Reflexiones sobre Historia Social desde Nuestra América. Gabriela Grosores
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En algún momento de esa historia, el ambiente va a comenzar a ser drásticamente transformado por esta especie genéticamente social. Los antropólogos dataron en cuatro millones de años la antigüedad de Lucy, un esqueleto hallado en África: 4 millones. Un millón novecientos mil años tienen los restos de los homo habilis, que ya pudieron ser estudiados con los útiles que fabricaban. Estos útiles no eran otra cosa, al principio, que una piedra con forma apropiada apenas modificada por un golpe. Luego de miles de años, se producen saltos a un material lítico enteramente tallado por los homo sapiens hasta llegar por ejemplo a las puntas de lanza magdalenienses en el 15.000 A.C., que son de una gran sofisticación. Este proceso evidencia ya la planificación anticipada de la acción que también es un rasgo exclusivo de la especie.
La constitución de la especie a partir de adaptaciones y aprendizajes abarca toda una fase de la historia, de millones de años, un largo proceso durante el cual nuestros antepasados salieron de África, -algunos sostienen que fue en una gran migración, otros en dos oleadas-, y convivieron en Europa con otras evoluciones que finalmente se extinguieron, como los Neardenthal, etc., hasta que prevaleció el sapiens sapiens, cuyo ADN ya coincide con el nuestro. A partir de ese momento hubo diferentes cambios corporales, pero en lo esencial esta especie de hace más de 100.000 años es la nuestra en términos biológicos.29
Los sapiens sapiens se diseminaron por los distintos continentes; es la única especie que vive bajo todos los climas. Los biólogos dialécticos resaltan que en realidad entre especies y ambientes siempre hay una relación dialéctica, una interacción en un todo único, dentro del cual, el aspecto principal es que el ambiente predomina sobre la especie por lo que ésta debe adaptarse a aquél. Al mismo tiempo, las especies transforman su ambiente ciega y recurrentemente, determinadas por su biología, como resultado de su adaptación. Pero en un momento de la historia de la naturaleza ésta genera una especie cuya forma de adaptarse al ambiente ha sido, progresivamente, adaptar el ambiente a ella misma. Y este es otro rasgo exclusivo de la especie humana.30
Para bien y para mal esta especie ha transitado de la caverna a la Internet, de la caza del bisonte a los cultivos y las fábricas, de las tiendas de pieles a las grandes ciudades, a la irrigación y el control de las inundaciones, o las catástrofes ecológicas y las manchas de petróleo en el océano. Todos esos procesos y cambios en la acción sobre la naturaleza y en su propia organización social y cultural, en suma, en la propia humanidad, permiten solamente una definición muy general del Hombre; para comprender a las personas concretas no basta con su ser biológico ya que principalmente son producto de su historia, van cambiando y solo son cognoscibles por “el conjunto de sus relaciones sociales”.31
En suma, todos los cambios experimentados por la humanidad a partir de entonces no son ya cambios determinados por los procesos de la biología, aunque son posibles y parten de la configuración de su naturaleza. Surge una nueva dimensión, un nuevo tipo de movimiento con una nueva legalidad inherente, ya no natural sino social: lo que llamamos historia. Una segunda naturaleza socio-cultural que se transmite, reproduce y cambia no por los genes sino por el aprendizaje y mecanismos específicamente sociales, una segunda naturaleza que surge de su biología y la conserva pero la engloba y subordina.
La actividad específica del homo sapiens es la producción de sus medios de vida. Para sobrevivir y satisfacer sus necesidades, debe producir sus medios de vida y, al hacerlo, produce su propia vida material. ¿Qué quiere decir que produce su propia vida material? Que se autoproduce como especie, como hombres y en el mismo movimiento, como sociedad. No solo en el sentido de la reproducción, sino que, para sobrevivir, la práctica transformadora de la naturaleza genera y sostiene algo nuevo, no determinado solo por la biología, sino por los procesos de aprendizaje y creación: la sociedad humana y su historia.
Esta autoproducción de la especie fue conceptualizada por Marx y Engels en un texto temprano, “La Ideología Alemana” en polémica con el idealismo filosófico, y ha sido confirmado por los descubrimientos posteriores de la antropología y la historiografía.
“Toda historiografía tiene necesariamente que partir de estos fundamentos naturales y de la modificación que experimentan en el curso de la historia y por acción de los hombres.
Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste que se halla condicionado por su organización corporal. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material.
El modo como los hombres producen sus medios de vida depende, ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida en que se encuentran y que se trata de reproducir. Este modo de producción no debe considerarse solamente en cuanto es la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos. Tal y como los individuos manifiestan su vida, así son. Lo que coincide, por consiguiente, con su producción, tan-to con lo que producen como con el modo cómo producen. (…)”.32
Estos cambios se hacen evidentes cuando los arqueólogos comenzaron a encontrar junto a los esqueletos, artefactos construidos con objetivos específicos, o se encuentran talleres de producción de artefactos distantes del lugar de uso de los mismos. El taller para hacer las armas de piedra en la caverna está distante del campo de caza de los animales y por tanto la actividad de cazar el animal está mediada por la producción de los instrumentos para ese fin: una distancia respecto de la satisfacción de la necesidad de comer, que expresa esa actividad específicamente humana, que se representa previamente en el pensamiento, se realiza socialmente y es transmitida por el aprendizaje. Y solo así se sobrevive “biológicamente”.
Las primeras tareas de las sociedades iniciales -como la caza, la pesca o la recolección de vegetales- no constituyen en sí mismas “producción” pues no hay aún en esos actos una transformación voluntaria de la naturaleza para realizar los bienes que se consumen. Esas tareas toman directamente lo que el propio ambiente natural brinda y sin embargo ya existen acciones secundarias de producción: es la producción de los instrumentos para mejorar esas tareas (anzuelos, hoces, cestos, armas) y también ropas y otros instrumentos necesarios para la vida, no solo material sino también cultural.
Corporalidad y mediación, corporalidad y pensamiento en la acción son los dos aspectos que para Marx diferencian la práctica productiva humana de la actividad de otros animales. En el capítulo V de El Capital, Marx definió el proceso de trabajo:
“El trabajo es, en primer lugar, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza. El hombre se enfrenta a la materia natural misma como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida. Al operar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transforma a la vez su propia naturaleza.”
A la vez Marx advertía la especificidad de esta relación hombre-naturaleza:
“Concebimos el trabajo bajo una forma en la cual pertenece exclusivamente al hombre. Una araña ejecuta operaciones que recuerdan las del tejedor, y una abeja avergonzaría,