Reflexiones sobre Historia Social desde Nuestra América. Gabriela Grosores
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No basta con la tarea imprescindible de descubrir los testimonios, con la lucha para difundir y conservar la memoria. A riesgo de quedar entrampados en la repetición, no basta con recordar: es fundamental comprender y explicar, hacer que el recuerdo “relumbre”. El “Nunca Más” como conjuro mágico por sí mismo no nos protegerá de los avatares presentes, no alcanza con el mero inventario de las injurias. Se precisa comprender, profundizar en las dinámicas de los procesos, en sus formas y contenidos.
Tampoco basta con conocer los sufrimientos del pueblo. La lucha popular por la memoria, la verdad y la justicia consiguió que salga a la luz una parte de las evidencias, testimonios, documentos, que muestran los padecimientos del conjunto del pueblo argentino y de sus hijos más sensibles y valientes. Sin embargo, y no es algo azaroso, lo que está más oculto y silenciado aún es la resistencia a la opresión. No es inocente que se borre todo registro de los miles de obreros que el 24 de marzo del 76 tomaron sus fábricas en oposición al Golpe de Estado, de los miles de estudiantes que protestaron en sus escuelas, de los miles de militantes que se organizaron para denunciar e impedir que el Golpe de Estado tuviera éxito y que lograron aplazarlo, e impedir algunos de los intentos previos al que finalmente triunfó y en esa misma lucha abonaban la posterior resistencia antidictatorial, el otro camino al que se refería Salamanca, el camino de la liberación. Esta memoria, la memoria de la resistencia, es la que está más oculta, porque más que los sufrimientos, el aprendizaje de los caminos que fueron útiles para resistir y avanzar en la resolución de las propias necesidades y dificultades constituyen una experiencia histórica potente, como fondeadero de las luchas del presente.
Por lo tanto, el trabajo científico implica develar, desentrañar los hechos descubriendo las explicaciones más profundas y -al revés de lo que plantea el sentido común- ese trabajo está estrechamente vinculado al punto de vista que adoptamos.
Marc Bloch, uno de los padres de la historiografía moderna, creador de la escuela de los Annales y que murió fusilado por el nazismo, en el año 1941 dedicaba el prólogo de su libro, Introducción a la Historia, a su compañero de trabajo, Lucien Febvre: “Juntos hemos combatido largamente por una Historia más amplia y más humana. Sobre la tarea común se ciernen muchas amenazas no por nuestra culpa, somos los vencidos provisionales de un injusto destino”. Así explicitaba su punto de vista, su objetivo: buscar una Historia “más amplia y más humana”, una Historia que no se base en parcialidades, sino que intente reponer la totalidad real, una totalidad en movimiento.16
Cuando Salamanca en el año 75 planteaba que había dos caminos (o se apoyaba el golpe imperialista, por acción u omisión, o se profundizaban las luchas hacia la liberación) estaba diciendo que los diversos sujetos actuaban concientemente desde su punto de vista, en diferentes direcciones. Se actuaba con mayor o menor claridad política, mayor o menor grado de conciencia, pero eligiendo un camino, aún cuando su conocimiento de la realidad fuera, como lo es siempre, parcial.
Por lo tanto, comprender la Historia implica encontrar esa correlación de fuerzas entre las distintas acciones concientes de los hombres en cada momento, y nuestros instrumentos son las teorías, los puntos de vista y los rastros presentes del pasado. La Historia pasada tiene una significación presente y ella es la que le otorga significado para quien la estudia. Por eso, lo que permite conocer el pasado cabalmente es el conocimiento del presente.
El punto de vista es condición de la ciencia y por eso resulta imprescindible conocer cuál es la perspectiva de quien está dando cuenta de la Historia y esto no implica que no se pueda tener objetividad. Si conocer es poner en relación un sujeto y un objeto, el sujeto no puede observar desde otro lugar que desde el propio. El punto de vista es un instrumento científico: ¿Cuál es la diferencia entre los diversos puntos de vista?, ¿Hay formas de ver más y formas de ver menos? Hay sectores de la sociedad cuya posición en el entramado social contradictorio determina velos ocultadores y justificativos del orden social. Por lo tanto su mirada es mítica, lejos de la ciencia. Allí el punto de vista opera como límite, en la intersección de los desconocimientos de una época y los intereses justificatorios.
En cambio, el punto de vista como trampolín es lo que nos permite avanzar en el conocimiento, lanzarnos hacia lo nuevo, indagar, descubrir. Horacio Ciafardini (quizá el más importante economista argentino, a quien la dictadura mantuvo preso durante todo su mandato y que murió muy joven poco después de salir de la cárcel) señalaba que la obra de Marx y de Engels no solo se explicaba porque se contaban entre las personas más inteligentes y cultas de su época, sino porque habían adquirido un punto de vista que les permitía ver más allá de la visión de aquella época. Este punto de vista específico era el de aquellos que no tenían nada que perder ni que ocultar, la clase obrera.17
Alcira Argumedo plantea la existencia de un “punto de vista popular” que recupera las otras voces oprimidas por las corrientes eurocéntricas y que es necesario reconocer el pensamiento teórico de un Otro. Este Otro, “es un sujeto social heterogéneo que encuentra su punto de unidad en una historia común de resistencias y desgarramientos, de sueños de dignidad y autonomía”. Este sujeto ha ido desarrollando una matriz propia de pensamiento que es necesario rescatar para poder mirar más completamente la historia de América Latina.
“Este mirar desde el espacio social e histórico de las masas populares latinoamericanas, fundamenta una filosofía y un conocimiento que necesariamente piensa la historia y el devenir humano también desde la esclavitud y la servidumbre. Esta matriz de pensamiento constituiría un instrumento que recupere las resistencias culturales, las manifestaciones políticas de masas, las gestas, la literatura, el ensayo, las formas de conocimiento y las mentalidades populares... los grandes episodios de dignidad; los saberes que están en las orillas de la ciencia... Es la mirada de los protagonistas de la otra historia de estas tierras, presente en las luchas independentistas, en los movimientos de resistencia, en los proyectos políticos de reivindicación nacional y social.”18
Por eso nosotros proponemos una Historia científica que está en las orillas de la Academia, que no es la ciencia oficial, con sus modos de regimentación y validación. Es en esas orillas donde se puede descubrir el pensamiento de los pueblos, donde se puede apreciar cómo avanzó en el entendimiento de la realidad para poder transformarla.
Ese posicionamiento implica, también otras motivaciones subjetivas para la búsqueda de la verdad. Como dijera Rodolfo Walsh a los miembros de la Junta: “Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”.
Conclusiones
Tanto Walsh como Salamanca partiendo de su posicionamiento y práctica política en su presente lo abordaron con una perspectiva histórica: fue la experiencia histórica de los Golpes de Estado y las Dictaduras pro imperialistas la que se actualizaba en sus previsiones y orientaba su acción. Allí el conocimiento que proviene del recuerdo en el instante de peligro pasa a incidir, a través de la acción social conciente y permite tomar un lugar en la lucha de clases.
En nuestro presente la pretensión de reconstruir lo que “inevitablemente” dio paso al