Reflexiones sobre Historia Social desde Nuestra América. Gabriela Grosores

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Reflexiones sobre Historia Social desde Nuestra América - Gabriela Grosores

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en la cera. Al consumarse el proceso de traba­jo surge un resultado que antes del comienzo de aquél ya existía en la imaginación del obrero, o sea idealmente. El obrero no solo efectúa un cambio de forma de lo natural; en lo natural, al mismo tiempo, efectiviza su propio objetivo, objetivo que él sabe que de­termina, como una ley, el modo y manera de su accionar y al que tiene que subordinar su voluntad. Y esta subordinación no es un acto aislado. Además de esforzar los órganos que trabajan, se re­quiere del obrero durante todo el transcurso del trabajo, la volun­tad orientada a un fin, la cual se manifiesta como atención” (…).

      Los seres biológicos actúan, desarrollan una actividad de inter­cambio con el medio, pero la actividad especifica de la humanidad con las características que señaló Marx, que transforma la naturaleza en función de sus fines, es lo que denominamos práctica: hay un correlato entre acción y representación; las acciones generan representaciones y las representaciones guían las acciones, trans­formándose una y otra. La práctica productiva es la más básica, la que hace posible nuestra vida social e individual: el trabajo, la acción inicial de toda historia. En los primeros tiempos del hombre y también ahora.

      El género humano necesita satisfacer necesidades que son complejas y para eso produce sus medios de vida. Esta especie se vincula con la naturaleza, de la que es parte, transformándola con su trabajo consciente y al transformarla se va transformando a si misma: produce su propia vida, ya que no solo satisface su necesi­dad de comer sino que además se organiza con otros para cazar, y además desarrolla ese pensamiento que guía la caza a partir de sus experiencias y de sus supuestos, e incluso los expresa como símbo­lo, con una expresión gráfica en la piedra, por ejemplo, un dibujo en la pared de la cueva por razones de planeamiento y/o por nece­sidades colectivas y afectivas o emocionales para prepararse para ir a cazar o festejarlo.

      Esta es otra característica propia de esta especie, se mueve a partir de necesidades que siempre se manifiestan subjetivamen­te también como emociones. Las emociones son estructuras que también vinculan lo biológico y lo individual de la persona con su entorno social, pues sintetizan un estado de esa persona, y al mis­mo tiempo lo registran, lo expresan y transmiten. Estados ya no solo biológicamente sino social y culturalmente determinados en cada persona.

      Aquella actividad específica que distinguió a nuestros más re­motos antepasados nunca se realizó aisladamente sino socialmen­te, en un grupo, cuya organización y vínculos estaba estrechamente determinada por la propia actividad (colectivamente desarrollada) de la caza y recolección. Es decir que la actividad productiva que vincula al homo sapiens con la naturaleza transformándola es también la que define, determina, sostiene y transforma los vín­culos de los hombres entre sí, es decir las relaciones sociales, en la producción (las relaciones de producción) y fuera de ella.

      En los orígenes de la humanidad la manera de organizarse y también de producir era la “banda” de cazadores-recolectores. Es decir, que en los orígenes fue determinante la cooperación como motor y condición de la producción y de la vida social y no la com­petencia y “el hombre lobo del hombre”, como lo imaginaron los ideólogos burgueses proyectando hacia el pasado aspectos ideo­lógicos y practicas inherentes a los capitalistas. No hubiese sobre­vivido ningún hombre o mujer aislado sino en el seno de una tota­lidad mayor, con principios organizativos muy sencillos y básicos, pero a la vez muy exactos y afinados, porque no había otra manera de garantizar el sustento y la supervivencia si no era con una or­ganización estrecha y una gran destreza en el manejo de los pocos instrumentos que tenían.

      Teóricamente las primeras organizaciones tenían una base de consanguineidad que se complejizó tempranamente en una es­tructura de parentesco que enlazaba a los hombres socialmente en función de sus vínculos biológicos, reales o ideales. solo a través de esas relaciones sociales se desarrolla la actividad productiva, el vínculo activo del grupo con la naturaleza, que a su vez las sostiene y reproduce. Es decir, ambos aspectos en interacción -naturaleza y sociedad- forman un proceso único, en el seno del cual surge un nuevo y fundamental instrumento: el lenguaje.

      Los primeros hombres abandonaron los gritos expresivos o de alerta de los otros animales y generaron un instrumento insustituí­ble: la comunicación requerida por aquellas relaciones sociales y el lenguaje verbal, que determina una forma superior de relación, pues no solo transmite sensaciones sino que interviene en la gene­ración y transmisión de ideas y pensamientos y a la vez en toda una dimensión fáctica del lenguaje, que a la vez de decir, hace: ordenar, insultar, elogiar, proyectar, impulsar…

      Al mismo tiempo, el lenguaje permite un salto en el pensa­miento; su desarrollo habilita un mundo de operaciones lógicas, conceptos y abstracciones y la acumulación de conocimiento. No podía haber salto en las fuerzas productivas, en los instrumentos materiales y en el dominio de la naturaleza sin un lenguaje acorde a esas operaciones sobre el mundo objetivo, lenguaje que fue desa­rrollándose junto con la producción y las relaciones sociales.

      Por su parte el lenguaje, con su función a la vez comunicati­va y significativa, desarrollada al amparo del doble vínculo de los hombres entre sí y con el ambiente, es parte de la construcción de ese mundo nuevo, en donde los hombres producen sus medios de vida, en el seno de relaciones sociales y que contiene un conjunto de ideas y representaciones que los cohesionan y regulan y que lla­mamos cultura.

      Con un origen biológicamente determinado (como comer, abri­garse, reproducirse, sobrevivir) el hecho de que la satisfacción de esas necesidades se realice a través de la creación de instrumentos, de lenguaje, de relaciones sociales, hace que esas viejas necesida­des animales adquieran nuevos contenidos y al mismo tiempo crea nuevas necesidades, de cada hombre y de todos los integrantes de la banda. Necesidades originadas en la actividad social, necesidades organizativas, estéticas, cognoscitivas, necesidades de explicarse el mundo y también las propias emociones, el miedo, la angustia, etc.

      En La Ideología Alemana, Marx y Engels develaron este punto de partida de la historia:

      “El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesi­dades, es decir, la producción de vida material misma, y no cabe duda de que éste un hecho histórico, una condición fundamental de toda historia, que lo mismo hoy que hace miles de años, ne­cesita cumplirse todos los días y a todas horas, simplemente para asegurar la vida de los hombres.”

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