíritu como dato primero.” C. Marx, Introducción a la crítica de la economía política, Anteo, Buenos Aires, 1986, pp.43-44.

      23 “Cuanto más lejos nos remontamos en la historia, tanto más aparece el individuo -y por consiguiente también el individuo productor- como depen­diente y formando parte de un todo mayor: en primer lugar y de una manera todavía muy enteramente natural, de la familia y de esa familia ampliada que es la tribu; más tarde, de las comunidades en sus distintas formas, resultado del antagonismo y de la fusión de las tribus. Solamente al llegar el Siglo XVIII, con la “sociedad civil”, las diferentes formas de conexión social aparecen ante el individuo como un simple medio para lograr sus fines privados, como una necesidad exterior. Pero la época que genera este punto de vista, esta idea del individuo aislado, es precisamente aquella en la cual las relaciones sociales (universales según este punto de vista) han llegado al más alto grado de desa­rrollo alcanzado hasta el presente. El hombre es, en el sentido más literal, no solamente un animal social, sino un animal que solo puede individualizarse en la sociedad.” C. Marx, Op.cit., pp.16-17.

      24 Bertolt Brecht, Poemas y canciones, Alianza Editorial, Madrid, 1984, p.91.

      25 De esta apariencia azarosa de procesos no determinados ni explica­bles de conjunto por la conciencia de los agentes, dedujeron y deducen mu­chos filósofos e historiadores positivistas o hermenéuticos la inexistencia de regularidades legales y mecanismos determinantes en la historia humana y la imposibilidad de ir más allá del “pequeño hecho verdadero” y sus causas y efectos inmediatos o de la actualización por el historiador de la ac­ción subjetiva del agente histórico, no como momento de la indagación sino como su punto de llegada. Ver la crítica de las posiciones de R. Aron por P. Vilar en “Historia”, op.cit.pp.20-23. Una ilustrativa exposición de las posturas del “positivismo historiográfico” del francés Seignobos en F. Dosse, La Historia en migajas, Alfons el magnánim, Valencia, 1988.

      26 Federico Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Anteo, 1975, pp.68-72.

      27 Carlos Marx, “Tesis sobre Feuerbach”, en F. Engels, Ludwig Feuerbach y el fi n de la fi losofía clásica alemana, Anteo, 1975, pág. 90.

      28 Es de destacar que esta es una comprobación científica muy moderna. Anteriormente las concepciones dominantes suponían que en su origen, el hombre, tal como es hoy, había sido creación divina, separado y por encima del reino animal.

      29 Ver una síntesis global de ese recorrido y del proceso científico que lo ha ido reconstruyendo en Richard Leakey, El Origen de la Humanidad, Debate, Madrid, 2000.

      30 Richard Levins and Richard Lewontin, “What is Human Nature?” en The Dialectical Biologist, Harvard University Press, Cambridge, USA, 1985, pp.253-265.

      31 “… la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada indivi­duo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales.” Carlos Marx, “Tesis sobre Feuerbach”, en F. Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la fi losofía clásica alemana, Anteo, 1975, pág. 90.

      32 C. Marx y F. Engels, La Ideología Alemana, Ed. Pueblos Unidos, Buenos Aires, 1973, p.19

      33 Carlos Marx, El Capital, Tomo I, Vol.I, Capítulo V, “Proceso de trabajo y proceso de valorización”, Siglo XXI, México, 1988, pp.215-216.

      34 Carlos Marx y Federico Engels, La Ideología Alemana, op. cit., p.31.

      35 Para un análisis del vínculo originario entre trabajo, conocimiento y arte ver George Thomson, Los orígenes de la ciencia y el arte, Leviatán, Buenos Aires, 1986.

      36 Carlos Marx y Federico Engels, La Ideología Alemana, op. cit., pp., 28-29.

      37 Carlos Marx y Federico Engels, op. cit., pp.26 y 31.

      38 Carlos Marx, Miseria de la Filosofía, EDAF, Madrid, 2004, p.296.

      39 20 Carlos Marx, El Capital, Tomo I, Vol. II, Cap. XIII, “Maquinaria y gran industria”, op.cit., pp.613. Respecto de la unidad dialectica entre la sociedad y la naturaleza afirmaba Marx, en polémica con los socialistas reformistas y la absolutización unilateral de la acción humana: “El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es tan fuente de los valores del uso (¡y estos constituyen pues, la riqueza material!) como el trabajo, que a su vez no es más que la expresión de una fuerza material, la fuerza humana de trabajo”. Carlos Marx, Crítica del Programa de Gotha, Polémica, Buenos Aires, 1973, p.19. Al respecto, también Engels explicitó “Los hechos nos recuerdan a cada paso que no reinamos sobre la naturaleza como un conquistador reina sobre un pueblo extranjero, como alguien que está fuera de la naturaleza, sino que nosotros pertenecemos a ella con nuestra carne, nuestra sangre, nuestro ce­rebro, que nosotros estamos en su seno y que todo nuestro dominio en ella reside en la ventaja que tenemos sobre el conjunto de las otras criaturas es la de conocer sus leyes y poder servirnos de ellas juiciosamente.” F. Engels, Dialéctica de la Naturaleza, Cartago, México. 1983, pp.145-146.

      Historia, ¿vas a mencionarnos,

      en tus viejos pergaminos?

      Trabajamos en talleres y oficinas,

      nuestros nombres no sonaban mucho.

      Labrábamos los campos, olíamos fuerte

      a cebollas y sudor.

      Y a través

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