Reflexiones sobre Historia Social desde Nuestra América. Gabriela Grosores
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Esta pregunta no se la había hecho jamás el antiguo materialismo. Por esto su interpretación de la historia, cuando la tiene, es esencialmente pragmática; lo enjuicia todo con arreglo a los móviles de los actos; clasifica a los hombres que actúan en la historia en buenos y en malos, y luego comprueba, que, por regla general, los buenos son los engañados, y los malos los vencedores. De donde se sigue, para el viejo materialismo, que el estudio de la historia no arroja enseñanzas muy edificantes, y, para nosotros, que en el campo histórico este viejo materialismo se hace traición a sí mismo, puesto que acepta como últimas causas los móviles ideales que allí actúan, en vez de indagar detrás de ellos, cuáles son los móviles de esos móviles. La inconsecuencia no estriba precisamente en admitir móviles ideales, sino en no remontarse, partiendo de ellos, hasta sus causas determinantes. (...)
Por tanto, si se quiere investigar las fuerzas motrices que -consciente o inconscientemente, y con harta frecuencia inconscientemente- están detrás de estos móviles por los que actúan los hombres en la historia y que constituyen los verdaderos resortes supremos de la historia, no habría que fijarse tanto en los móviles de hombres aislados, por muy relevantes que ellos sean, como en aquellos que mueven a grandes masas, a pueblos enteros, y, dentro de cada pueblo, a clases enteras; y no momentáneamente, en explosiones rápidas, como fugaces hogueras, sino en acciones continuadas que se traducen en grandes cambios históricos. Indagar las causas determinantes que se reflejan en la mente de las masas y en las de sus jefes -los llamados grandes hombres- como móviles conscientes, de un modo claro o confuso, en forma directa o bajo un ropaje ideológico e incluso divinizado: he aquí el único camino que puede llevarnos a descubrir las leyes por las que se rige la historia en conjunto, al igual que la de los distintos períodos y países. Todo lo que mueve a los hombres tiene que pasar necesariamente por sus cabezas; pero la forma que adopte dentro de ellas depende en mucho de las circunstancias” (...)26
Lo que ocurre entonces, no es la mera sumatoria de las acciones individuales sino que la propia acción individual está condicionada por la acción social de todos, más allá de la conciencia y la voluntad de cada individuo. Lo sepamos o no, lo querramos o no, nacemos en un país, en un tiempo, en una cultura, en una clase social y estas son determinaciones objetivas y sociales, colectivas, que nos preexisten y configuran, condicionando nuestra vida y nuestra práctica. Este es el aspecto materialista de la historia. A su vez, nuestra práctica contribuye a consolidar y reproducir o a desgastar y transformar esa misma estructura que nos condiciona. Este es el aspecto dialéctico.
Para comprender y explicar los procesos históricos, e incluso los móviles subjetivos, colectivos e individuales, indagamos la naturaleza de esas fuerzas motrices que están detrás de los mismos y relacionamos la práctica con las representaciones, el proceso objetivo, social, material de la acción humana objetiva con el correlato mental, subjetivo, la constelación de ideas, dominantes o no, la cultura y el pensamiento de cada persona. Se trata de estudiar la interacción entre las condiciones objetivas (a la vez naturales y sociales, producto de la acción de las generaciones precedentes) y la práctica social transformadora de los hombres.
Sintetizando las afirmaciones de Engels, podemos decir que son los hombres los que hacen la historia: no hay historia por fuera de la acción humana, con su iniciativa, sus ideas y su voluntad. No existe una historia predeterminada por una idea o el destino, o por “las fuerzas productivas” o el avance de la técnica, concebidas por separado de la acción de los hombres que las desarrollan. Es decir, no existen las condiciones objetivas por fuera de la práctica de todos los hombres que las crearon. Sin embargo, tampoco existe la práctica de esos hombres, su iniciativa y su acción, por fuera de condiciones objetivas determinadas. Los hombres hacen su historia, pero no de cualquier modo o por su mera voluntad, sino sobre la base de aquellas condiciones objetivas dadas, que preexisten a cada individuo y a cada generación y que son el horizonte y la condición de posibilidad de su propia acción. Precisamente el centro del movimiento de la historia real, y el foco del conocimiento histórico, es la interacción entre dichas condiciones objetivas subyacentes y la práctica social transformadora de los hombres, que, incluye y supone su conciencia y voluntad, pero es a la vez tan material y objetiva como las condiciones, sus herramientas o sus armas.
Carlos Marx resumió esta interacción determinante de la historia en un breve texto fundador del materialismo dialéctico, en polémica con el materialismo mecanicista y el idealismo:
“[III] La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que, por lo tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que cambian las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado. Conduce, pues, forzosamente, a la división de la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la sociedad (así, por ejemplo, en Robert Owen).
La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana solo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria”.27
Homo Sapiens: Naturaleza, sociedad e historia
El período más largo de la historia humana había sido denominado prejuiciosamente por la historiografía tradicional como Prehistoria, y relegado como un campo de estudio que no compete a los historiadores sino a los antropólogos y arqueólogos. Todavía se sigue estudiando en las escuelas que la Historia comienza con la escritura y de hecho todavía así aparece en los planes de las carreras de historia de muchas universidades del país. ¡Nótese la gravedad de esta concepción que dejaría afuera de la historia al Imperio Incaico!
Además del privilegio absoluto que esta definición atribuye al testimonio subjetivo transmitido con la escritura para el conocimiento histórico y de las reales o presuntas competencias disciplinarias (historia o arqueología), se desliza en esa distinción una concepción de las sociedades “pre-históricas” como sociedades sin historia, sin cambio.
La Historia de las sociedades empieza desde que encontramos al homo sapiens. Nuestro origen como sociedad se hunde en la historia de la Naturaleza, porque surgió de ella. Al respecto, es preciso señalar que no solo la sociedad tiene historia. Como lo demostró la ciencia moderna, la naturaleza también la tiene: el universo, el sistema solar, la Tierra, los seres vivos.28
La historia de la especie abarcó un período muy prolongado, verificado científicamente, en el cual la humanidad surge del mundo natural como una especie biológicamente determinada. Este proceso de transformación, desde nuestros primeros ancestros primates pasando por las diversas variedades de homo hasta llegar al homo sapiens sapiens se conoce como hominización. Fue un largo proceso de evolución biológica de mutaciones y adaptaciones. El propio ambiente va condicionando esas mutaciones: la visión frontal, estereoscópica, la reducción de la mandíbula y ampliación de la caja craneana, la posición erecta que liberó las manos, todo ello vinculado a una complejidad cerebral impresionante que aún hoy no conocemos en su totalidad.